Sin querer abrir los ojos para contemplar de nuevo en lo que me había convertido, notaba que mi cuerpo estaba frío y tiritaba, después de mucho dudar accedí a abrir los ojos, estaba tumbado en posición fetal, desnudo sobre mi cama.
Nunca me había alegrado tanto de ver mi cuerpo, estiré admirando brazos y piernas, me toqué la cara y en el reconocimiento supe que era yo. Antes de ponerme de pie moví la lengua en el interior de mi boca, necesitaba ir al baño y aclararla, la tenía llena de pelo.
Aquello hizo ratificar lo que había estado negándome, me había convertido en un felino y no uno cualquiera, era un siamés. Lo siguiente que hice fue buscar mi ropa, así que caminé desnudo hasta el comedor y allí estaba, justo en el sitio dónde me había quedado dormido y sufrido aquella transformación que aún no era capaz de aceptar. Me vestí y senté, me froté la cara, una y otra vez, no esperaba encender el interruptor de la creatividad, más bien intentaba racionalizar mi situación actual.
Me levanté y dirigí hasta el despacho, lo más sensato era escribir todo aquello que me había pasado antes de que negara que había sido real, empecé hacerme todo tipo de preguntas e intenté contestarlas sin darles importancia.
Daba a mi cuerpo órdenes sencillas como ir hasta el ordenador, sentarme frente a él y mover el ratón para escribir todo aquello que se agolpaba en mi mente.
En la pantalla estaban escritas las letras que las patas del siamés, o sea yo, habían accionado al caminar sobre el teclado, aquello no hizo otra cosa que constatar que fue real y no una paranoia sugestionada por la falta de creatividad, de sueño y del estrés que sentía al no poder escribir nada de nada.
<<Joder, joder, he comido pienso, que asco>>, recordé y sentí la necesidad de ir a vomitar, aunque mi estómago ya había digerido aquella comida y yo no estaba por la labor de meterme los dedos y forzarme el vómito.
Me senté y mis manos se colocaron sobre el teclado, no me hizo falta pensar simplemente empecé a escribí más de lo que había hecho en las últimas semanas. Mis dedos volaban ágiles sobre el teclado y la conexión que estas tenían con mi cabeza era lo que tanto había estado esperando, aunque el resultado no era el que yo deseaba.
Soy un escritor de novela policiaca y allí estaba yo escribiendo sobre transformaciones, médiums y conexiones con el más allá. En cuanto Héctor leyera aquel primer borrador era hombre muerto.
No podía dejar de escribir y describir lo ocurrido, no quise hacer un primer repaso de lo escrito, ni yo mismo le daba credibilidad como para encima corregirlo y darlo por bueno. Miré mi reloj, las dos de la mañana y ya había escrito una intro, un par de personajes y varias situaciones, no estaba nada mal.
En aquel momento supe que debía parar y pensar en todo lo ocurrido, lo peor de todo es que nada de lo sucedido había sido un sueño. Cogí mi abrigo, aquella casa estaba sacando lo peor de mí, así que decidí dar un paseo, que la soledad y el frio de la noche enfriara todos mis pensamientos, <<qué fácil era ser un gato>>, ya estaba otra vez pensando en esa parte irracional que había invadido parte de mi ser.
Entré en un supermercado, compré unas cervezas, mis pasos se dirigieron a un parque cercano, me senté y comencé a beber, primero una lata, seguida de una segunda y la tercera la fui saboreando. Ya tenía el cerebro atontado, el cuerpo frío y sentía que era hora de volver.
Caminaba apesadumbrado, no era capaz de asumirlo por muchas vueltas que le daba y lo peor de todo es que empezaba a dejar que mi parte irracional guiara mis pasos sin oponerme a ello.
En mi camino hacia casa sentí cómo se me erizaba la piel justo en la nuca, era una sensación que me avisaba de un peligro, miré hacia los lados, al suelo y por último hacia arriba.
No sé qué pretendía aquella bolita blanca que se asomaba cada vez más al filo de su balcón, no me lo pensé dos veces, dejé caer la bolsa que tenía en una de mis manos y me saqué el abrigo y lo extendí como pude, aguantando un extremo con la boca y los otros dos con ambas manos extendiendo mi chaqueta todo lo que pude, cuando el pequeño animal cayó sobre mi chaqueta, esta se me escapó de la boca y ambas manos se cerraron, solo esperaba que aquel acto hubiese sido suficiente y el impacto no le hubiese causado la muerte.
Asustado por que le hubiese pasado algo hinqué la rodilla en el suelo y abrí mi chaqueta. Era una preciosa gatita blanca de ojos color esmeralda, quise creer que me miraba asustada y que no era consciente de lo que le acababa de suceder, la cogí, ella no opuso resistencia, yo pensé que su inmovilidad se debía a la propia caída, la envolví en el abrigo y cogí la bolsa con las latas de cerveza y busqué las llaves de casa.
Al llegar deposité aquel animal sobre el sofá, seguía sin moverse y yo me asusté, pensé que en la caída había sufrido algún daño, así que la examiné de la forma más torpe que supe, yo nunca había tenido un animal de compañía.
Toqué sus patas a la espera de que hiciera algún sonido, pasé mi mano por su lomo, toqué su cola y por último su barriguita, aquello no le gustó ya que me dio un zarpazo y al retirar mi mano quedaron marcadas sus cuatro uñas.
<<Coño>>, me quejé y al ver las heridas provocadas fui hasta la cocina, metí la mano bajo el grifo, abrí el agua y me lavé las manos con jabón desinfectando las heridas, giré mi cabeza y allí estaba ella sentada sobre el mármol de la cocina mirándome y moviendo su cabeza, <<tranquila, la culpa a sido mía>>, le dije.
Todo estaba siendo muy raro, estaba hablando con un gato, bueno, no solo eso me estaba disculpando y ella me miraba como sí me entendiera o eso me pareció a mí.
<< ¿Pero qué coño está haciendo?>>, estaba sintiendo la mano de aquel hombre tocar mi pelaje de forma algo brusca y cuando pasó su mano por mi tripa no pude aguantarlo y le solté instintivamente un zarpazo. <<Me pasé>>, acabo de dejarle marcadas cuatro de mis uñas, me siento mal, no pretendía hacerle daño, << ¡se va!, ¿a dónde va?>>, le sigo y subo sin esfuerzo al mármol de la cocina, le veo como se lava las heridas que acabo de provocarle, <<lo siento>>, pienso y de mi boca sale un maullido lastimero, él me mira y sonríe. Y yo simplemente muevo mi cabeza, con curiosidad.
—Estás en tú casa, mañana buscaré a tú familia, espera. —. Me dice y desaparece de la cocina para volver móvil en mano.
Me está haciendo una fotografía, he movido mi cola y me he tapado las patas delanteras, ha sido un gesto instintivo, y ahora me pongo a lavarme, ya conozco todo los movimientos de mi aseo personal, por lo visto huelo a humano y eso no le gusta a mi parte felina.
El humano desaparece de mi campo de visión, lo escucho moverse y mis orejas se mueven agudizando cada movimiento que él realiza. La curiosidad me mata y voy hacia dónde él se ha marchado. Entro en su despacho, dónde hay una mesa, ordenador, librería, doy un salto y caigo sobre la mesa en el momento en que la impresora se pone en marcha, me asusta y doy otro salto, me acerco hasta la impresora y veo como el papel empieza a salir, estiro mi pata y le doy un golpe seguido de otro y mi cuerpo se eleva en brazos de él, levanto mi cabeza y mi nariz toca su cuello, huele bien.
—¡Ey!, tienes la nariz mojada –. Se queja.
Yo muero de la vergüenza, saco mi lengua y chupo mi nariz. Acaricia mi cabeza y..., <<uy, uy, uy, que gusto>> y froto mi cabeza contra su cuello para que no pare. <<Nat, ¿qué estás haciendo?>>, no sé, pero me gusta y él no para de rascarme entre las orejas, yo levanto mi cabeza para fijar mi mirada, él me rasca esta vez bajo el cuello y se me cierran los ojos del gusto que me da. Sigue acariciándome de forma distraída mientras mantiene su mirada fija en la impresora, cuando esta deja de emitir sonidos, él deja de rascarme para coger la hoja y enseñármela.
—Mira, estás preciosa —siento calor, mientras él sigue hablando —. Estoy seguro de que tu familia te estará buscando.
Sin soltarme de entre sus brazos levanta la tapadera de la impresora, acciona varios botones y esta vuelve a ponerse en marcha. Mientras sigue imprimiendo me lleva de nuevo al comedor, me deposita en el sofá, coge la bolsa de la compra y yo de un salto me pongo en el reposacabezas de su sofá para verlo entrar en la cocina.
Es alto y bastante delgado, tiene una apariencia normal al igual que su ropa, tiene el pelo largo y no he podido fijarme bien en su cara, es curioso que vivamos en la misma planta y no hayamos coincidido nunca.
—Lady me voy a dormir, estoy cansado tú haz lo que quieras, estas en tú casa.
Me acaba de llamar Lady, yo ladeo mi cabeza y veo como desaparece por el pasillo. De un salto le sigo, deja sus gafas en la mesita de noche para quitarse el jersey junto a una camiseta que tira al suelo, yo quedo en la entrada y veo como sus manos bajan hasta desabrochar el botón del pantalón, lleva boxes negros.
Doy un salto y me siento a los pies de la cama, me mira y sonríe, yo muevo mi cola para colocarla de tal forma que tapan mis patas delanteras, ladeo mi cabeza hacía un lado y después al otro, siento curiosidad.
Él tira de la colcha y con cuidado se mete en el interior de su cama, me desea las buenas noches y se recoloca, yo amaso el lugar dónde estoy sentada y me enrosco para hacer lo mismo que él hace, dormir. Mientras llega ese momento me distraigo repasando cómo es mi vecino, es una lástima que mi visión sea en blanco y negro y no haya podido ver de qué color son sus ojos. Es bien parecido y su cara es simétrica, su pelo algo largo no me ha dejado ver mucho más.
Espero que cuando me despierte de nuevo él siga durmiendo y pueda hacer una evaluación algo más detallada, eso sí, su cuerpo a diferencia de Salva es menos musculoso, aunque sus hombros son anchos.
<<Nat, que estás haciendo, duerme>>, me digo, lo que hago no me lleva a ninguna parte.
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Lady & Marrón
ЧиклитUna noche dos desconocidos que viven en el mismo rellano están viendo Lady Halcón, al acabar la emisión de la película ambos formulan la misma frase deseando mejorar sus situaciones. Para Oliver es primordial empezar su segunda novela, tras un éxit...