Perdida » Stark.

21 | Sombras en la Oscuridad.

Sombra.  2. f. Imagen oscura que sobre una superficie cualquiera proyecta un cuerpo opaco, interceptando los rayos directos de la luz.

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CAPÍTULO VEINTIUNO (21)

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EL FRÍO VACIO ENVOLVIÓ A WANDA COMPLETAMENTE. No había suelo, no había cielo, solo un espacio interminable de sombras y ecos. Intentó moverse, pero sus piernas no respondían, y pronto se dio cuenta de que no necesitaba moverse físicamente. Algo la estaba guiando, empujándola hacia adelante como si fuera una marioneta atada a hilos invisibles.

Las voces en su mente resonaban con más claridad ahora. Eran múltiples, todas murmurando en un caos ensordecedor. De pronto, una sobresalió entre las demás, un susurro suave pero insidioso que la hizo detenerse en seco.

"Déjala entrar..."

Wanda no tuvo tiempo de reaccionar antes de que un destello de luz violácea rasgara la oscuridad. A su alrededor, el vacío se rompió, y una escena comenzó a tomar forma. No era un sueño ni una alucinación. Era un recuerdo, pero no suyo.

Frente a ella, una joven Kathe estaba de pie en un campo abierto. El viento jugaba con su cabello, y su expresión era un reflejo de confusión y temor. Wanda observó cómo la chica extendía la mano, como si tratara de alcanzar algo invisible. De pronto, su mano se encendió con una tenue luz dorada.

Kathe retrocedió, horrorizada, y la luz se apagó.

Wanda quiso acercarse, hablarle, decirle que todo estaría bien, pero no podía. Era solo una observadora atrapada en esta memoria.

—¿Qué está pasando conmigo? —susurró Kathe, su voz temblorosa.

La escena cambió. Ahora Kathe estaba en su habitación, rodeada de libros y cuadernos con dibujos y anotaciones frenéticas. Estaba buscando respuestas. Su mirada era desesperada, y sus manos temblaban mientras hojeaba las páginas de un viejo diario.

"Siempre supe que era diferente..." La voz de Kathe resonaba en el aire como un eco.

Wanda la vio practicar a escondidas, intentando controlar aquella luz dorada que surgía de sus manos. Cada intento la dejaba exhausta, pero también más determinada. Pronto, Kathe comenzó a comprender que sus poderes no eran un accidente; eran parte de ella.

Sin embargo, la paz nunca duró. Otra escena se materializó, esta vez en un callejón oscuro. Kathe estaba siendo seguida. Se giró, sus manos listas para defenderse, pero la figura que emergió de las sombras no era un atacante común. Era Agatha Harkness.

Wanda sintió un escalofrío al ver a la mujer. Había algo en su presencia que drenaba la calidez del aire, dejando solo frío y vacío.

—Interesante —dijo Agatha con una sonrisa burlona—. No todos los días me encuentro con alguien como tú.

Kathe dio un paso atrás, sus ojos llenos de desconfianza.

—¿Quién eres?

Agatha inclinó la cabeza, su tono casi maternal.

—Alguien que puede ayudarte. Esa energía que emanas... no es algo que debas ignorar. Es algo que debes controlar.

—No necesito tu ayuda.