El adiós de Paco

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   Al despertar de mi letargo me sentí muy inquieto, me desperecé estirándome y erizando mi pelaje al igual que la otra vez, estaba desesperado tenía sed y hambre, caminaba mientras mi hocico dirigía mis pasos.
Frustrado por no haber nada que pudiera comer decidí salir al lavadero, de un salto puse mis cuatro patas en el filo de la barandilla, no sentí ningún vértigo, ni miedo por estar subido allí, caminé por la baranda hasta pasar a la casa contigua.
Sabía que allí vivía una señora mayor, cuando coincidíamos en el ascensor o bien en el rellano solíamos desearnos los buenos días, por educación, yo sólo llevo tres años viviendo en aquel edificio y sinceramente no conozco a nadie debido a los horarios tan raros que tengo, suelo escribir de noche y dormir de día, algo muy contrario a la normalidad del resto de vecinos.
El caso es que me colé por aquella puerta entrando primero en la cocina, mi cabeza se dirigía hacia todos lados, comparaba la distribución de su casa con la mía. Su estilo era más bien de otra época, nada que ver con los muebles de hoy en día de líneas rectas y colores básicos, negro, blanco, roble o nogal.
No estaba nada mal, me recordó a la casa dónde crecí, seguí caminando hasta llegar al comedor, allí estaba ella, simplemente me miró, no se asustó.
—¿Ya estás aquí? —preguntó.
Yo simplemente maullé como si confirmase su pregunta, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, ni por qué ella me trataba con aquella familiaridad, ronroneé y froté mi cuerpo entre sus piernas una y otra vez, aquella sensación era nueva para mí, no controlaba lo que hacía, todavía había una parte de mí que era del todo irracional.
—Tranquilo, ya voy —dijo como si supiese que era lo que yo necesitaba.
Caminó hasta la cocina y trasteó en uno de los armarios, llenó un cuenco con agua y lo depositó en el suelo, yo me acerqué lo olisqueé y bebí ávidamente, estaba sediento al tiempo que mis orejas se movían controlando lo que aquella mujer hacía.
Depositó un segundo cuenco lleno de pienso en el suelo y la verdad es que ni muerto iba yo a comer aquello. <<Mierda, mierda y mierda, ya tenía la boca llena de aquel compuesto, masticaba y tragaba sin cesar>>.
—Sí que tenías hambre —afirmó al verme meter el hocico una y otra vez en aquel cuenco.
Volví a beber agua y el compuesto se empezó a inflar en mi estómago de tal manera que me sentí saciado. Y de nuevo yacía sentado sobre mis cuartos traseros y lamía mi pata para pasarla por mi cabeza y con una postura digna de un contorsionista, lamí todo mi cuerpo, de nuevo me estaba aseando.
Aquella mujer siguió cocinando como si yo no estuviera allí o como si yo fuera alguien conocido. Canturreaba mientras se preparaba la comida. Yo me tumbé en medio de la cocina y ella me sorteaba cada vez que tenía que ir a la nevera en busca de algún alimento. ​
Lo cierto era que mi sentido animal no la consideraba una amenaza, más bien todo lo contrario. Apagó el fuego y se perdió por unos minutos en la sala contigua, yo seguí tumbado hasta que ella volvió de nuevo, cogió su plato y mirándome me dijo.
—Voy a comer, ¿te vienes? o te vas a quedar ahí tumbado.
Yo levanté mi cabeza y bostecé primero para levantarme y seguirla hasta el comedor, ella se sentó en la mesa y yo lo hice en el sofá, lo amasé durante un rato y después de dar dos vueltas me enrosqué y la miré. Ella sonreía y yo parpadeé lentamente dos veces, para luego dormitar en su sofá.​
El timbre de aquella casa me despertó, aquella mujer caminó hacia la puerta, se había cambiado de ropa y llevaba puesta una especie de túnica, yo escuchaba su conversación en la lejanía, continué dormitando hasta que aquellas dos mujeres entraron en el comedor, abrí mis ojos para contemplarlas.
—Pasa Josefa —. Le decía.
Una mujer algo más mayor que ella entró, se sacó el abrigo y lo dejó con mucha familiaridad sobre una de las sillas y me miró.
—Tere, ¿desde cuando tienes un gato? —preguntó con tono curioso sin dejar de mirarme.
—Es un cliente —dijo sin más.
