La mala de la película #14

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Jillian no paraba de hablar.

Cuando se encontraba nerviosa, parecía una coctelera, o eso era lo que Lily le decía, cada vez que lo hacía. Aun así, la entendía. Los años de ausencia de Charlotte, lograron que todas las partes continuaran con su vida, y ahora, con su venida, desarmaba todas las piezas que tanto costaron en unir y sellar. Sabía, intuía que esta no solo le había escritor a Jill, sino a Annika. Su mujer era parte importante del eslabón, pero tenía la seguridad que, fuese lo que fuese, Nika tendría la suficiente madurez como sagacidad de no caer en las garras de Charlotte.

—Jill, Jill, ¡Jill! —Chilló Lily, provocando que la otra mujer se detuviera—. Cálmate, por favor.

Lily, de manera inconsciente, sacó de su bolso su cigarrera, prendiendo un pitillo. Jill, en otra ocasión, le hubiera arrancado el cigarrillo de los labios, pero esta vez, pese a hacer lo mismo, se lo dejó para ella, haciéndole un gesto para que lo prendiera con rapidez.

—No sé qué voy a hacer... —dijo Jill, pegando un suspiro—. Tal vez debería brindarle la oportunidad para que ella pudiera explicarse, qué sé yo, pero si Chase...

—Chase ni que nada, ese muerto no tiene velas para este entierro, Jill.

—Lo sé, pero...

Lily se levantó, ahora ella comenzando a dar vuelta en la cocina.

—Mira, lo mejor es que obvies ese mensaje —sugirió contundente—. No le des cabida, ¡qué han pasado más de veinte años, Jill! ¿Es que a caso vas a permitirle a esta mujer que vuelva a entrar y deje su mierda, como la vez anterior, tan o más grande?

—Lily... —Le pasó el cigarro—. Bien sabes que fui yo la desgraciada de esta historia. Charlotte solo estuvo dispuesta en sacarme del condado, y yo, fui solo una cobarde.

—¡No, jamás! —exclamó enfática—. Hubiera sido la locura más grande que te hubieras escapado con ella. Tal vez peor de que te hayas casado con Chase.

—¿No eras tú la que me alentaba que me fuera de acá? ¿Que hiciera una vida, así tal cual la hicieron Annika y tú?

—Es una historia muy diferente...

Jillian volvió a suspirar.

—Lo sé, no me hagas caso, es que yo...

Lily se acercó a su amiga, abrazándola.

—Tranquila, solo ignórala —volvió a repetir—. No le permitas nada, es más...

Su amiga de nuevo tomó el móvil de Jill, metiéndose en su red social.

—¿Qué estás haciendo?

—Lo que deberías haber hecho tu hace un rato.

Lily bloqueó el contacto de Charlotte, no sin antes, echarle una ojeada a su perfil. La mujer era docente, y al parecer se dedicaba también a los deportes extremos, y vaya que no había sorprendido, porque todo lo que había hecho, era para peor que haberse lanzado al vacío.

—Listo. —Le devolvió el dispositivo—. Hice lo que debiste hacer desde un principio.

 Hice lo que debiste hacer desde un principio

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𝓤𝓷 𝓭𝓾𝓵𝓬𝓮 𝓭𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓽𝓪𝓻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora