Nat

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   Al despertar ya era de noche, recorrí mi casa y aunque nada me era desconocido, la perspectiva que me daba mi tamaño me hizo darme cuenta del poco tiempo que pasaba en ella y lo mucho que lo hacía en la oficina. Quizás debería plantearme el cambiar de vida. Caminé hasta el balcón, esta vez me asomé poco a poco, no quería cometer el mismo error y precipitarme al vacío, quizás esta vez no habría nadie para rescatarme.
   Asomé mi cabeza entre los barrotes sin llegar a subirme al travesero, el fluir de la gente era menor, apenas uno o dos viandantes que caminaban por la acera de enfrente, mi nariz percibía la humedad y los olores que fluían en el ambiente, al cabo de un rato se humedeció e instintivamente mi lengua se ocupaba de mantenerla seca.
   Había estado leyendo algo sobre gatos, sus hábitos de limpieza y un sinfín de particularidades que me parecieron interesante y que me ayudarían a entender cómo me comportaba cuando me transformaba en Lady.
  Al principio esa parte irracional felina era la dominante en cada transformación, pero al leer que la conducta de un gato era equivalente a la de un niño de cuatro años y el haberme precipitado al vacío hizo estar más pendiente del sentido que Lady tenía al percibir el peligro, algo que no había apreciado hasta el momento en qué fui salvada.
   Él, mi vecino, miró hacia arriba, por lo visto me estaba mirando al igual que yo lo miraba a él, quizás pensó que volvería a precipitarme y por eso se quedó parado por unos minutos.
  Un ruido que provenía del interior de casa llamó mi atención, giré la cabeza y desaparecí entrando en casa, era el móvil el que sonaba una y otra vez. Al principio me quedé mirando la pantalla esa que brillaba al tiempo que sonaba la música.
   El ruido paró y se volvió a iniciar, mis orejas se pusieron en alerta y con la patita iba dando golpecitos hasta tirar el teléfono al suelo. Sin interés alguno lo dejé allí y me dirigí hasta la puerta.
   Mi vecino silbaba y eso llamó mí atención, abría su puerta y la cerraba con un sonoro golpe, dejó de ser algo interesante, resoplé y volví de nuevo al comedor.
  Me sentía sola, caminé por la casa sin saber realmente lo que mi parte animal buscaba, me sentía aliviada de no despertar desnuda en casa de mi vecino, así que decidí prestar más atención a la maldición en la que me había visto envuelta y en qué hacer para volver de nuevo a ser yo.
  A la oscuridad de la habitación se le ha añadido el frio, estiro mi mano y me tapo con el edredón, por lo visto me quedé de nuevo dormida sobre la cama esperando a que se produjera la transformación de la que no he sido testigo. Miro el reloj y ya es mediodía. Me desperezo y siento que es maravilloso ver mis brazos y piernas extendiéndose, abro los dedos de la mano y los observo al tiempo que los muevo, es una sensación que no puedo describir que me saca una sonrisa, parezco tonta.
  Después de estar haciendo el tonto me desperezó y voy hasta la cocina tengo tanta hambre que abro la nevera y comienzo a sacar todo lo comestible de su interior, una vez que los tengo sobre la mesa, me doy cuenta de que estoy desnuda, voy hasta la habitación y me pongo una bata y vuelvo a la cocina, la cafetera ruje y me pongo un poco de café en un vaso, me giro para sentarme en el taburete y con los productos que he sacado comienzo a montar en las tostadas todo aquello que se me antoja.
  Uno de salmón con queso en crema.  Otro de jamón serrano, otro de jamón dulce y queso y el ultimo, queso en crema con aguacate. 
  Un primer sorbo de café seguido de un mordisco al montadito de jamón dulce y queso, mastico deleitándome con su sabor, realmente pienso que desde el desayuno del día anterior no he comido nada y hago una nota mental para alimentarme antes de transformarme, bebo agua y un sorbo de café.
  Cuando acabo los tres bocaditos, voy hacia mi habitación como si se tratase de un día cualquiera, dejo la bata sobre la cama y abro las puertas del armario dónde tengo los trajes que uso para ir al despacho y..., recuerdo que ayer el móvil sonó insistentemente, salgo corriendo hasta el comedor sin importarme mi desnudez. Tomo el móvil y reconozco el número, es el de la recepción del despacho. Llamo mientras camino hacia el baño, dónde acciono el agua caliente.
  La voz de la recepcionista identifica el nombre del despacho de abogados seguido del suyo.
  —Hola, soy Nataly...
  No consigo continuar ya que Miranda me interrumpe.
  —Nataly, tienes que venir con urgencia, la gerencia te reclama, pasa primero por recursos humanos, allí te informarán —. Sin respirar sigue diciendo — ¿Quieres que les transmita algún mensaje?
  —Esta tarde me paso.
  —Pero, pero... Nataly es urgente que vengas, te están esperando desde ayer.
  Miro el reloj, si me doy prisa hacia las cuatro estaré allí, cedo ante la insistencia de Miranda a que vaya y simplemente le digo.
  —En un par de horas estaré allí.
  Y cuelgo el teléfono y lo que iba a ser una ducha relajante se convierte en algo rápido, al igual que la elección de mi ropa, el peinado y el maquillaje que me aplico. Antes de salir cuento el tiempo que tardaría en volver a casa y selecciono la alarma del móvil y fijo la hora. Antes de salir me digo.
