Habían pasado semanas desde que Emilia había decidido ponerle un freno a su relación con Germán. Lo había llamado "un tiempo", algo que supuestamente les iba a servir para pensar, para aclarar las cosas. Pero a Germán no le pareció tan simple. ¿Qué significaba "un tiempo"? ¿Cuánto era suficiente? ¿Y qué pasaba si, al final, ese tiempo se convertía en un "para siempre"?Durante todo ese tiempo, Germán había intentado hacer su vida. Salía con amigos, se metía en el laburo, trataba de llenar los días con cualquier cosa que lo mantuviera ocupado. Pero siempre, al final del día, cuando apagaba la luz, lo único que aparecía en su mente era Emilia. Su sonrisa, su forma de reírse cuando él decía algo estúpido, o cómo se enojaba con esa intensidad que a él, en secreto, le encantaba.
Y justo cuando empezaba a resignarse a que las cosas nunca volverían a ser como antes, recibió un mensaje inesperado.
"Germán, ¿podemos hablar? Sé que te pedí tiempo, pero ahora creo que es mi turno de escucharte."
Se quedó mirando el teléfono un buen rato, como si no pudiera creer lo que estaba viendo. Leyó el mensaje tres, cuatro veces. Pensó en ignorarlo, en hacerse el fuerte, pero al final su corazón le ganó al orgullo. Le respondió:
"Está bien. Decime dónde y cuándo."
Quedaron en encontrarse en una cafetería que quedaba cerca del parque donde habían pasado tantos domingos juntos. Era un lugar que les gustaba porque siempre estaba tranquilo, con mesas afuera para sentarse al sol cuando el clima lo permitía. Germán llegó antes, como siempre. Pidió un café negro, pero no lo tocó; tenía las manos ocupadas tamborileando nervioso sobre la mesa.
Cuando Emilia llegó, fue como si el tiempo se hubiera detenido. Entró con esa mezcla de seguridad y vulnerabilidad que siempre lo había desarmado. Tenía el cabello un poco más corto, y llevaba una campera de cuero negra que le quedaba perfecta. A Germán le costó un poco reaccionar.
—Hola —dijo Emilia , con una sonrisa suave, casi tímida.
—Hola, Emilia —respondió él, poniéndose de pie y señalando la silla frente a él.
Se sentaron, y al principio el silencio fue protagonista. Germán no sabía por dónde empezar, y Emilia parecía estar eligiendo las palabras con cuidado. Finalmente, fue ella quien rompió el hielo.
—Germán, quiero pedirte perdón.
Él levantó la vista, sorprendido. No esperaba que ella fuera tan directa.
—¿Perdón? —repitió, todavía intentando procesar lo que había dicho.
—Sí. Me equivoqué. Cuando te pedí tiempo, pensé que estaba haciendo lo mejor para los dos, pero ahora me doy cuenta de que lo único que hice fue lastimarte. No supe manejar lo que sentía, y en lugar de hablar con vos, me alejé.
Germán sintió que algo dentro suyo se aflojaba. Había pasado tiempo esperando escuchar algo así, pero cuando llegó, no sabía qué decir.
—Fue duro, Emilia. No te voy a mentir. Pero... nunca dejé de quererte. Creo que no podría.
Emilia suspiró, visiblemente aliviada.
—¿De verdad? —preguntó con una sonrisa tímida.
Germán asintió.
—Siempre te quise. Incluso cuando no entendía qué carajo estaba pasando, sabía que te seguía queriendo.
El momento era tenso, pero al mismo tiempo lleno de esa conexión que siempre habían tenido. Emilia abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, el celular de Germán comenzó a vibrar sobre la mesa.
—Perdón, tengo que atender. Es Spreen.
—Dale, tranquilo —dijo Emilia, aunque se notaba que la interrupción le había caído como un baldazo.
—¿Qué pasa, Spreen?
—¡Boludo, tenés que venir al hospital ya! Sofía está por parir. Se le adelantó el parto, y Rodri está como loco.
—¿Qué? ¿Cómo que ya? ¿No faltaban semanas?
—Sí, pero ya está. El pibe no quiso esperar. Venite ya, loco. Carre te necesita.
Cortó la llamada, y cuando levantó la vista, Emilia lo miraba preocupada.
—¿Qué pasó? —preguntó.
—Sofía está en trabajo de parto. Se le adelantó. Tengo que ir al hospital.
Emilia dudó un segundo, pero luego agarró su bolso y dijo:
—Te acompaño.
En el hospital
La sala de espera del hospital estaba llena de un aire cargado de tensión. Carre, estaba ahí, caminando de un lado al otro, con las manos en la cabeza. Parecía un león enjaulado. Apenas vio a Germán, fue directo a abrazarlo.
—Gracias por venir, loco. No sabés lo que necesito verte acá.
—Tranquilo, Rodri. Todo va a estar bien. ¿Qué dicen los médicos?
—Que está todo bajo control, pero igual, no puedo dejar de pensar en todas las cosas que podrían salir mal. Es muy pronto, Germán. No estaba preparado para esto.
Germán le dio una palmada en la espalda, intentando transmitirle calma.
—Nadie está preparado para esto, pero Sofía es fuerte. Y los médicos saben lo que hacen. Tené fe.
Rodri asintió, pero su mirada nerviosa se desvió hacia Emilia, que estaba a unos pasos de distancia.
—¿Emi? —preguntó, claramente confundido—. ¿Vinieron juntos?
Germán y Emilia se miraron, sin saber bien cómo explicarlo. Finalmente, fue Germán quien habló:
—Estábamos haciendo las paces.
Rodri levantó una ceja, pero no insistió.
—Bueno, me alegra que estén acá. Los necesito a los dos.
Los tres se quedaron en silencio mientras esperaban noticias. Cada minuto se sentía eterno, pero finalmente, un médico salió con una sonrisa.
—Felicitaciones, papá. Todo salió bien. Tenés un hermoso bebé. Sofía está descansando, y pueden pasar a verla en un rato.
Rodri se cubrió la cara con las manos, dejando escapar un suspiro de alivio. Después abrazó a Germán y también a Emilia.
—Gracias, loco. Y gracias a vos, Emi.
De verdad. Esto significa mucho para mí.Rodri entró al cuarto donde estaba Sofía, dejándolos solos en el pasillo. Emilia se giró hacia Germán, con una expresión mezcla de alivio y emoción.
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Cuando Volvimos a Encontrarnos | Germán Usinger, Unicornio
Fanfiction🌺Emilia y Rodrigo fueron inseparables en su juventud, unidos por una amistad que parecía inquebrantable. Pero la vida los llevó por caminos diferentes cuando Emilia se mudó a otra ciudad. Años después, un reencuentro inesperado despierta viejos sen...