Capítulo 21

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La emoción en el pasillo del hospital era palpable. Germán y Emilia se quedaron de pie, observando cómo Rodri desaparecía por el pasillo hacia la habitación donde estaba Sofía. Se escuchaba algún sollozo contenido mezclado con una risa nerviosa mientras se cerraba la puerta detrás de él.

Germán suspiró y miró a Emilia, todavía sosteniendo su mano.

—Es increíble, ¿no? Rodri, siendo papá. Jamás pensé que lo iba a ver tan nervioso.

—Yo tampoco —respondió Emilia con una sonrisa cálida—. Pero mirá, ahí está, enfrentándolo con todo. Eso lo hace más fuerte de lo que pensábamos.

Se quedaron en silencio por unos minutos, sentados en la sala de espera, dejando que la emoción del momento los envolviera. La enfermera volvió a salir al cabo de un rato.

—¿Son amigos de la familia? —preguntó.

—Sí —respondió Germán rápidamente.

—Sofía dijo que pueden pasar si quieren. Ya está descansando y pueden ver al bebé.

Se levantaron de inmediato y caminaron juntos hacia la habitación. Germán no soltó la mano de Emilia en todo el trayecto.

En la habitación

Cuando entraron, el ambiente en la habitación era completamente distinto. Había una calma nueva, casi mágica. Sofía estaba recostada en la cama, con una expresión de cansancio, pero también de pura felicidad. En sus brazos, un pequeño bultito envuelto en una manta azul se movía ligeramente. Rodri estaba junto a ella, con una sonrisa que Germán no recordaba haber visto nunca en su amigo.

—¡Miren quiénes llegaron! —dijo Rodri con entusiasmo, haciéndoles un gesto para que se acercaran.

—Hola, chicos —susurró Sofía, con la voz algo ronca pero llena de calidez—. Gracias por estar acá. En serio, significa mucho para nosotros.

Emilia fue la primera en hablar.

—Sofía, estás hermosa. Y este bebé ... ¡es una preciosura!

Germán, más torpe, se rascó la nuca mientras sonreía.

—Che, Rodri, no puedo creerlo. Mirá lo que hicieron. Es perfecto.

Rodri rió, emocionado.

—Sí, loco. Miralo. Es una locura, ¿no?

Sofía, con cuidado, levantó un poco la manta para que pudieran ver mejor al bebé. Era diminuto, con las mejillas sonrosadas y los ojos cerrados. Parecía tan frágil que Germán casi tenía miedo de mirarlo demasiado de cerca.

—¿Ya tienen nombre? —preguntó Emilia, acercándose un poco más.

Rodri y Sofía intercambiaron una mirada, y él asintió.

—Se llama Matias Rodrigo Carrera Martínez.

Germán no pudo evitar sonreír.

—Matías Rodrigo... Es un gran nombre. Le queda perfecto.

Emilia se acercó un poco más y le acarició suavemente la cabeza al bebé.

—Es un nombre hermoso. Bienvenido al mundo, Mati.

Sofía los miró con los ojos llenos de gratitud.

—Gracias por venir. De verdad. Tenerlos acá hace que este momento sea aún más especial.

Rodri, todavía emocionado, le dio una palmada en el hombro a Germán.

—Te dije que no quería enfrentar esto sin vos, loco. Vos sos mi hermano.

Germán asintió, tratando de contener las emociones que lo desbordaban.

—Siempre voy a estar acá, Rodri. Para vos, para Sofía, y ahora para Mati también.

Se quedaron un rato más, charlando en voz baja, admirando al bebé y compartiendo un momento que ninguno de ellos olvidaría. Antes de irse, Emilia miró a Sofía y dijo:

—Si necesitan algo, cualquier cosa, cuentan con nosotros.

—Lo sabemos —respondió Sofía con una sonrisa sincera—. Y eso nos hace sentir que tenemos todo lo que necesitamos.

En el pasillo

Cuando salieron de la habitación, el pasillo estaba mucho más tranquilo que antes. El bullicio del hospital seguía presente, pero para Germán y Emilia, todo parecía en calma. Se quedaron parados en silencio por un momento, procesando lo que acababan de vivir.

—Es impresionante, ¿no? —dijo Emilia, rompiendo el silencio—. Ver a alguien tan chiquito, tan... perfecto.

Germán asintió, todavía mirando al suelo, como si estuviera reuniendo las palabras adecuadas. Finalmente levantó la vista y la miró.

—Sí, Emi. Es impresionante. Y te hace pensar en lo que realmente importa.

Ella lo miró con una mezcla de sorpresa y ternura. Sin decir nada, tomó su mano nuevamente. Germán la apretó suavemente, y luego sonrió.

—Te das cuenta de que esto es lo que importa, ¿no? —dijo, mirándola a los ojos.

Emilia asintió, con lágrimas asomando en sus ojos.

—Sí, Germán. Esto es lo que importa.

Y en ese instante, los dos entendieron que, aunque el camino por delante no sería fácil, estaban listos para recorrerlo juntos. Habían dado un paso importante esa noche, uno que los acercaba no solo a lo que habían sido, sino a lo que podían llegar a ser.

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Cuando Volvimos a Encontrarnos | Germán Usinger, UnicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora