Entre Sombras y Promesas
La noche había caído con fuerza sobre la ciudad, y la oficina de Alessia Romano, una de las tantas en el rascacielos que dominaba el horizonte, estaba bañada por la luz tenue de las lámparas. La ciudad abajo parecía ajena a todo lo que sucedía en el interior de ese despacho, donde Alessia, sumida en sus pensamientos, repasaba una y otra vez las palabras de Giovanni. Había algo inquietante en su regreso, algo que no terminaba de encajar. Sin embargo, la mente de Alessia se vio rápidamente distraída por el sonido suave de la puerta abriéndose.
—¿Te interrumpo? —la voz de Alexander Reyes rompió la quietud del aire. Su figura alta, de pasos firmes y presencia cautivadora, se reflejaba en la luz difusa de la oficina. Alessia, aún pensativa, lo miró brevemente y asintió.
—No. Entra. —dijo con tono suave, pero cargado de una intensidad que solo Alexander sabía percibir.
Él cruzó el umbral, cerrando la puerta detrás de sí. Su mirada fija en Alessia mostraba una mezcla de deseo y preocupación. La tensión entre ellos nunca se disipaba por completo, y hoy, por alguna razón, estaba más palpable que nunca. Alessia se permitió un leve suspiro y se recostó en su silla, observando cómo Alexander se acercaba.
—¿Estás bien? —preguntó él, deteniéndose cerca de su escritorio. Había algo en su mirada que la inquietó, un destello de preocupación que no solía ver en él. Alessia sonrió levemente, intentando disimular las nubes oscuras que rondaban su mente.
—Lo estaré. —respondió con un tono más firme, aunque sus ojos, en sus profundidades, decían lo contrario.
Alexander la observó un momento más, como si estuviera evaluando si debía presionar más sobre el tema. Finalmente, hizo un movimiento que pareció instintivo: extendió su mano hacia ella, invitándola a levantarse. Alessia no dudó. Con un leve gesto, se incorporó de su silla y, sin decir palabra, se acercó a él.
El aire entre ellos se cargó de electricidad. La tensión era palpable, más fuerte que nunca. Alessia podía sentir la calidez de su cercanía, la intensidad de su mirada. Era como si el tiempo se ralentizara cada vez que se encontraban así, como si, en su presencia, el mundo fuera un lugar diferente, más simple y peligroso a la vez.
—¿Sabes que te observo constantemente, Alessia? —dijo Alexander, su voz bajo, grave, como si estuviera desnudando algo profundo y personal. Alessia lo miró directamente a los ojos. No era la primera vez que se enfrentaban a esta batalla silenciosa de deseos no expresados, pero la diferencia era que ahora, algo en ella comenzaba a cambiar.
—Lo sé. —respondió ella, sin apartar la vista. Sus palabras no necesitaban explicaciones. Su conexión era algo tácito, algo que ninguno de los dos había decidido verbalizar, pero que ambos entendían perfectamente.
Con una agilidad silenciosa, Alexander la rodeó con sus brazos, acercándola más a él. El roce de su cuerpo contra el de ella provocó que un escalofrío recorriera su espina dorsal. Alessia cerró los ojos por un segundo, dejando que la intensidad del momento la envolviera. Había algo hipnótico en él, algo que la desarmaba poco a poco, pero su mente seguía luchando contra los sentimientos que él despertaba.
—¿Te asusta? —preguntó él en un susurro, sus labios tan cerca de los de ella que podía sentir el calor de su aliento. Alessia no respondió de inmediato. Sus dedos se posaron sobre su pecho, sintiendo los latidos fuertes de su corazón. La sensación de cercanía y vulnerabilidad era tan intensa que no sabía si debía retroceder o rendirse.
—No. —respondió finalmente, su voz más suave, dejando que la verdad se filtrara entre sus palabras. Ella no podía negar lo que sentía, lo que había crecido entre ellos. Aunque el miedo seguía allí, esa parte de ella que siempre temió perder el control había algo más fuerte, algo que la empujaba hacia él.
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Reina Del Crimen
Mistério / SuspenseAlessia Romano ha heredado el trono de la mafia italiana, convirtiéndose en "La Reina del Crimen", una figura poderosa en un mundo dominado por hombres. Gobernando con inteligencia y mano de hierro, Alessia ha aprendido a no confiar en nadie, especi...