Capítulo 18: Un lenguaje solo nuestro

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La habitación estaba en calma, iluminada por las luces cálidas que contrastaban con la brisa fría que entraba por la ventana abierta. Gala, sentada en el borde de la cama, se masajeaba los nudillos con una expresión que mezclaba incomodidad y orgullo. Karime la observaba desde la puerta del baño, apoyada contra el marco, con los brazos cruzados y una ceja arqueada.

—¿Te duele? —preguntó Karime, su tono suave pero con una chispa de diversión en los ojos.

Gala miró sus manos y luego a Karime.

—Un poco. Pero valió la pena.

Karime negó con la cabeza, caminando hacia ella con pasos lentos y deliberados.

—Valió la pena, ¿eh? ¿Meterte en una pelea, salir con el labio partido y probablemente quedar marcada por días? —Se detuvo justo frente a Gala, inclinándose ligeramente para quedar a su altura— Mamacita de mi vida, eres una campeona en muchas cosas, pero claramente no en tomar decisiones inteligentes.

Gala sonrió de lado, sin apartar la mirada de los ojos oscuros de Karime.

—¿Decisiones inteligentes? ¿Cómo dejar que alguien como el idiota ese te siga hablando como si aún tuviera algún derecho sobre ti?

Karime suspiró, pero no se movió.

—Sabes que él no significa nada para mí.

—Lo sé —admitió Gala, su voz más baja ahora, casi como un susurro— Pero no me gusta verlo intentar. No me gusta verlo hacerte sentir incómoda y pensar que puede salirse con la suya.

Karime dejó escapar una risa suave, sacudiendo la cabeza mientras se sentaba en el regazo de Gala sin previo aviso.

—¿Así que es eso? ¿Estabas marcando tu territorio?

Gala parpadeó, sorprendida al principio, pero rápidamente recuperó la compostura, colocando las manos con cuidado en la cintura de Karime.

—¿Y si lo estaba? ¿Te molesta?

Karime se inclinó hacia ella, dejando que sus labios se acercaran peligrosamente a los de Gala, pero sin llegar a tocarlos.

— No. Me encanta.

El susurro de Karime encendió una chispa en el pecho de Gala, pero antes de que pudiera responder, Karime se apartó ligeramente, con una sonrisa que era tanto dulce como descarada.

—Pero no necesitas golpear a nadie para demostrarme que me quieres. Ya lo sé, bebé. Lo sé en cada mirada, en cada cosa que haces por mí... hasta en tu maldita terquedad.

Gala exhaló, atrapada en la intensidad de los ojos de Karime.

—No soy muy buena diciéndolo con palabras, ¿verdad?

—No —respondió Karime, divertida— pero eres muy buena en otras cosas.

Gala levantó una ceja, su expresión mezclando diversión y curiosidad.

—¿Ah, sí? ¿En qué, por ejemplo?

Karime dejó que sus manos se deslizaran por los hombros de Gala, jugueteando con los extremos de su cabello.

—En hacerme sentir que soy lo único que importa cuando estoy contigo. En hacerme reír incluso cuando quiero golpearte por ser tan impulsiva. Y... en besarme como si el mundo estuviera a punto de terminar.

Gala sonrió ampliamente, su confianza regresando con fuerza.

—¿Ese último punto es un cumplido o una invitación?

Karime ladeó la cabeza, fingiendo pensarlo.

—Tal vez sea ambas cosas.

Sin esperar una respuesta, Gala tomó la iniciativa esta vez, acercándose lo suficiente para cerrar el espacio entre ellas. El beso fue lento al principio, cargado de todo lo que no podía expresarse con palabras. Pero Karime, como siempre, no se quedó atrás. Tomó control, profundizando el beso con una mezcla de ternura y picardía que dejaba claro quién llevaba las riendas.

Cuando finalmente se separaron, ambas respiraban un poco más rápido. Karime apoyó su frente en la de Gala, sus ojos brillando con un amor juguetón.

—¡Cristo, señorrr!... Eres peligrosa, campeona. Y no porque golpees gente, sino porque haces que me olvide del mundo entero.

Gala acarició la cintura de Karime, disfrutando del calor de su cuerpo y la cercanía que las envolvía como un manto invisible.

—Si soy peligrosa, tú eres una tentación imposible de resistir. Así que, ¿Quién de las dos es peor?

Karime rio, su risa como un eco dulce que llenaba la habitación.

—Supongo que somos un desastre perfecto.

Ambas sonrieron antes de que Karime la tomara del rostro con suavidad y la besara otra vez. El ambiente entre ellas cambió de ligero a cargado en cuestión de segundos. Gala levantó una mano para acariciar el rostro de Karime, trazando un camino lento desde su mejilla hasta su mandíbula. Karime no se apartó, al contrario, inclinó la cabeza hacia su mano, cerrando los ojos por un momento como si quisiera grabar ese toque en su memoria.

—Me vuelves loca muñeca, ¿sabes? —murmuró Gala, acercándose un poco más, hasta que sus frentes se tocaron.

—Lo mismo digo de ti —respondió Karime, antes de que sus labios se encontraran en un beso lento y profundo.

No había prisa ni urgencia en sus movimientos, solo una conexión palpable que crecía con cada segundo. Gala la rodeó con sus brazos, atrayéndola más cerca mientras el beso se intensificaba. Karime se dejó llevar, moviéndose para quedar a horcajadas sobre Gala, sus manos perdiéndose en su cabello desordenado.

—Eres tan hermosa... —susurró Gala contra sus labios, con la voz cargada de emoción.

Karime no respondió con palabras; en su lugar, deslizó las manos por los brazos de Gala, deteniéndose en su pecho, donde podía sentir los latidos rápidos de su corazón. Esa cercanía era algo que ambas deseaban desde hacía tiempo, y ahora, sin el peso de las dudas o los miedos, podían entregarse por completo.

—¿Estás segura? —preguntó Karime en un murmullo, mirándola a los ojos con una mezcla de vulnerabilidad y deseo.

—Nunca he estado más segura de nada en mi vida —respondió Gala, acariciando su rostro con ternura.

Con esas palabras, Karime tomó la iniciativa, dejando que sus labios exploraran cada rincón de su piel, desde el cuello hasta el hombro, arrancándole pequeños suspiros a Gala. Las manos de Gala no se quedaban atrás, deslizándose por la cintura de Karime, guiándola mientras ambas se dejaban llevar por la pasión.

El tiempo pareció detenerse en esa habitación, donde las sábanas desordenadas y la ropa abandonada en el suelo eran el único testigo de su entrega mutua. Cada caricia, cada beso, era una declaración silenciosa de amor, una forma de decirse lo que las palabras no podían expresar por completo.

Cuando finalmente se recostaron juntas, sus cuerpos entrelazados bajo las sábanas, ambas estaban en silencio, pero no era un silencio incómodo. Era el tipo de calma que llega cuando sabes que estás exactamente donde debes estar.

—TE AMO muñeca —dijo Gala, rompiendo el silencio, su voz suave pero firme.

Karime sonrió, sus dedos trazando pequeños círculos en la espalda de Gala.

—Y yo TE AMO a ti, Diosa misteriosa —respondió, con una sonrisa que Gala supo que nunca olvidaría.

Se quedaron así, abrazadas, mientras el mundo seguía girando fuera de esas cuatro paredes. Para ellas, no había nada más importante que ese momento, un recuerdo que sabían que guardarían para siempre.

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⏰ Última actualización: 12 hours ago ⏰

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