𝒟ℯ 𝒮𝒶𝓃𝓰𝓇ℯ 𝓎 𝒟ℯ𝒸𝒾𝓈𝒾ℴ𝓃ℯ𝓈

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Miradas fijas atravesaban la penumbra, como dagas buscando un objeto en el cual clavarse. Nadie hablaba, pero el silencio era un grito, un rugido contenido que pronto estallaría.
Spreen podía sentirlo en su piel, como un cuchillo que lentamente se deslizaba por su garganta.

Frente a él, Conter lo miraba, sus ojos gélidos, tan quietos como un lago antes de una tormenta, pero igual de peligrosos. Una gota de sudor resbaló por la sien de Spreen, pero no se atrevió a apartar la vista. Moverse significaría mostrar miedo, y entre ellos dos, el miedo era una sentencia de muerte.

"Habla." La voz de Conter rompió el silencio, baja y cargada de veneno.
"O mejor no lo hagas, prefiero verte temblar de miedo"

Los dedos de Spreen se cerraron en puños, sus nudillos blancos como el mármol pero al mismo tiempo oscuros, manchados de su propia sangre y la de otros. Quería responder, gritarle, arrancarle esa sonrisa fría de un golpe, pero algo lo detenía. Quizá eran las frías barras de metal que lo mantenían enjaulado, las sombras de aquellos cuchillos y navajas que descansaban en el cinturón de Conter, o el eco de los pasos de las demás personas de la isla que resonaban cerca a él.

Un clic. El sonido metálico de un arma siendo desenfundada llenó el aire. No podía ver quién la sostenía, pero la amenaza era clara. Un paso en falso y la tensión se rompería. A causa de la sangre que sería derramada.


En la oscuridad del bosque avanzaban. Juan, que apenas lograba percibir el sonido de sus propios pasos, tan cuidadosos que parecían no existir. El silencio era su aliado pero también su mayor enemigo; cualquier ruido podría delatar su posición.
Esta vez no tenían a los dragones cerca, debían avanzar a pie sin ser descubiertos o asesinados en el proceso.
Por un momento sus pensamientos regresaron al caos de antes: Los gritos, el fuego, el aliento caliente de los dragones cuando se lanzaron a protegerlos. Habían salido vivos de milagro. Era momento de repetirlo hasta llevarse a la aldea completa, vivos o muertos.

"Los voy a encontrar, y voy a matar hasta el último de ellos" pensó, apretando los dientes.

Volver a la aldea era una locura, y este lo sabía, pero dejar atrás a todos no era una opción. Al rescatar a Carre se dió cuenta que probablemente la mayoría seguían vivos. Aunque sea, siendo esclavos de la tortura.

Ahora, era su turno de regresar al corazón del peligro. Tenía que cumplir con sus palabras. No fallarles.

Detuvo sus pasos y alzó la mano, indicación de que tenían que detenerse. Las ramas del bosque crujieron levemente, un eco lejano que parecía bastante cercano.

"¿Lo escuchaste?" Susurró Juan, girándose para ver al resto. Inclinándose lentamente hacia adelante, deslizando su mano por el suelo lentamente para agarrar una rama caída. Si algo pasaba, no sería tan fácil de caer.

O tal vez si?

En un abrir y cerrar de ojos Juan es derribado.

Pero no era lo que se esperaba. Alguien o algo estaba sujetándolo a una roca detrás por el cuello y pecho.

Aterrorizado este abre los ojos para darse cuenta que la bestia que lo había derribado era...

CHIMUELO.

Este se encontraba en un estado deplorable, lleno de heridas y sangre que dudosamente podría ser suya.

Juan luchaba por respirar mientras que la enorme garra de chimuelo lo mantenía clavado contra la roca.

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⏰ Última actualización: Dec 30, 2024 ⏰

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