El resto del día transcurrió entre discusiones sobre comercio, rutas marítimas y las responsabilidades de cada colonia. Panamá trataba de mantenerse en segundo plano, atento pero intentando no destacar demasiado. Sabía que los ojos de España siempre parecían encontrarlo, y el peso de su mirada lo desarmaba cada vez.
Al final de la reunión, mientras los países se dispersaban, Argentina se acercó de nuevo, esta vez acompañado de Perú. Ambos parecían compartir una camaradería silenciosa, una conexión que no necesitaba muchas palabras.
"¿Qué te pareció todo esto, Panamá?" preguntó Perú con voz tranquila, pero sus ojos reflejaban una curiosidad genuina.
"Lo mismo de siempre," respondió Panamá con un encogimiento de hombros, intentando sonar despreocupado. "España dando órdenes y nosotros asegurándonos de que todo esté perfecto."
"Es cierto," intervino Argentina, cruzándose de brazos. "Pero no todos tienen el mismo nivel de presión. Parece que nuestro querido alfa tiene un interés particular en ti."
Panamá sintió el calor subir a sus mejillas nuevamente. "Eso no es cierto. Solo hace su trabajo."
Perú lo observó en silencio, como si pudiera ver más allá de las palabras. "Es normal sentirte así, Panamá. Todos nosotros, de alguna forma, cargamos con su sombra. Pero... no dejes que te consuma."
Argentina soltó una risa ligera. "Lo que Perú intenta decirte es que no estás solo. Todos hemos sentido esa presión, aunque algunos lo llevamos mejor que otros." Su tono era relajado, pero había un trasfondo de empatía en sus palabras.
Antes de que Panamá pudiera responder, la voz firme de Chile interrumpió la conversación. "Deberíamos hablar de esto en otro momento. España viene hacia acá."
Al escuchar esas palabras, todos se tensaron. Panamá sintió cómo su corazón se aceleraba al ver al alfa acercarse, su andar seguro y su expresión seria. Era imposible no sentirse pequeño bajo su presencia.
"¿Por qué siguen aquí?" preguntó España, su tono neutral, pero con la autoridad que siempre cargaba. Su mirada pasó de uno a otro antes de detenerse en Panamá.
"Solo estábamos intercambiando ideas," respondió Perú con calma, aunque el leve cambio en su postura delataba que incluso él sentía el peso de la presencia del alfa.
"Espero que esas ideas sean útiles para lo que discutimos hoy," dijo España, cruzando los brazos. Luego, su atención volvió a Panamá. "Tú, acompáñame."
Panamá sintió cómo su cuerpo se tensaba, pero asintió en silencio y lo siguió fuera del salón. Podía sentir las miradas de los demás sobre él, algunas de preocupación, otras de curiosidad.
El enfrentamiento en privado
España lo llevó hasta una habitación apartada en el edificio principal, lejos del bullicio y de las miradas curiosas. Cerró la puerta tras ellos, y el silencio que siguió fue tan denso como el aroma del alfa que llenaba el espacio."¿Por qué siempre intentas pasar desapercibido?" preguntó España, girándose para mirarlo. Sus ojos oscuros brillaban bajo la tenue luz de la lámpara de aceite. "Eres parte importante de este imperio, Panamá. Deberías actuar como tal."
"Lo intento," respondió Panamá, sintiendo cómo su voz apenas salía en un murmullo. "Hago todo lo que puedo para cumplir con mis responsabilidades."
España se acercó un paso, y Panamá sintió cómo el aire se volvía más pesado. "¿Hacer lo que puedes? No es suficiente. Eres un omega, sí, pero eso no te excusa de mostrar fortaleza."
Las palabras de España eran como una mezcla de reproche y algo más, algo que Panamá no podía descifrar del todo. Sus instintos lo impulsaban a bajar la mirada, a someterse, pero su corazón luchaba contra eso.