Yo escuchaba y entendía todo lo que aquellas mujeres hablaban, ella, se llamaba Tere y acababa de decir que yo era un cliente, << ¿qué significaban aquellas palabras?>>. No podía dejar que Tere se perdiera por el pasillo sin yo averiguar de que se trataba todo esto, así que de un salto bajé del sofá y la seguí. Realmente era sigiloso, o a ella no le importó que la siguiera.
La habitación era pequeña, una mesa en el centro y un solo mueble en el que albergaba un pequeño altar, de un salto husmeé todo lo que allí había, alucinaba por la agilidad de mi cuerpo y el no tocar nada de lo que allí había expuesto.
Ambas mujeres se sentaron en la mesa y Tere habló primero. —Sabes que Paco lleva mucho tiempo sin manifestarse, no sé cómo decirte que es posible que su alma haya realizado la última fase y ya no esté con nosotras. ¿Entiendes lo que te digo Josefa?
Yo agité mi cabeza de la incredulidad, Tere era una médium, << ¿en serio?, ¡venga ya!, seguro que estaba de coña>>, aunque aquella sala parecía lo que era, cortinas gruesas, inciensos, velas, el tocador grande con el altar y supongo que lo que cubría la tela negra era un espejo, la mesa de centro y sospecho que en aquella bolsa estaban las cartas del tarot.
—Espíritus, guiad el alma de Paco, Josefa quiere despedirse —. Tere lo invocó con aquellas simples palabras.
No ocurrió nada ni yo presencié truco alguno, como el movimiento automatizado de algo dentro de aquella habitación. Tere seguía con los ojos cerrados y a Josefa se la veía angustiada.
Yo salté al suelo y me metí bajo la mesa, quería saber si Tere hacía algo por allí abajo que pudiera alterar la no presencia de los espíritus y timar a aquella pobre señora.
Nada, no pasó nada, salí de debajo de la mesa y me senté de nuevo en el suelo, perezosamente me lamía la pata y al acabar me tumbé a esperar, de nuevo Tere volvió a invocar a los espíritus, yo sentí un cosquilleo en mi pelaje y sin poder evitarlo me puse a cuatro patas y salté sobre la mesa y me senté.
Empecé a maullar, mientras aquellas dos mujeres no paraban de mirarme, sentí que mi cuerpo se tensaba y mis maullidos no cesaban, mi garganta se secó, yo pensaba que iba a sacar de nuevo una bola de pelo y no fue así, mi voz se moduló, no la reconocí en las primeras palabras que articulé a través de la boca de mi yo gato, sonaban con un tono de voz diferente.
—Josefa escúchame, no tengo mucho tiempo. Estoy bien, he realizado el tránsito espiritual, sé que mis palabras no se corresponden a quien yo fui, vive tú vida con intensidad, mi recuerdo yace en ti. Amor.
Y de nuevo comencé a maullar de la misma forma que había empezado, mi cuerpo se destensó y aquellas dos mujeres no dejaban de mirarme asombradas, al igual que yo no entendían que es lo que acababa de suceder en aquella habitación.
No comprendía si lo ocurrido se debía a algo mágico y espiritual o por el contrario todo estaba relacionado con mi transformación en felino, solo quería despertar de esta pesadilla, que en este momento la sentía del todo real.
Tere me cogió entre sus brazos, sus ojos lagrimeaban y su boca pronunciaban una y otra vez, <<gracias>>, yo me quedé quieto por unos minutos, hasta que mi yo felino sintió la necesidad de zafarse, Tere lo supo y me dejó en el suelo.
Salí de aquella habitación para realizar el camino de vuelta a mi casa, al pasar por el cuenco lleno de pienso metí de nuevo el hocico, me llené la boca, después agua. Giré mi cuerpo y mis orejas escuchaban, más allá, las dos mujeres seguían sin moverse de la habitación, volví a girarme para encarar la puerta de acceso al lavadero, de un salto mis cuatro patas se situaron en la barandilla y caminé de vuelta a mi casa. Fui hasta la habitación, el siamés tomaba todas las decisiones de qué hacer y dónde ir en todo momento y mi parte racional intentaba no volverse loca por lo que acababa de acontecer.
De un salto subí a mi cama, la amasé y di dos vueltas sobre mí mismo, hasta que encontré la postura ideal, mientras cerraba los ojos repasé mentalmente todo aquello que no me atrevía a analizar y mucho menos a verbalizar.