  <<—Nataly, pase lo que pase, tienes que volver –digo para que no se me olvide>>.
  Nada más llegar al bufete Miranda estaba en su sitio, no había nadie que trabajara más que ella, daba igual a la hora que tu fueras o la que marchabas, ella siempre estaba allí, estaba segura de que no tenía otra vida que estar en aquella recepción.
  —Hola Nataly, toma.
  Tenía un montón de dosieres apilados, cogió uno y me lo tendió.
  —¿Qué puedes decirme de esto? —. Le cojo el expediente y espero a que me conteste.
  —Tienes que ir a la sala C, allí estaréis todos los abogados de segundo año.
  —Por lo visto no me vas a decir de que se trata —. Miranda era una persona más fiel a su amo que cualquier perro.
  —Es confidencial —deja de mirarme y se centra en su ordenador, doy unos golpecitos a los dosieres que tiene sobre la mesa de la recepción y con el mío entre mis brazos camino hasta la sala C.
  Me quito el abrigo, lo cuelgo y me siento en una silla vacía a leer. Cuando llevo dos páginas sé que se trata de una demanda de patentes, las odio. Nos van a dar todo el trabajo sucio para que los abogados de primera se lleven todo el mérito. Tomo prestado un subrayador, sigo leyendo y tomando notas en mi libreta sobre lo que yo considero importante para luego consultar su jurisprudencia.
  Cuando llevo tres cuartos de hora, voy hasta la cocina y me preparo un café bien cargado, en quince minutos esto estará lleno de gente.
Y así es, intento dar las mínimas explicaciones y cómo ya han vuelto en recursos humanos me paso por allí.
  —Necesitaría adaptar el horario —. Les digo nada más entrar.
  —¿Ya te han dicho el por qué tus vacaciones se han cancelado?
  —No –digo asombrada y enfadada.
  —De verdad necesito disponer de las mañanas –insisto sin reprocharles la cancelación de mis vacaciones –trabajaré de una del mediodía a once de la noche, fines de semana incluidos.
  La responsable en aquel momento de recursos humanos me mira, y por como lo hace debo haber sido la única que ha pedido algo así. Por lo que al final sin llegar a comprometerse me dice. —Nataly, no te prometo nada. Lo consultaré con mi superior. Pero primero tendrás que hacer la petición por escrito.
  Salgo de allí cabreada, para anularme las vacaciones no ha hecho falta hacer una solicitud, <<pero yo sí que tengo que hacer la petición>>. En fin, voy hasta la sala C, dónde están mis tres compañeros. No voy a negar que nunca me ha gustado trabajar en grupo, así que pongo mi mejor sonrisa y pregunto.
  —¿Cómo quieren enfocar esto? —señalo el dosier que hay delante de mí.
  El recelo de mis compañeros era tan evidente que al final he retirado la silla y me he sentado dejándolos por imposible. Ellos han vuelto a sus lecturas, cada uno tiene su forma de trabajar y por lo visto no van a soltar prenda.
  La última en salir ha sido Miranda, me ha preguntado varias veces si tenía la autorización para quedarme a trabajar hasta tarde, yo he dejado de leer la última parte del dossier y he abierto el correo y le he enseñado la aprobación de mi nuevo horario y el protocolo que deberé activar para cuando salga de las oficinas, así como la entrada en fines de semana. No parece estar contenta, <<que se fastidie>>, pienso, ni que esta fuera su casa.
  A las diez y media suena la alarma del móvil, es el primer aviso de que tengo que empezar a recoger y marchar a casa, por ser hoy el primer día, doy mi trabajo por concluido. Dejo el portátil y el dosier sobre la mesa y me llevo mi libreta con mis anotaciones, está claro que no soy diferente a mis compañeros, también recelo de que se aprovechen de mi trabajo. Por lo visto el ser una persona desconfiada va con la profesión.
  Al salir, paso la tarjeta identificativa y la puerta de servicio del edificio se ilumina y salgo a la calle y no dejo de caminar hasta llegar a casa. Para ser el primer día, no ha estado mal y respirar el frio aire de la noche despeja mi cabeza del trabajo.
   Camino de forma relajada, no hay mucha gente, es la primera vez que no me siento abrumada y creo que puedo recuperar las riendas de mi vida, solo me hace falta tiempo para asimilar y buscar el detonante que hizo que me transformara. Solo eso.
  <<Ja, ja y ja>>, <<Crítica no empecemos>>, pero tú la has oído, <<Asimilar, detonante, ¿pero en qué mierda de telenovela crees que estás actuando?>>, <<no seas tan dura con ella, sólo intenta..., decirlo de otra forma>>. <<Entonces habla tú>>. <<Nat, llevas hablando con amigos invisibles desde la infancia, y nunca nadie te ha creído, ahora que ya eres una persona adulta, ¿quién te va a creer?>>
  No les respondí, la alarma del móvil se puso en marcha y mis pensamientos se centraron en llegar a casa.
   Cerré la puerta y la transformación se hizo efectiva, el bolso cayó al suelo, al igual que la ropa. En cuanto pude me zafé de ella y empecé a lamer mis patitas y a pasarlas por mi pelaje. Por lo visto a Lady no le gustaba mi aroma y a mí el suyo, ya que después de cada transformación ambas nos aseábamos.

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⏰ Última actualización: Jan 27 ⏰

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