Jugando al quién es quién

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He oído el timbre de casa, camino hasta la puerta y miro por la mirilla. <<Es Salva. ¿Quién se cree qué es?, venir a casa y...>>. Estoy molesta, o más bien enfadada, es la primera vez que está aquí en mi casa, esto no me lo esperaba.
  —¿Puedo pasar? —dice nada más abrir la puerta.
  —¿Quieres tomar algo? —pregunto por cortesía.
  Me giro dejando la puerta abierta y sigo caminando hasta llegar al salón, él la ha cerrado. Le espero con los brazos cruzados sobre mi pecho y me pongo a la defensiva. 
  —Nat, cariño, ¿estás bien?, se te ve enferma —dice con suavidad nada más entrar.
  Lleva puesto su abrigo negro, en su mano derecha el maletín que le regalé y huele a..., el aroma que tanto me gustaba me resulta repugnante.
    Escucho tras de mí una serie de estornudos, Salva y yo nos giramos para ver a un gato, un siamés para ser más precisa. Lo cojo y lo acomodo entre mis brazos mientras Salva me pregunta.
  —¿Desde cuando tienes gato?
  Salva alarga su mano y el gato que tengo entre mis brazos lo arañará, mientras frota su cara en mi cuello, siento su suavidad y la humedad de su nariz al contacto con mi piel.
  —Por lo visto tampoco eres su agrado.
  —Nataly, cariño, recapacita he cometido un error. Solo ha sido sexo, no tiene nada que ver con lo que siento por ti.
  Lo que acaba de decir me revuelve el estómago, que desfachatez venir a casa para soltar toda esa mierda.
  —En serio, ¿qué no entendiste de lo que te dije en la cafetería?
  Por lo visto tendré que ser más contundente, deposito al gato en el sofá, mi cuerpo se tensa y señalándole con el dedo le digo.
  —Me has engañado con tú secretaria y me lo has negado cada vez que te preguntaba si había algo que debía saber, ¿qué más quieres?, ¿qué te perdone y que haga cómo si lo que vi no hubiese ocurrido?
Estoy tan furiosa que al volver a mirar su cara de nuevo recuerdo lo sucedido en su despacho, se me aceleran los latidos del corazón y le doy una bofetada, su cara ha sido de incredulidad, yo creo que la mía también, así qué llegados a ese punto espero que entienda la situación y se marche de casa.
  —Salva te equivocas si piensas que soy ese tipo de persona. Te deseo lo mejor y ahora por favor márchate. 
  —Entiendo que estés dolida y espero que pienses y recapacites. Tienes mucho que perder. Nos vemos Nataly —. Se ha girado y marchado de casa no sin dar un portazo al salir.
  Cojo al gato por las patas delanteras lo alzo y lo observo detenidamente. Por un instante me he perdido en la intensidad del color de sus ojos azules y por un momento he creído que él era consciente de la situación y que me entendía, hasta que ha querido zafarse.
  —Tranquilo, ahora mismo te llevo de vuelta a casa —. Le hablo como sí él pudiera entenderme.
  Abro la puerta de casa, cruzo el rellano con el gato entre mis manos y acciono el timbre de casa de mi vecina, espero unos segundos y cuando abre su puerta.
  —¿Es suyo este gato? —. Le pregunto a mi vecina y el gato a maullado nada más verla.
  —¿Marrón?, ¿pero cuando...
  —Por lo visto se ha colado en mi casa. No sabía que tenía un gato.
  La contestación me ha sorprendido, dice que es un cliente, yo no quiero ser descortés y preguntarle a que se dedica, así que he asentido y he puesto la excusa de que tenía algo en el fuego, me he dado la vuelta para entrar de nuevo en casa, antes de cerrar mi puerta la he escuchado regañándole cómo si este fuera una persona, no he podido remediar el sonreír y pensar que quizás yo acabe como mi vecina, sola y hablándole a un gato.
En cuanto he cerrado la puerta he ido directamente a mi habitación, me he dejado caer en la cama y las últimas palabras de Salva resonaban en mi cabeza.
  <<Sí, Nat, ha sido una amenaza>>, dice crítica. << ¿Y qué?, tú eres mejor abogada que él>>.
  —Chicas, la verdad es que no. Él puede ser alguien perturbador, siempre consigue lo que quiere. Yo todavía soy una abogada de segundo año... suspiro, <<sí, ha sido una amenaza>>.
  Las chicas no han dicho nada, o más bien mis pensamientos sobre la forma y el tono de sus palabras todavía resuenan en mi cabeza, realmente me siento mal. Salva puede llegar a ser... <<No lo digas, Nat. Antes tenemos que solucionar tu problema con...>>
Dado qué es posible qué a medianoche volveré a ser un gato, me dirijo hasta la cocina y como algo, no tengo muchas ganas, pero no puedo pasarme el día solo con el desayuno de media mañana, al acabar voy hasta el comedor dónde pongo la tele y busco en las plataformas la película Lady-Halcón.
  Tomo una libreta y un bolígrafo. Puede ser una tontería, quien la ha visto sabe que es un argumento tan simple como para tener que verla de nuevo. De todas formas, solo quiero ver cuantas semejanzas puede haber entre la película y lo que me está ocurriendo.
  Tras el visionado he buscado en la red y cuál ha sido mi sorpresa, cuando en la pantalla del ordenador ha salido una fotografía de Tere, por lo visto es algo antigua ya que se la ve más joven.
Todavía no salgo de mi asombro, se anuncia como tarotista y médium, y yo sin saberlo.
  Miro la libreta dónde he apuntado los nombres de los protagonistas, inconscientemente he anotado mi nombre al lado del de Lady. Todavía me faltan personajes por identificar.
  << ¿Estas loca Nat?>>, dice crítica. <<Se cree que no lo sé, pero ¿qué más puedo hacer?>>. << ¿Nat?, y si Tere hace el papel del sacerdote>>, habla condescendiente.
  Y lo anoto, ahora solo faltan el resto de los personajes y miro la libreta y comienzo a reír, parezco una loca ya que cada vez que miro lo anotado, más loca me siento, pero es que no puedo dejar de reír, mis otras Nat hacen lo mismo ya que han leído mis pensamientos o bien ellas forman parte de ellos. <<La has clavao>>, dice crítica. <<No fastidies, el obispo no es otro que Salva>>. Al escuchar a condescendiente y su tono de voz tan inocente, ha hecho que suelte una sonora carcajada.
  Cuando consigo apaciguar mi estado de ánimo y puedo mirar la libreta sin echarme a reír, anoto al lado de la palabra Obispo, el nombre de Salva e intento controlar de nuevo la risa.
  Respiro con profundidad y pienso en lo loca que me estoy volviendo, <<Nat, ¿ahora solo falta encontrar a...>>, y yo le corto diciendo en voz alta el nombre del protagonista, el Capitán Navarre, suspiro. <<Ojalá que ese capitán te quiera tanto como ama a...>>.
  No pude acabar de escuchar lo que condescendiente tenía que decir ya que la transformación me pilló tumbada en la cama, y al verme de cuatro patas mi yo felino se puso a olfatear mis sábanas, me pareció detectar el olor a otro felino y recordé al gato de mi vecina. Marrón.
  Rasqué la sábanas, las amasé y me hice una bolita, por lo visto su aroma no me era indiferente, mis instintos no lo identificaron como una amenaza así que cerré mis ojos y me dormí.

Lady & MarrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora