33. Reflejo propio

10 2 2
                                    


Reflejo propio

La masa de carne que creció amorfa,
—no más que las cóncavas superficies óseas,
virulentas venas y arterias sinuosas,
tejidos laxos y tensos retozantes al palpitar—,
ha perdido su perfecta compañía frente al mirar,
al despertar del cancerígeno cuerpo
multiplicable, aumentativo,
durable hasta el último centavo invertido
en la corte prefrontal del cerebro operativo.

¿Por qué mi inversión no resultó remunerada,
si pensar por ti me ha sido un gran sacrificio?

Eres un escorbuto; llegas porque me falta acidez
y no sufrí lo suficiente para ser saludable.
Me amenazas con corromperme a mí, ¿a quién?
¿A tu precioso y lindísimo ser?

Aún vives en él, respirando sus toxinas y absorbiéndolas tu piel,
alimentándote de pensamientos raros, obscenos,
romantizando tu muerte como un desenlace de cassette:
como melodía hogareña que escuchas sabiendo que no va a volver.

Pero sueñas que él vendrá, y pronto.
Sé que anhelas verlo y darle encuentro,
volverlo tu sustento
para resistir y vivir más contento.

Sé que ha sido un error habernos crecido tanto,
descarrilar nuestros pensamientos vanos y acicalarnos
con tratos falsos y sentimientos caros.
Lo fue, porque hablar y contactarte de nuevo ahora es pesado.

Has fallado, y nuestro costo ha aumentado.
Respirar, observar, sentir, pensar
actualmente son operaciones con un precio fijado;
no quedando así ya ningún espacio
para la ánima, el amor o el mérito sin sabor a humano.

Reflejo mío, ¿y ahora a dónde vamos?




«11/10/2024»

100 poemas de un corazón desesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora