36. Si había odio, ya me hubieras visto partir

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Si había odio, ya me hubieras visto partir


¿Cómo podrías estar conmigo
aún cuando pensé que desde un inicio,
romperíamos tarde o temprano?

¿Pudiste comprender las osadías, testaruda y falsas razones que me inventé para convencerme de amarte?

¿Estuviste de acuerdo en un principio, sabiendo que el único perjudicado
sería el primer infiel?

Nunca debí dudar de tu lozana piedad, en que siempre estarías para mí si yo estaba para ti,
en que me hicieras reflexionar cuando no te trataba con respeto,
pero solamente debiste dejarme un pequeño tiempo, tal vez un espacio,
para alguien tan desacostumbrado a meditar (como yo).

Y yo debí escucharte a ti y tus reprimendas por desquitar mi recelo, desconfianza,
con tu cariño puro sin intencionalidades.

Lástima que hayamos estado desacostumbrados a ser lozanos,
a pelear y exponernos odio,
buscando que alguno de nosotros lo convirtiera en amor.

Mayor lástima a mi corazón indeciso
que naufragó en tus encantos siéndome desconocidos,
que estableció luego un pacto y una conquista con el ego
pero no con tus bondades, ni sentimientos.

Pero dentro de lo que cabe en mi humanidad torpe,
llena de vicios y agujeros que desearía llenar,
hace no mucho descubrió también
que desde siempre, en casa, contigo, se hallaba la calma y pasión.
La única respuesta a mi tormentosa paranoia plácida
que comenzaba a arrastrarme a la toxicidad, perdición.

Solo tú, hermosura,
fuiste capaz de abrirme los mismos ojos
que por ti quedaron ciegos.
Ya hoy pasó, mañana también lo hará.
Y así...

Lástima que desde ahora
me decida a atarme otra vez,
a tu luminosa y devota forma de meditar.
Pero esta vez, sin pensar.
Respiré con resiliencia, en completa paz.

Me amaste porque creí amarte,
tu espejo era el mío y creí comenzar a odiarte,
volvimos a girar hasta que paré y decidí mirarte otra vez.
Supe que debía amarte.

Así, el círculo de nuestro amor que se había roto,
solo nos condujo a la salida de ese condenado laberinto de odio.
Aunque para haber logrado escapar, debimos de amarnos.

Solo los enamorados podrían creer odiarse
habiéndose preparado únicamente para amarse.
¡Y ni hablar de los novios, esposos, conexiones de profundidades inestimables!
Quién sabe, deseo ver
quién de nosotros pensará primero en el anillo.

Por eso no dudes, pero por si lo haces:
Debes amarme a mí.
Yo te amaré a ti.
Y de ese manicomio intoxicado, con tábulas rasas nos verán partir.




«14/08/2023»

100 poemas de un corazón desesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora