Sergio dormía profundamente, finalmente habiéndose desmayado en el abotonamiento de Max mientras este se suavizaba, y después de casi una hora de verlo dormir, Max estaba muerto de hambre.
Cuidadosamente se zafó del agarre y se puso un pantalón deportivo de Sergio. Eran un tanto corto para él, pero no iba a volver a ponerse su ropa ensangrentada. Después escogió una camiseta azul que le quedaba bastante bien. Comprobó que Sergio siguiera durmiendo antes de abrir la puerta de su habitación. Había agua, fruta y un paquete de galletas, pero tenía ganas de algo más. El olor a algo picante y caliente emanaba desde abajo, así que lo siguió a la cocina.
Sarangi estaba sobre los hombros de Lance mientras este removía una gran olla en la estufa.
—Ey —dijo Max, jalando su camiseta hacia abajo con la esperanza de no verse ridículo—. ¿Eso es para nosotros?
—Sí —dijo Lance, sonriendo por encima del hombro—. Fui a hacer algunas compras cuando empezaron los gritos y para cuando volví, la casa ya no estaba temblando. —Le dio un guiño—. Admito que no esperaba que tuvieras tal habilidad, pero por lo que oí, Sergio no tendrá ninguna queja.
Max se sentó en la mesa cuando Lance le sirvió un tazón.
—Para ser justos, no hice nada especial. Sólo fue intenso. Juntos así durante un celo, por primera vez.
Una triste sonrisa se dibujó en los labios de Lance.
—No voy a negar que esa parte de la relación alfa-omega, parece hermosa. Pero en cuanto al resto, bueno, escuchar a Sergio antes de que llegaras, acabó con cualquier envidia que quedara en mí desde la última vez que lo acompañé durante un celo. No gracias. Prefiero seguir siendo beta. Claro que sin hijos y sin un compañero de cuento de hadas, pero con la libertad de elegir a quien amar y echarme al plato. —Frunció el ceño al mirar a Max.
—¿Qué?
—Ven aquí. Sé de algo que te ayudará con eso. —Tiró de Max hacia los armarios y abrió uno para revelar un conjunto desordenado de linimentos y pomadas. Se estremeció por dentro—. A ver. —Luego untó con cuidado una crema calmante sobre las irritaciones en su barbilla y rostro.
Max se sintió sonrojar, pero no dijo nada.
Se volvió a sentar en la mesa. Comió de la sopa y se armó de valor para preguntar: —¿Has sabido de Fernando?
Lance se sentó frente a él. Sarangi maulló y se bajó de su hombro hasta acomodarse en su regazo. A Max le dio un poco de celos, le vendría bien algo de consuelo por parte de Sarangi, pero supuso que Lance había estado más tiempo en su vida, y que merecía su lealtad.
—Llamó —dijo Lance, estirándose para tomar la mano de Max—. La noticia es buena pero cautelosa. Charles estaba allí donándole sangre para cuando Fernando llegó. La fiebre de tu papá se estabilizó, no había entrado en estado séptico, y dejó de sangrar. —Apretó su mano.
—¿Entonces, cuál es el problema?
—Todavía está muy mal. Carlos piensa que su útero está infectado. Y es peligroso.
Max dejó caer la cuchara, retiró su mano del agarre de Lance, y se levantó.
—¿Cuánto tiempo durará Sergio dormido? ¿Podría ir a casa y volver a tiempo?
—Max, tu papá está descansando, y tu padre está con él. Fernando me dijo que te dijera que tú padre te manda decir que entiende por qué te fuiste, y que está contento de que no hubieras estado durante la peor parte.
Max parpadeó ante eso. ¿Se había perdido la peor parte? ¿Cómo podía haber pasado algo peor de lo que vio?
—Pero me necesita, ¿no lo crees? —preguntó Max—. Si mi papá está así de enfermo y su útero está infectado, entonces debería ir con él, al menos hasta que Sergio se despierte.