Capítulo 33: El primer paso para nuestra casa.

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"¡Luciano es increíble!"

"¡Vamos, tú puedes!"

Las palabras de aliento no paraban de llegar de parte de las dos gemelas. El problema era que yo estaba totalmente asqueado mientras usaba mi magia para separar la piel de los dos conejos que ellas habían traído. Sí, yo mismo me ofrecí a hacerlo para no desperdiciar el material y que saliera lo más prolijo posible, y de paso quedar como alguien asombroso ante las atentas miradas de todos.

"Entonces... ¿Para qué es eso?" Preguntó Rin mientras se arrodillaba al lado mío.

"Las chicas me pidieron que les creara algo de ropa para los pies, porque ya no querían seguir lastimándoselos y tener que tomar del agua mágica para sanarse".

"¿En serio? Nunca habíamos pensado en algo así, es asombroso. Cuando era niño siempre era una molestia el dolor en los pies, pero poco a poco, al crecer, se me fue pasando hasta que tomé de esa agua y me empezaron a doler de nuevo".

"Claro..." Dije mientras me concentraba en terminar de sacar la piel del último conejo, el de color blanco.

"¡Yo quiero ese!" Gritó Samira apenas salió el último trozo, tirándose al suelo para verlo de cerca.
Sus ojos parecían dos estrellas.

No pasó un instante hasta que su hermana, que tenía una actitud completamente renovada, también se abalanzara para no perder terreno.
"Samira, yo voy primero porque fue mi idea, ¿sabes?"

"¡Ay, Sumi! Tú siempre quieres acapararte todo primero, lo mismo mi hiciste con la pulma".

"Pluma se dice", corregí de inmediato

"Bueno... eso".

"Yo no tengo la culpa de ser siempre la primera".

"Tranquilas, chicas", intervino Rundia, poniendo una mano en el hombro de cada una.
"Luciano va a hacerle las cosas a las dos, no importa quién va primero, ¿sí?"

"Está bien..." Respondieron al unísono.

"Ya vengo, voy a lavar estas pieles rápidamente en el agua", murmuré, levantándome de la tarea que ya había estado realizando. No podía perder tiempo y sabía que el lugar ideal para lavarlas era el agua salada de la playa.

Corrí hacia la orilla, dejando atrás las voces de la cueva y de las gemelas, que ya empezaban a pelear por quién recibiría el primer par de 'zapatillas'. Estaba claro que lo que para mí era una tarea sencilla, para ellas se convertía en todo un evento, un juego incluso.

Al llegar a la orilla metí los pies en el agua. El agua fría me dio una sensación refrescante, aunque la idea de ensuciarla con las pieles no me convencía del todo. Aun así, era lo más práctico.

Comencé a frotar las pieles bajo el agua, asegurándome de quitar cualquier resto de suciedad y sangre. El agua se movía lentamente, pero las olas seguían tocando suavemente mis piernas, casi como si estuviera en una especie de trance mientras me concentraba en lo que hacía. No era la forma más avanzada de trabajar con pieles, pero si tenía que usar lo que había en este mundo, aprendería de la manera más práctica posible.

Pensar que acá será el lugar en donde irá nuestra casa... Bueno, todavía tengo que hablar con los demás.

Al final terminé de limpiar las pieles, las dejé en la arena para que se secaran un poco y justo en ese momento, Mirella llegó volando.

"Luciano, ¿yo también puedo tener de esas cosas que van a ir en los pies de Samira y Suminia?"

Hice un sonido de duda antes de contestar.
"No sé... Me parece que no te hace falta, porque vos siempre estás volando".

El pibe isekaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora