La madre de Tae estaba sentada en una sala de espera, sus manos temblando mientras trataba de procesar todo lo que acababa de presenciar. La enfermera se le acercó con una taza de té y una sonrisa calmada.
"Señora, entiendo que esto pueda ser abrumador. Pero necesito que me escuche", comenzó la enfermera, sentándose a su lado. "Su hijo ha estado mejorando significativamente desde que comenzó a pasar tiempo con Jungkook. Es algo que incluso los médicos han notado. Tae tiene más fuerza, más ganas de luchar. Jungkook le da algo que nosotros no podemos darle: compañía, entendimiento y, sobre todo, esperanza."
La madre suspiró profundamente y frotó sus ojos. "Yo... yo no sé cómo aceptar esto. Tae es mi único hijo. Todo lo que hago, lo hago por él. Pero si Jungkook le hace daño... ¿cómo lo superaría? No quiero que mi hijo sufra más. Ya ha pasado por tanto... no quiero que su corazón también sea lastimado."
La enfermera la observó con ternura y, tras un momento de silencio, soltó una risa suave. "¿Sabes? Por un momento pensé que su preocupación era porque no quería aceptar que su hijo fuera gay."
La madre se quedó en silencio, su mirada sorprendida y confundida. "¿Qué? No... no es eso. No me importa si Tae ama a un chico o a una chica. Lo único que me importa es que no lo lastimen. No es justo que él sufra más de lo que ya ha sufrido."
La enfermera asintió con empatía. "Entonces, permítame decirle algo, señora. Jungkook no es alguien que vaya a lastimar a Tae. He visto cómo lo cuida, cómo lo mira, cómo se preocupa por él. Jungkook también ha pasado por mucho. Él no tiene una madre que lo consuele, y su padre rara vez está presente. Pero a pesar de eso, es un joven con un corazón de oro. Y por lo que he visto, esos dos chicos se están ayudando mutuamente a seguir adelante en este difícil camino."
La madre de Tae bajó la mirada, sintiéndose dividida entre su instinto protector y la realidad que la enfermera le mostraba. "¿De verdad cree que Jungkook es bueno para él?" preguntó, su voz casi quebrándose.
La enfermera sonrió. "No lo creo, señora. Lo sé. Y no lo digo como enfermera, sino como alguien que ha visto cómo Tae sonríe cuando Jungkook está cerca, cómo se esfuerza más en sus tratamientos. Usted no puede protegerlo de todo, pero puede confiar en que alguien más también lo cuide."
La madre de Tae dejó escapar un suspiro pesado, sus emociones mezcladas. Finalmente, murmuró: "Supongo que debo aprender a confiar en que ellos saben lo que necesitan... aunque me cueste."
La enfermera le dio una palmadita en el hombro. "Eso es todo lo que un buen padre puede hacer. Confíe en Tae y en el cariño que Jungkook tiene por él. Déles la oportunidad de apoyarse mutuamente."
La madre de Tae se quedó en el marco de la puerta, sin hacer ruido, observando aquella escena que, de alguna manera, le rompía y le sanaba el corazón al mismo tiempo. Jungkook, estaba arrodillado frente a Tae, ajustando cuidadosamente los zapatos en sus pies delgados. Cada movimiento era suave, lleno de paciencia y cuidado, como si temiera lastimarlo.
"Listo, mi osito. Ahora vamos a dar una vuelta, ¿sí? Quiero que sientas el sol un rato", dijo Jungkook con una sonrisa cálida mientras levantaba a Tae en sus brazos con delicadeza, acomodándolo en la silla de ruedas con una facilidad que hablaba de costumbre. Su otra mano tomó el tanque de oxígeno con firmeza, como si se tratara de algo invaluable. Antes de seguir, se inclinó y dejó un beso en la mejilla de Tae.
El gesto fue tan natural, tan lleno de cariño, que la madre de Tae sintió un nudo formarse en su garganta. Y entonces escuchó algo que nunca había imaginado: "Te amo, mi osito", murmuró Jungkook, su voz suave pero cargada de una sinceridad abrumadora.
Tae, quien había estado más callado que de costumbre, sonrió. Pero no fue cualquier sonrisa; era una sonrisa que iluminaba la habitación, una que su madre no había visto en años, si es que alguna vez la había visto. Tae parecía... pleno, contento. Feliz.
ESTÁS LEYENDO
TAEHYUNG TIENE CÁNCER
RandomQuerido diario, Hoy, 15 de noviembre de 2003, me llevarán otra vez a quimioterapia. A veces siento que ya no puedo más. Mi madre me repite que todo esto es para mi bien, que es una esperanza, una lucha que no debo abandonar. Pero, ¿a quién engañamos...