Bariloche [1]

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Mori, el profe que estaba a cargo de quinto — o más bien, del curso de economía —, apareció una mañana con una idea que dejó a todos medio sorprendidos: decidió juntar a los de humanidades con los de economía para unas clases en conjunto, y aunque nadie entendió bien el motivo, él no pareció con ganas de dar explicaciones. Apenas soltó la noticia, no pasaron ni cinco minutos para que los pibes empezaran a quejarse a los gritos. Que "no tiene sentido", que "¿por qué nos mezclan?", y hasta algún "¿en serio nos tenemos que bancar a esos pelotudos?". Era obvio que no a todos les pintaba la idea de compartir espacio, pero entre todas esas quejas también había miradas cruzadas que decían otra cosa. Porque, como se sabe, algunos ya se venían tirando indirectas hace rato, y esto podía ser la excusa perfecta para acercarse sin levantar sospechas (Supongo que saben de quien hablo).
— Che, pibes, calmense un toque — Empezó Mori, esta vez sonriendo un poco. — En una semana nos vamos a Bariloche —

— ¡Basta! — dijo, levantando una ceja y logrando que todos bajaran un cambio. — Ahora, antes de que se emocionen de más, sepan que hay reglas... y si alguno se hace el vivo, me voy a enterar, no soy boludo.—

Los pibes se miraban entre ellos, medio aguantando la risa, pero sabiendo que Mori iba en serio. El profe siguió, manteniendo la postura firme pero con esa chispa que lo hacía """""cercano""""" (entre mil comillas)

— Prohibido el alcohol, ya lo saben. No pienso andarles sobando la espalda cuando estén hechos pelota y con la peor resaca de sus vidas, ¿queda claro? — Los miró a todos, especialmente a los más revoltosos, como para asegurarse de que entendieran. — Y nada de andar de turistas a la madrugada queriendo colarse en las habitaciones de otros. No nací ayer, chicos.—

Al decir esto último, su mirada cayó específicamente en Dazai y Chuuya. Porque si había dos personas incapaces de cumplir una regla sin encontrarle una vuelta para romperla, eran ellos.

Dazai, como siempre, se recostó en la silla con su sonrisa despreocupada, levantando las manos como si fuera el epítome de la inocencia.
— Profe, me ofende. Yo soy un estudiante modelo — dijo, arrastrando las palabras mientras todos los del curso lo miraban con incredulidad.

Chuuya, por su parte, rodó los ojos y cruzó los brazos, como si estuviera listo para revolear una silla en cualquier momento.
— Si este pelotudito me mete en problemas, se va a enterar, profe. No me hago cargo — soltó, con un tono lo suficientemente alto como para que todos los de humanidades y economía estallaran en risas.

— Nakahara, cállate, no finjas que no te encanta la idea de colarte en habitaciones — replicó Dazai, apoyándose en el hombro de Chuuya, que enseguida le apartó la mano con un empujón.

Mori suspiró, pinchándose el puente de la nariz.
— Bueno, ya me quedó claro que ustedes dos son mi principal problema. Pero aviso: si rompen las reglas, se quedan encerrados en el hotel mientras todos los demás disfrutan, o mejor aún, todos se quedan en el hotel, ¿entendido? —

Con eso último logro calmar a los ya mencionados y los que andaban riendose como mono, por un momento, la sala quedó en un silencio tenso, como si todos estuvieran esperando la próxima palabra o gesto que rompiera el ambiente, pero él, con esa mezcla de firmeza y desdén que solo alguien con experiencia podía tener, dejó claro que la joda había terminado.

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El timbre sonó, marcando el final de la clase, pero ni el estallido de ruido que generó la salida de los alumnos fue suficiente para deshacer la tensión en el aire. Todos hablaban a la vez, unos emocionados por la posibilidad de ir a Bariloche, otros quejándose por la mezcla de cursos, y algunos más preocupados por las reglas impuestas por Mori. Entre ellos, Dazai y Chuuya seguían en su tira y afloje, intercambiando palabras que en realidad eran más bromas pesadas que insultos reales.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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