Capítulo quince.

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—¿Estás segura de que la has guardado aquí? Porque no me apetece estar buscando para nada.

Zoey se giró con ambas manos en la cintura, los labios fruncidos en una mueca y expresión de cansancio. Sopló un mechón de su cabello que se le había escapado del sitio antes de reprochar otra vez.

—Si te digo que la dejé aquí, es porque así lo hice. ¿Cuánto de difícil puede ser encontrar una boquilla de clarinete?

La pregunta no necesitaba una respuesta, pues nos había llevado toda la mañana y gran parte de la tarde el intento de buscarla, revolviendo cajas que luego tendríamos que recoger. Todo antes de que llegase Ricky y se diese cuenta de que el encargo del año (definido así por él mismo) había desaparecido.

—Perdona pero yo reniego.

Abandoné lo que estaba haciendo y salí de la trastienda, dejándome caer sentada en el sillón de detrás del mostrador. Ella continuó allí dentro, moviendo estantes y discos. Se la iba a cargar si esa piecita diminuta no aparecía.

Dispuesta a burlarme de lo que la gente consideraba moda y tópicos de belleza, abrí el cajón donde mi compañera guardaba las revistas y busqué algo interesante con lo que entretenerme, alzando el ceño irónica al ver lo que reposaba sobre la más reciente de ellas.

Cogí el boquete y caminé de nuevo hasta donde ella estaba.

—Conque lo habías guardado aquí dentro, ¿eh? —se giró de golpe abriendo los ojos al ver lo que traía en la mano.— Hay una gran diferencia entre la trastienda y tu cajón de cotilleos.

Su respuesta se vio silenciada por el tintineo de la campanita de la entrada. Mascullé un ‘rubia’ entre tos falsa y ambas volvimos a la estancia.

—Vaya. —dije— y yo que creía que hoy me libraría de ti.

Mostré mi mayor mueca de asco y me crucé de brazos. Como una maldita rutina, todos los días.

—Incluso a mí me tardabas en llegar. —oí a Zoey detrás y Louis le sonrió a ella también.

—Bueno, he tenido un par de cosas que hacer y ahora tengo que llevarme a A.J. para pedirle algo, ¿la cubres? —le pidió a ella, pasando directamente de mi opinión.

—Claro. —me miró a mí ahora.— ¿Sois novios? ¡Qué bonito!

—Hey, hey. —de una vez por todas, me vi obligada a interrumpirlos.— Ni he dicho que vaya a ir contigo —lo miré a él, para después clavar mi vista en ella— ni somos novios.

—Pues bien que pasas tiempo con él. —la rubia alzó las cejas, mientras Louis nos miraba divertido. Vivía una maldita conversación privada de chicas en primera fila.

—¿Tiempo? Si sólo hemos ido a celebrar un estúpido mes a un balneario.

—Chica, sólo se celebra un mes por dos motivos, o sois novios, o habéis follado sin condón y no te has quedado embarazada. —me señaló.— Así que ahora, largo.

—¿Y qué pasa con la trastienda?

—Ya convenceré a Rick para que me ayude a limpiarla. —me guiñó un ojo y luego ambos se asociaron para arrastrarme fuera de allí.

—Tienes que buscarte una vida. —le dije mientras caminábamos a dondequiera que fuese a llevarme.— ¿Está muy lejos? Porque estoy cansada, no sé tú, pero yo trabajo y tengo que aguantar a gente tocapelotas todo el día.

—¿Por qué tengo la sensación de que ese tocapelotas va dirigido hacia mí? —giró la cabeza, mirándome y dejando ver su sonrisa abriendo paso a una hilera de dientes.

Cordis GlaciemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora