Capítulo cuatro.

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«Louis.»

—¿Y usted, qué va a tomar? —indiqué a la joven camarera que no quería nada y esta se retiró.

—¿Nada? —Niall me miró alzando una ceja.

—No me queda tiempo, tengo que buscar a alguien. —me arrepentí de haberlo dicho, pues una tanda de “Eh” resonaron por toda la mesa.

—Oh, alguien ha robado el corazón de Louis. ¿Quién es la afortunada? —Zayn sonrió y alzó y bajó las cejas repetidamente.

—No es “la afortunada”. Solo es una amiga.

—Nos da igual si es tu amiga, o amiga de lo que tienes entre las piernas. Queremos saber su nombre.

Un codazo por parte de Harry y todos estaban atentos a mi respuesta.

—A.J.

Niall dejó de comer, Zayn dejó de sonreír pícaramente, Harry dejó de observar a la camarera y Liam empezó a ignorar las noticias de la televisión. Cuatro miradas clavadas en mí y un silencio sepulcral.

—Eh, —fue el rubio quien se encargó de romperlo.— Para el carro, Tomlinson. No estarás hablando de Allisson Jane, ¿cierto?

—¿Allisson Jane? —el nombre sí que no me sonaba de nada.

—Ya sabes, la chica con muchos tatuajes, ojos azules, y un insulto siempre detrás de la lengua. —sonreí, sí que hablábamos de la misma persona.

—Sí. Es ella. Pero no sabía su nombre completo, nunca me lo dijo.

—Tienes suerte si habla contigo mirándote a la cara, porque la única vez en que lo hace es para rematar de dejarte como una mierda escupiéndote insultos por esa boquita de lindos labios rojos.

Todos estuvieron de acuerdo con Liam con esto último, y me di cuenta de que había muchas cosas de ella que no conocía y que me moría por saber.

—¿Sabéis algo más sobre ella? —el rizado me miró, pensativo, para luego hablar.

—¿A parte de que no es buena para ti, de que no va a hacerte ni caso en su vida y que enamorarte de ella es peor que intentar ahorcarse con una soga mal hecha? Sí, que se apellida Williams.

[ … ]

«A.J.»

—De acuerdo.

—¡Muchísimas gracias A.J.! —colgué por no seguir escuchando los gritos de Zoey al otro lado. Y todo por acceder a cambiarle el turno de hoy después de escucharla una hora entera suplicar. Di media vuelta al camino que ya tenía hecho, para volver a casa. Un madrugón para nada.

Y para más en horario escolar.

Cientos de renacuajos pasaban por mi lado y se quedaban mirando mis brazos, por eso sus madres los cogían de la mano y apuraban el paso disimuladamente. Rodé los ojos y crucé, cambiándome de acera.

Fijé la vista al frente y metí las manos en los bolsillos evadiendo las miradas de las personas que me observaban como un bicho raro.

Hasta que una mano tapó mi boca y otra me cogió en brazos, arrastrándome. Pataleé todo lo que pude e intenté morderla, pero no me soltó. Cuando quise darme cuenta me habían zapateado en el asiento trasero de un coche y este empezaba a moverse. Reaccioné enfurecida y mi boca se abrió en “o” al ver quién era mi secuestrador.

—¿¡Pero qué demonios estás haciendo!? —la sonrisa de Louis se hizo presente cuando sus ojos se encontraron con los míos a través del espejo.

Cordis GlaciemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora