21 - Anoche

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Los rayos de sol entraron tenuemente por la ventana, iluminando la habitación a pesar de tener las cortinas vagamente echadas. Chiara arrugó la nariz, despertándose. Notó algo pesado en su hombro, cintura y pierna. Abrió los ojos poco a poco y se encontró a Violeta prácticamente encima de ella, abrazada y acurrucada a su cuerpo como una gatita en busca de calor.

Lo primero que hizo Chiara fue sonreír. Tanto decía Violeta que no quería mimos ni caricias ni abrazos y ahora ella no le dejaba ni moverse. Chiara quiso disfrutar un poco más de esta situación ya que le resultaba agradable sentir su piel desnuda junto a la de ella. Respiró hondo entre que pasaba el brazo cuidadosamente por encima de su cabeza y consiguió abrazar a Violeta antes de cerrar los ojos y volver a dormir.

Media hora después, Violeta despertó al tener la misma sensación de Chiara. Esta vez era la pelinegra la que le estaba abrazando por la espalda. Su brazo estaba aferrado a su cintura donde las puntas de sus dedos estaban metidos en sus braguitas. Miró por encima de su hombro para ver su frente apretada a su espalda y Violeta suspiró silenciosamente.

A cambio de Chiara, ella no sonrió.

Miró nuevamente al frente, mirándose a sí misma y se preguntó qué demonios estaba haciendo. Una cosa era sexo, el placer, los orgasmos y sus derivados como las dos últimas veces. Y otra cosa era esto. Lo definió como algo mucho más íntimo: despertarse con Chiara abrazada a su cuerpo como si hubieran reservado el hotel especialmente para ellas para disfrutar de un fin de semana. Como parejas.

Los recuerdos de anoche pasaron por su cabeza como una jaqueca. Sinceramente le había encantado y tenía que reconocerlo; el sexo con Chiara era brutal. La pelinegra sabía cómo encenderla con solo un chispazo, cosa que no le ocurrió con nadie desde hace un montón de tiempo atrás. Era normal: una mujer atractiva, pasional, magnética, seductora, sensual e incluso divertida en la cama (y fuera de ella), aunque lo de ser graciosa no lo iba admitir.

Pero eso es lo que quería, definirlo como "follada salvaje para que no llegaran a matarse en la misma habitación" como había dicho Chiara.

A pesar de haberse arrepentido anoche, hoy aceptó las cosas como eran. No era tampoco de hielo ni de piedra, pero eso era lo único que quería: solo sexo. Sin sentimientos de por medio, que ese método sea esa vía de escape para no llegar a las manos. Si la pelinegra llegara a sentir algo más, Violeta lo cortaría de raíz sin dudarlo porque ella misma sabía que no correspondería y ni podría hacerlo. Tampoco iba a darle ese placer, de caer en sus redes del todo. Es pensar en sentir algo por esta persona tan arrogante, tan irritante, tan idiota, tan... todos los adjetivos malos que se le pasaba por la cabeza... hacía que se cabrease consigo misma. Chiara no podía ser esa persona. No se lo merecería después de todo y pensó que seguramente más de uno se decepcionaría (por no hablar de la persona que más adora en el mundo) si se enamoraba de ella.

Una ansiedad recorrió su pecho al recordar. No las cosas que pasaron anoche, sino cosas de su vida. El dolor nuevamente golpeó sobre sus costados y suspiró, aunque se sintió un poco mejor; sinceramente esa pesadumbre no se sentía tan fuerte como antes.

Aunque no quisiera por tener el cuerpo dolorido y descansado, se apartó de Chiara. Respiró hondo, removiéndose delicadamente para no despertarla y se levantó. Se estiró un poco, quitándose la coleta y agitando su cabello libremente. El siguiente paso fue buscar su camisón para ir al baño. Puede que hiciese calor en la habitación por la calefacción, pero sabía que si cruzaba la puerta del servicio se congelaría un poquito. Frunció el ceño momentos después porque no se encontraba por el suelo donde pensó que estaría. Ni por un lado ni por el otro.  Miró hacia atrás y volvió a suspirar. La ropa de Chiara de anoche amontonada y arrugada encima del tocador. Se dijo que sería un momento y cogió su camisa para taparse.

Se nos da bien odiarnos - KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora