Capítulo diecinueve.

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—¿Te lo has pasado bien? —preguntó al estacionar en frente de mi casa. Estaba recostada en el asiento y con el dolor de pies del siglo, así que no me moví. Sólo lo miré.

—¿En serio quieres saber la respuesta a esa pregunta?

—Sabía que dirías algo así. —chasqueó la lengua.

—¿Me estás llamando predecible?

Alcé el ceño, él se limitó a bajar del coche, y segundos después abrir mi puerta y tenderme una mano.

—No, pero más de un mes, todos los días contigo, me ayudaron a conocerte. —bajé ignorando su mano y caminé a la puerta.

—Interesante reflexión, pero, —me paré en la entrada— ¿cuánto crees conocerme, Louis?

No me interesaba escuchar su respuesta así que abrí la puerta con las llaves. Me detuvo cogiéndome de un brazo así que me giré para plantarle cara.

—A.J., dame un beso.

—¿Estás loco?

Lo miré con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados.

—Probablemente, pero eso no excusa que quiera besarte.

—Anda Louis, vete a casa y descansa que el champagne te ha hecho demasiado mal.

—No fue precisamente la bebida lo que me ha afectado. —tiró de mis manos para pegarme a él, así que me eché hacia atrás por si pretendía, de verdad, hacerlo. Aunque únicamente dejó algo en una de mis palmas y luego se separó.— Hasta mañana, Jane. —lo vi caminar de vuelta con una sonrisa.

—Por favor, ¡no! —me quejé y entré en casa, dándome cuenta de que no estaba sola al oír el televisor con una película de comedia probablemente.

Dos cabezas me miraron sobre el respaldo del sofá cuando entré en el salón y me siguieron con la mirada hasta que me dejé caer en un sillón.

—No pensé que estarías en casa, Evangeline. Y hola a ti también, Dan.

Daniel Brennan, también conocido como único ex y mejor amigo (follamigo probablemente) de Evan, me saludó con una sonrisa. Ella se encogió de hombros.

—Reunión de ninfomanía anónima, como ves. ¿Qué tal de boda?

—Eso, A.J., cuéntanos qué tal con tu nuevo novio. —el acoplado alzó el ceño y al ver mi cara de desconcierto continuó— Me lo ha contado todo.

—No me apetece hablar del tema.

—¿Habéis follado? —continuó el interrogatorio.

—No, la pregunta aquí es, ¿lo habéis hecho vosotros?

Ambos se encogieron de hombros, ignorando mi intento de cambiar de tema.

—Vamos, por lo menos resúmenos lo interesante. —Evangeline metió cizaña cuando intenté subir a mi habitación y me limité a decir:

—Louis me ha besado.

[ ... ]

Le di una última vuelta a la liga y la dejé caer sobre la cama. Segundos después volví a enredarla entre los dedos inconscientemente. De hecho es lo único que había estado haciendo toda la noche y por culpa de lo que ahora tenía ojeras y más mal humor que el normal. Todo porque a él se le había ocurrido la flamante idea de dejar este pedazo de tela infernal en mis manos al traerme a casa, lo que desembocó en un recuerdo tras otro durante horas.

Terminé por zapatearla en un cajón, cerrado de golpe para no volver a cogerla, y bajé a la cocina, no faltaba mucho para irme y no había hecho más que perder el tiempo.

Cordis GlaciemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora