Los pétalos de las rosas
corrieron como disparo al aire libre,
mis gritos formaron un vendaval,
tus excusas un muro de acero.
Mis lágrimas olas bravías
tu voz llevándome al desierto
dejándome con sed.
Mis manos, grandes escudos
tus palabras, flechas violentas,
mi piel era suave como la seda,
tus puños gruesos como el concreto.
No había forma de competir
no había forma de ganarte
de darte pelea, de poder continuar.Debía huir
tenía que correr, lejos,
como agua que cae
como caracol cerca de sal
como estrellas en la noche,
evitando que el sol logre alcanzarlas.
Tomé mis pertenencias
mis dos poemas
mis cuatro versos
dedicados al arroyo,
mis lápices rotos
y mi flácida alma.
Al correr sostuviste mi mano,
me solté, corrí hacia donde se pone el sol.
Mis pies encontraron el césped, mi mente libertad.Escuché tu voz reclamando
se mezclaba con el ruido del aire
hacía eco con el sonido de mi cabello
que viajaba más rápido que un caballo de carrera.
Al llegar a la nada
aprecié el atardecer
me lancé al vacío,
el vacío de mi alma.
Quité la enredadera,
dejé libre mi corazón.
Hoy era solo de mí,
fuimos libres los dos.