CAPÍTULO 25

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El camino no fue nada incómodo. Cuando llegamos a el aparcamiento de el restaurante, quise abrir la puerta del coche. Mal movimiento, casi le dio un paro cardiaco y se bajó corriendo para abrirla por mi.
Entramos al restaurante y pedimos la cena.
— ¿Y que paso con Aya...ayer? — Pregunte— Cuando salimos de tu despacho no la vi más.
Isaac me lanzó una mirada de advertencia.
— ¿Que? — Pregunté.
— ¿En serio quieres hablar de ella?
— ¿Porque no?
Torció el gesto, y justo cuando iba a hablar, el camarero trajo nuestros primeros platos. Muy oportuno.
— Gracias — le sonreí al camarero.
— Ya podrías sonreírme a mí así también.
— ¿Que planes tienes para terminar las vacaciones? — Dije cambiando de tema.
— Conseguir que no te vayas.
— Sabes que no depende de ti Isaac.
— Consigo todo lo que quiero y te quiero a ti. Aquí.
— Eres muy insistente
— Todavía no has visto nada.
Pedimos los postres y vi cómo empezó a llover afuera.
— Deberíamos irnos antes de que empiece a llover mas fuerte — dijo Isaac.
Pago la cena y entramos en su coche pero cuando emprendimos nuestro camino a mi casa notamos que habían cortado el camino, debido a la lluvia que ya era intensa.
— Vale, qué guay. ¿Qué hacemos ahora?
— Pues...podemos probar el camino a mi casa.— Propuso.
— Supongo que no hay otra opción.—Acepté.
El resto del camino lo hicimos en silencio.
Cuando llegamos hice el amago de salir del coche.
— Mery.— Me llamo.
Estaba sentada en el asiento de copiloto con los pies fuera, preparada para salir de ahí.
— ¿Qué te pasa ahora?— Pregunté de mala gana.
— Mira, no sé con qué chicos hayas salido pero cuando estes conmigo, espera a que yo te abra todas las puertas, ¿ de acuerdo ?
— Es todo un detalle, pero deja ya de exigirme cosas que no soy tu hija. No soy tu hermana, ni tu amiga y mucho menos algo más. Ahora, me estoy helando, ¿podemos entrar ya?
Me observo durante cinco segundos antes de cogerme de la mano, cerrar el coche y guiarme a la entrada de su casa.
— ¿Está Didi? — Pregunté al entrar en la casa, mirando a todo lados.
— Digamos que estamos un poco enfadados. Se está quedando en un apartamento.
— ¿Qué ? ¿Porque no me has dicho...?
— ¿Tienes hambre? — Me interrumpió.
— Eh, no. Acabamos de comer.
Torció un poco el cuello y se quedó mirándome.
— ¿Qué haces? — Le pregunté casi riéndome.
— Ven. Te voy a dar algo para que te cambies. — Ya estaba agarrándome de la mano. Otra vez.
Subimos a su habitación. Era bastante básica. Colores neutros, pocos muebles.
— Eh, te daría algo de Nadia pero cierra su cuarto cuando no está. — Habló rebuscando entre sus cajones.
Dios, si su hermana desconfiaba tanto de él no era buena señal. Didi nunca hablaba de su hermano. Nunca si no saca el tema alguna de las chicas.
— ¿Qué piensas? — Preguntó Isaac al ver que no hablaba.
— Nada.
Me miro de forma que me hizo saber que no me creía y luego me dio dos prendas de ropa perfectamente dobladas.
— ¿Un chándal? — Pregunté.
— ¿Que esperaba que tuviera en el armario la princesa? — Se burló de mí — Puedes cambiarte en el baño.
Nos miramos desafiantes hasta que yo empecé a caminar hacia la puerta que me señaló.
El baño era muy simple también. De los colores de la habitación. Me cambié y volví a salir.
Isaac se había cambiado también, llevaba un pantalón de algodón y una camiseta de deporte.
— ¿Ves? No es tan difícil hacerme caso.
— Que no se te suba. — Dije pasando pasando por su lado sin mirarlo.
— Quieta huracán. — Dijo cogiéndome de la muñeca. — ¿A dónde vas?
— Eh...a la...terraza.
— No, vamos a comer algo.
— Acabamos de comer Isaac.
— Pues volvemos a comer. — Dijo dibujando círculos con su pulgar en el dorso de mi mano.
— Vale, cocino yo. — Dije saliendo de la habitación con el pisándome los talones.
— Mery, no vas a cocinar. Es una fiesta de pijamas y yo soy el anfitrión.— Bromeó.
— Que gracioso eres. Me niego a comer cualquier cosa que hayas preparado tú. Seguro que me envenenas.
— Que curioso que yo también piense lo mismo sobre ti. — Me sonrió.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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