Me había despertado siendo un gato, no solo en apariencia, si no que toda mi gestualidad era la de ese animal y que decir del espíritu que me poseyó para transmitir un mensaje a su esposa, solo de pensarlo se me erizaba la piel, bueno más bien el pelaje.
Se me escapó un profundo suspiro, no sabía que los gatos pudiesen hacer eso. No me reconfortó, pero aquella fue la única forma de alivio que encontré. Cerré mis ojos y dejé que la naturaleza felina tomara el mando y durmiera a mi yo humano y que al despertar volviera a ser quien soy, Oliver.
En la habitación Tere y Josefa pudieron articular la primera conversación tras el silencio que se formó después de que aquella transformación corpórea les hablase, Tere jamás pensó en darle a Josefa aquello que ella tanto deseaba, habían sido tantas las peticiones para que Paco se manifestara que ya no tenía ninguna esperanza.
—Tere, ¿ese gato era Paco? -preguntó Josefa -. No parecía su voz, él nunca ha sido tan, tan... -. Josefa no sabía cómo expresar lo que acababa de ver y escuchar -. Intelectual a la hora de expresarse —dijo al fin tras escuchar las palabras pronunciadas por aquel siamés.
—Quizás Paco necesitaba la presencia de alguien del género masculino para transmitir y de ahí que su lenguaje no fuese el que tú conocías, Josefa, no sé lo que ha pasado, de verdad que no lo sé.
Era cierto que Tere nunca había presenciado una migración entre un espíritu y un animal para transmitir una última voluntad. Sí que era cierto que se alegraba muchísimo de que Josefa encontrara en aquella sesión lo que tanto anhelaba, una última comunicación con su Paco y esperaba que pusiera punto final a su pérdida.
—Bueno, Tere, creo que este ha sido un bonito final —dijo Josefa volviendo de nuevo en sí.
—Sé que a partir de ahora estarás bien —confirmó Tere—. Te echaré de menos a ti y por supuesto a Paco —sonrió con cariño y tristeza.
—Bueno, vendré una vez al mes, pero está vez tendrás que trabajarte el que me salga un señor algo mejor que mi Paco —soltó Josefa.
Tere sabía que las palabras de Josefa eran del todo ciertas y confirmaba que ya había dado el primer paso a esa nueva vida que ella esperaba que fuera del todo provechosa. Se levantó de la silla y abrazó a Josefa.
—Claro que sí, aunque he de decir que no hago milagros, nada de tipos jóvenes y apuestos, no estaría yo tan sola si pudiera llevar a cabo tales peticiones —rio su propia broma.
Josefa se levantó de la silla y por última vez recorrió el camino de vuelta a la salida, no sin antes echar un último vistazo a aquella sala, rememoró de forma fugaz su primera visita en busca de una última conexión con su marido. Ahora se sentía despojada de cualquier rencor o mal sentimiento, sabía que allí acababa su duelo, cerró sus ojos tiró un beso al aire con la esperanza de que el espíritu de Paco pudiera saber lo mucho que ella lo había querido. En el comedor cogió su abrigo y bolso que abrió para pagar la sesión de Tere.
—Josefa, no puedo cobrarte, yo no he hecho nada —habló Tere.
—No seas boba, cómprale algo bonito a ese gato.
Depositó el dinero sobre la mesa y Tere no se atrevió a tocarlo, abrazó de nuevo a Josefa y cuando la puerta se cerró fue en busca del siamés, lo buscó por toda la casa y no lo encontró, por lo que salió al lavadero, miró hacia abajo al igual que lo hizo hacia arriba, el único lugar por el que el gato podía haber accedido a su casa era por el balcón contiguo. <<Ahí vive aquel joven...>>, se dijo.
Caminó al interior de su casa cerrando la puerta del lavadero, era extraño saber que aquel hombre que llevaba tres años viviendo allí y que apenas si hacía ruido tuviese un gato. No tenía pinta de ello.
Volvió al comedor cogió el dinero de la mesa y lo guardó en el cajón, <<menuda propina para un gato>>, pensó, con aquella cantidad podría darle de comer durante tres meses como poco.
Recogió la sala y la aromatizó con un preparado para limpiar el ambiente de espíritus, hizo los rezos y cerró la puerta, por hoy ya había tenido bastantes influencias del más allá, se haría la cena y pondría algo de cotilleo en la televisión para distraerse durante el resto de la tarde, cosas más mundanas se dijo.

Lady & MarrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora