Capítulo treinta y cuatro.

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Como fantasmas

¿Quien se supone que somos? Si siento que quien dice ser yo misma a robado mi cuerpo.

Harry sospecha, definitivamente Harry sospecha, por desgracia y frustración de Hermione estaba segura de que terminarían dándose cuenta de lo que estaba pasando casi a finales del semestre, para su suerte no faltaba tanto.

No es que Dalia le hubiera contado algo, su otro yo parecía decidida a ignorarla, la veía, y seguramente también la escuchaba, pero Hermione sospechaba que podía apagarla, no era ni remotamente normal la forma en que la muchacha fingía que no estaba allí cuando la increpaba para que le devolviera su cuerpo.

¿Era realmente su cuerpo?

Recordaba las extrañas visiones, los recuerdos ajenos, últimamente incluso recordaba mucho a esa niña que había sido, la verdadera hija de sus padres, lo cierto era que cada año se parecía menos a sus padres y más a Dalia, se preguntó si dentro de unos años más su color de cabello comenzaría a volverse rojizo y lacio, si su piel se aclararía más incluso, después de todo, su piel era ligeramente más oscura en sus fotos de infancia, más similar a la de sus padres.

La reunión con Snape fue esclarecedora, y muy confusa al mismo tiempo. Severus Snape, "Sev" para Dalia, solo se había parecido al hombre amargado que conocía en los primeros minutos de la llegada de Dalia al despacho, a partir de ese momento su voz perdió fuerza, llegado un punto incluso abandonó esa degradable entonación que tenía, y que ahora se daba cuenta, era porque siempre hablaba entre dientes, cuando habló claramente, con una voz que no tenía mucho que envidiarle a la de cualquier locutor de radio, con un acento que era una mezcla rara entre el inglés de los barrios pobres del Londres muggle y de la forma de hablar de los Malfoy, y casi todos los Slytherin, parecía otra persona, su voz incluso sonaba vulnerable.

Por otro lado, también estaba él aquí, el inefable de ese día; todo había comenzado a ir mal desde lo que vió aquella vez.

Hermione había acompañado a Dalia en su carrera al despacho de Snape luego de escuchar a Harry y Luna conversando, aquella conversación le había dado esperanzas de ser rescatada, pero a Dalia le indicó otra cosa que Hermione había tardado en comprender.

Si Luna podía ver su reflejo, entonces también vería el de Regulus Moore, y si lo hacía, era muy probable que el chico, al igual que ella, estuviera cerca de su cuerpo.

Regulus era un chico atractivo, más guapo que el promedio pero no deslumbrante, aún así había algo en él que le hacía imposible quitarle los ojos de encima, en el otro Regulus era más evidente, Regulus Moore por su parte era más reservado, más tranquilo, pero tenían algo en común, ese brillo triste y astuto en los ojos, esa sonrisa tierna y esa forma de dejarse desbordar por los sentimientos en el momento más inesperado.

Hermione se preguntó si le pasaba lo mismo a ella con Dalia. Si tenía tanto de Dalia en ella como tenía Regulus del otro Regulus.

Pero lo cierto es que solo había visto al chico unas pocas veces, tal vez la memoria se le estaba alborotando ¿Cómo podría saber ella como era su carácter si solo lo había visto de lejos? ¿No sería que estaba confundiéndolo con el otro Regulus, del que tanto se acordaba? Y por eso sentía conocerlo de toda la vida.

El cabello de Regulus More estaba cortado a rape, mal cortado además, no recordaba que lo tuviera así la última vez que lo vió, era un marcado contraste con Regulus Black, quien había hecho crecer su cabello, le recordaba a los magos sangre pura, tal vez eso fuera, pero nunca antes se había dado cuenta Hermione de cuan diferente era la estética de los magos comparada con los muggles, no es que a Hermione le hubiera importado antes, pero viendo a ese chico en sus dos versiones, no necesitaría que le dijeran cual había sido un sangre pura y cual había crecido en el mundo muggle, aquello saltaba a la vista.

La generación rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora