capítulo 6

12 2 0
                                    

—¿Dónde has estado?

El padre de Max lo jaló, llevándolo por el pasillo hacia la parte posterior de la casa donde a su papá le gustaba relajarse y escuchar música en su antiguo tocadiscos.

Vestido con un pantalón negro y una camisa blanca, su padre parecía que estaba listo para ir a trabajar. Por el contrario, en el salón de música, su papá estaba sentado en el sillón azul marino de cuero, usando unos pantalones deportivos, una vieja camiseta de un viaje al zoológico cuando Max tenía nueve años, y pantuflas. También estaba fumando. Eso nunca era una buena señal.

Fumar significaba que estaba molesto.

Fumar significaba que su padre iba a preocuparse.

—Ey —dijo Max débilmente, mientras su padre lo arrastraba en la habitación.

Limpia y ordenada, con cada libro y partitura ordenada alfabéticamente por autor o compositor, el salón de música era masculino, pero suave. Cómodas mantas estaban sobre los respaldos de las sillas de cuero acolchadas y el sillón, y las ventanas y puerta de vidrio, dejaban a la vista un jardín bien cuidado, lleno de flores otoñales y hojas desteñidas. Tres guitarras, un piano, un violín y un alto y delgado tambor que producía un sonido suave cuando se le daban palmaditas, estaban a la vista de forma prominente.

Las tablas laterales de madera maciza y la gran mesa de juego que se utilizaba principalmente para la clasificación de la música de su papá, le daban estabilidad a la habitación, y la radio y tocadiscos tenían los lugares de honor sobre un aparador junto al piano que su papá a veces tocaba.

Un círculo plano de vinilo grueso giraba en el tocadiscos, y la música instrumental que provenía de la bocina era melancólica, una pieza profunda interpretada por un violín y un piano. No era un buen augurio, por lo que a Max no le sorprendía que su papá luciera aún más frágil de lo habitual, al apoyarse en un codo y centrar sus preocupados ojos azules hacia ellos.

—¿Dónde has estado? —susurró su papá, en una cansada repetición de la pregunta de su padre. Se incorporó lentamente, con notable dolor físico y el cigarro colgando en dos de sus dedos.

Max hizo una mueca.

—¿Estás bien, papá?

Su papá lo ignoró.

—¿Fuiste a hostigar a ese hombre?

—A hostigarlo no. Yo sólo...

Los ojos de su papá parpadearon.

—¿Así que sí fuiste con él?

—Sí, pero...

—¿Lo atacaste?

—¿Qué? —Parpadeó Max, sorprendido.

—¿Lo tocaste de alguna manera?

—No. —Max pasó saliva, con un trueno de dolor recorriéndolo—. Yo no... nunca...

Su papá metió la mano en su bolsillo sacando de este la pastilla que Max había dejado en su buró.

—La dosis que te dejamos era la exacta, Max. Cualquier cantidad menor y... —Levantó las cejas, dejando en el silencio la implicación.

—Nunca lo lastimaría. Nunca.

Su papá lo estudió cuidadosamente con los ojos, y luego miró por encima del hombro de su hijo, a Mark. Después de encogerse de hombros por lo que sea que vio allí, le dio una calada a su cigarro y se volvió de nuevo hacia Max.

—Siéntate.

El padre de Max se movió a su posición habitual de "Max está en problemas". Permaneció parado tenazmente detrás de su pareja, con las manos en el respaldo del sillón y recto, como si estuviera resguardándolo de alguna amenaza, y enfrentando a su hijo con toda la autoridad alfa que podía reunir. Parecía injusto ser dos contra uno.

ÉrosgápeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora