🔺Luces Rojas /Hwang HyunJin • Bang Chan 🔺

✧｡Capítulo 18｡✧

Elinna cerró la puerta y al instante la trabó, apoyada contra ella se llevó una mano al pecho sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, y para variar no era la única parte de su cuerpo que lo hacía. Ella agarró su cabeza y jaló sus cabellos para luego bajarlas y cubrir su rostro en un gesto de absoluto arrepentimiento.

—¿Qué demonios hice? ¿Por qué, por qué? —se recriminaba golpeando su frente—. ¿Cómo pude ser tan estúpida? ¡Estúpida! —ella empezó a ir de aquí para allá muy alterada.

Un par de minutos atrás se había estado besando con Hyun Jin, si bien no fue algo que ella hubiera querido hacer, tontamente había terminado cediendo a su juego. En su defensa podía decir que solo lo besó para vengarse, para castigarlo, un acto vehemente donde solo el odio fue el sentimiento predominante.

Elinna estaba segura que no tenía ningún sentimiento positivo hacia Hyun Jin, por ende, el beso que se habían dado no tenía que significar nada. Sin embargo, era muy consciente también que había pasado una eternidad desde la última vez que permitió a un hombre besarla, y ahora que lo había vuelto a experimentar le fue inevitable no perderse en aquella acción tan placentera.

Elinna acarició sus labios con un par de dedos, sintiendo la ligera hinchazón y juraba que aún podía sentir a Hyun Jin besándola. Con desespero corrió a su cama y enterró su cara en una almohada para ahogar un grito de pura desesperación.

Los estúpidos recuerdos no tardaron en golpear su cabeza como para echarle en cara la tontería que acababa de hacer: los besos a cada segundo fueron subiendo de intensidad, las manos de ambos tocaban todo lo que podían y el constante roce de sus caderas solo indicaba lo que sus cuerpos deseaban. La necesidad que los había encendido en un principio fue cambiando de forma abismal y se había instalado en ellos unas caóticas ganas de sentirse más profundamente. Hyun Jin soltó sus labios para descender a su cuello el cual torturó con lamidas y succiones, aquello excitó tanto a Elinna que no pudo contener delatores gemidos que fueron el combustible para que él no se detuviera e intentara abrirle su camisola. Muy por el contrario, para ella oír sus propios gemidos fueron como un baldazo de agua fría que la hicieron volver a la realidad y le permitió darse cuenta que tenía que detenerlo. Con firmeza ella lo empujó, se quedaron viendo por unos segundos, la consternación era evidente en ambos pero por diferentes razones. Antes de que él se volviera a acercar, ella se giró y a grandes zancadas se fue a su habitación para resguardarse.

El recuerdo se esfumó de su cabeza y ella golpeó furiosa el colchón un par de veces, deseando que todo fuera una de sus tantas pesadillas. Realmente quería morirse, ahora le había dado un motivo más a ese idiota para atormentar su vida. Estúpidamente había caído en su trampa, pero estaba segura que no se volvería a repetir.

A la mañana siguiente, Elinna se levantó muy temprano y se apresuró en alistarse. Al salir de su habitación notó que Hyun Jin seguía durmiendo sobre el sofá, así que haciendo el mínimo ruido abandonó su departamento. No quería lidiar con él a esas horas de la mañana, primero necesitaba enfriar su cabeza y ordenar sus ideas. Ya en el taxi aprovechó para enviarle un mensaje a Bang Chan indicándole que no fuera por ella.

Al llegar a su oficina su secretaria le informó que para ese día tendría dos reuniones importantes, y no podía estar más agradecida por ello, necesitaba distraer su mente con trabajo.

Las horas se pasaron prácticamente volando, terminado con su itinerario se fue a comer, ya por la tarde no tendría mucho que hacer, así que esperaba estar más relajada luego de todo el trajín anterior.

Elinna retornó a su oficina mucho más tranquila que las últimas horas, o por lo menos eso quería creer. Sentada frente a su escritorio se quedó mirando unos documentos, sin embargo su mente una vez más empezó a saturarse de recuerdos.
No sabía cómo explicarlo, pero sentía que una especie de bola de fuego descendía por su abdomen y se instalaba en su vientre provocando un ardiente cosquilleo, su cuerpo deseaba con locura un poco de atención.