12 - gracias -

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La tarde había avanzado lentamente en la pequeña casa. Leonard estaba inquieto, caminando de un lado a otro. Cada vez que escuchaba un ruido fuera, su corazón daba un pequeño salto. No quería admitirlo, pero estaba esperando que Eliot regresara. No porque quisiera verlo, claro. O eso se decía a sí mismo.

Cuando finalmente escuchó el crujir de la puerta al abrirse, supo que era él. Eliot entró en la casa, luciendo como siempre: su porte impecable, su mirada fría y esa expresión de constante irritación que parecía reservada únicamente para Leonard. Detrás de él, Luz lo seguía con esa calma inquebrantable que la caracterizaba.

-Bueno, ya estoy aquí. ¿Leonard causó problemas? -preguntó Eliot, casi como si fuera una rutina.

Luz negó suavemente mientras se levantaba del sillón.

-Ningún problema, Eliot. Leonard ha sido... sorprendentemente cooperativo.

Eliot soltó una risa seca y miró a Leonard con escepticismo.

-¿De verdad? Bueno, supongo que hay un milagro para todo.

Leonard apretó los dientes, pero no respondió. Sabía que cualquier palabra solo le daría a Eliot más razones para molestarlo.

Luz recogió su manto y se dirigió hacia la puerta, pero antes de irse, se giró hacia Eliot.

-Recuerda, Eliot, la paciencia es clave. No olvides por qué hacemos esto.

Eliot no respondió, solo le lanzó una mirada cansada.

-Lo sé, Luz. Puedes irte tranquila.

Luz le dedicó una sonrisa cálida a Leonard antes de salir, dejándolos solos en la habitación.

Por un momento, el silencio fue abrumador. Leonard permaneció quieto, mirando a Eliot desde el otro lado de la habitación. Finalmente, reunió el valor suficiente para hablar.

-Eliot...

El ángel alzó una ceja, visiblemente irritado.

-¿Qué?

Leonard tomó aire, tratando de mantener la calma.

-Quiero... quiero agradecerte.

Eliot lo miró como si acabara de decir la cosa más absurda del mundo.

-¿Agradecerme? ¿Por qué?

Leonard evitó su mirada, jugueteando nerviosamente con los bordes de su camisa.

-Luz me contó lo que haces por mí. Cómo has decidido ayudarme, a pesar de que no tienes que hacerlo.

Eliot cruzó los brazos, su expresión se endureció aún más.

-¿Ah, sí? ¿Y qué más te contó Luz?

-Sobre tu pasado -admitió Leonard en voz baja.

Eliot se tensó, y su mirada adquirió un brillo peligroso.

-¿Mi pasado? -repitió lentamente-. ¿Qué te dijo exactamente?

Leonard levantó la vista, sintiendo que estaba caminando sobre hielo delgado.

-No mucho. Solo que... antes de ser un ángel, eras un demonio. Y que fuiste perdonado.

Por un instante, el silencio fue tan pesado que Leonard pensó que Eliot podría atacarlo. Pero, en lugar de eso, el ángel dejó escapar un suspiro cansado.

-Claro que Luz lo contó -murmuró, pasándose una mano por el cabello-. Esa mujer no sabe cuándo guardar silencio.

Leonard dio un paso hacia él, intentando reunir más valor.

-No lo digo para molestarte. Solo... quería que supieras que lo aprecio.

Eliot lo miró, y por un breve instante, algo parecido al asombro cruzó su rostro. Pero fue reemplazado rápidamente por su habitual frialdad.

-No necesito tu agradecimiento, Leonard. Esto no es un acto de bondad. Es una misión. Nada más.

Leonard bajó la mirada, sintiendo que las palabras de Eliot eran como un balde de agua fría.

-Lo sé. Pero aun así... gracias.

Eliot no respondió de inmediato. En cambio, se dirigió hacia la cocina, como si la conversación no hubiera ocurrido. Leonard lo siguió con la mirada, y por primera vez, sintió que había algo más detrás de la fachada fría de Eliot.

Un hombre que había caído, que había cometido errores, pero que estaba intentando hacer algo bueno.

Y aunque Eliot no lo admitiría, Leonard sintió que tal vez, solo tal vez, no era tan indiferente como aparentaba.

El Angel Y El Caníbal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora