Capítulo 10

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Bien, no sé cómo llegué a esta situación, pero qué feo caso que pase esto, y eso que esta vez no anduve de curiosa ni nada por el estilo. Les explico: estaba en la cocina preparando galletas de soborno, digo, de agradecimiento para mi decano, cuando de la nada el horno empezó a bailar y las galletas a mutar… o eso es lo que diría si tuviera cinco. En realidad, quise hacerle una broma a un alumno que entró y el tiro me salió por la culata en más de un sentido.

Verán, intenté usar magia sin varita y no verbal, olvidando que este cuerpo no podía. ¿¡Entienden eso!? Olvidé por un momento quién era ahora, de hecho, estoy empezando a olvidar casi todo... Ya no sé por qué tengo libros en mi mente, o por qué un ser llamado Mimi intenta hablarme. Lo ignoré por días y, poco a poco, dejó de sentirse su voz. Me digo a mí misma que todo es producto del estrés y que realmente no soy una reencarnada. Aunque los recuerdos vagos que tengo de un mundo ninja y el cabello rosa son casi nulos, siento una sensación de hogar en el pecho, parecida a cuando veo a mi familia.

¿Realmente esto es una serie de películas o solo soy yo queriendo tener un pedacito de atención? Pero, ¿por qué haría eso? Quiero decir, soy buena, inteligente, pero me siento vacía, como si la falta de mis recuerdos fuera la causa. Cada día cambio más, no por fuera o en personalidad, sino en sentimientos, pensamientos, mi esencia... Ginny Weasley, una joven fuerte cambiada por mí, ¿una intrusa? Ni yo sé lo que soy, solo me guío por esos vagos recuerdos: un hombre malo y calvo, muerte, familia y un niño salvador. ¿Harry Potter? ¿El mismo niño escuálido de la casa de los leones? ¿Qué tendría él de especial para salvarnos de la muerte? ¿Por qué él y no otro?

Salí de mis pensamientos apenas desperté en mi cama, levantándome de golpe, mareada por el cambio abrupto de escenario, dejando de estar en esa biblioteca para estar en mi habitación en Ravenclaw. Quise invocar un tempus, pero mi magia falló por un segundo. Volví a agitar mi varita con el suave murmullo del hechizo y, a los segundos, la hora actual apareció frente a mí en color dorado, como si fuese arena. Apenas era de madrugada. Le di una mirada rápida a una Luna dormida, con esa expresión soñadora que conservaba en cada ámbito del día, su sello personal si me preguntaban.

Quise volver a dormir, pero pronto descubrí que no podía, por lo que, con duda y cansancio, me levanté suavemente de la cama, sintiendo el frío suelo en las plantas de mis pies, erizándome la piel unos segundos antes de ir a la ventana cercana a una estantería con algunos libros. Miré la luna y pensé: ¿Qué me pasó?

No sabía bien la razón, pero, de un momento a otro, empecé a actuar distinto. Tomé un libro como si fuese normal, viendo las Complicaciones de Hechizos y Pociones, pero no entendía nada. ¿Qué leía y por qué? Mi cuerpo actuaba en reacción a recuerdos que no sentía míos, al menos ya no. Vi el cuarto como si quisiera comprobar qué tan parecido era a los recuerdos que tenía.

Los mismos techos altos con vitrales de constelaciones, el olor a madera de roble saliendo de las estanterías, las grandes camas que, por su diseño, daban privacidad, el suelo oscuro, frío y liso que hacía resaltar esas paredes estrelladas… La diferencia era el recuerdo. Mis recuerdos eran estos, pero esos vagos que andaban por ahí eran ilustraciones, como las de un libro. ¿Mi otro yo solo conocía las habitaciones por libros? ¿Realmente es otra yo?

Las horas pasaron y seguía sin dormir, incluso decidiendo ir a clases sin haber dormido, corriendo el riesgo de dormirme. Fui a la enfermería a rogar casi por una poción para quitarme la pereza y el sueño, aunque sea unas horas. Ignoré a casi todos, yendo a mis clases y volviendo de ellas, hasta que choqué con los gemelos, que me veían preocupados. ¿Realmente eran mis hermanos o solo se los robé a una niña?

—Ginn... —dijeron ambos en tono preocupado, y como si fuera arte de magia, rompí a llorar. No sabía por qué lloraba, pero lo necesitaba. El pecho se me oprimía y la garganta dolía al ahogar los fuertes sollozos.

Sentí la mirada sorprendida y preocupada de los gemelos al verme así. Siempre fui alegre y segura, pero seguía siendo una niña. Lo era en cuerpo, no obstante, no tenía claro si eso aplicaba a mi mente y alma. Me calmé al sentir los abrazos y susurros de mis hermanos mayores. Por alguna razón que desconocía, los sentía más cerca, como si fuéramos un ser dividido en tres. Amaba a mis hermanos y confiaba en ellos... aunque, a veces, dudaba si debería. Después de todo, hubo una vida en mis recuerdos donde fui dañada por la persona que más decía amarme.

Irónico, ¿no? Demuestran amor lastimando y te hacen llegar al punto de creer que eso es amor. Que mereces eso. Que no habrá nadie capaz de amarte tanto, que hasta la más leve caricia sea viéndote a los ojos y no a tu cuerpo. Porque amar duele, pero duele más ser amado con el pensamiento y no con el alma.

Los días pasaron. Fui adaptándome a mis recuerdos. La tal Mimi desapareció. La biblioteca era lo único que tenía, además de esos vagos recuerdos de dos vidas pasadas. Aprendí a convivir con ello. Volví a ser casi la misma de siempre: bromas, tareas, estudios, pero me acercaba mucho a Harry, no después de saber que era un protagonista. Obviamente, no ignoraba a Ron; sería estúpido de mi parte, y él era muy rencoroso. Se volvería aún más infantil.

Actualmente, estaba nuevamente en una situación complicada, y no, no hablaba de los sueños o la biblioteca, sino de un evento vago de mi mente. El maldito perro de tres cabezas estaba frente a nosotros. Sí, nosotros... los protagonistas y Neville. Trataba de ver al cerbero, pero mi mente estaba a mil por hora, pensando soluciones y tratando de recordar qué guardaba el monstruo bajo la trampilla. Solo esperaba acordarme antes de que fuera muy tarde. Mientras tanto, correría junto a esos cuatro leones.

—Recuérdenme no acercarme a ustedes cuando hagan este tipo de cosas —murmuré cansada, apoyándome en una columna, viéndolos serios mientras trataban de entrar a su sala común sin aliento.

—¿Es que no se dieron cuenta? —dijo Hermione, cansada, con su nariz altiva. Mocosa arrogante, pensé divertida.

—¿De qué? —tartamudeó Neville, aún asustado por el gran can.

—¡Protegía algo! Bajo sus pies había una trampilla —dijo, obvia, la leona, viéndonos como si fuese el descubrimiento del siglo.

"Tonta niña, espero con ansias que crezcas para que dejes esa arrogancia... aunque es divertida. Y sobre todo cuando menciono la… trampilla... y proteger", pensé, recalculando al darme cuenta de qué era. ¡Qué película era! ¡Por todos los seres existentes… SI ERA UNA MALDITA PELÍCULA!

[Mil disculpas por no volver a actualizar, me daba pereza y hasta me olvidé que tenía wattpad, esta por suerte es la única historia que tengo por actualizar, el resto de mi perfil están completas, déjenme saber a que otro mundo puede ir la protagonista y si quedará con sus recuerdos. Además, les dejo un link en mi perfil de Busca Libre, donde hay libros con un 10% de descuentos extra, sumando al que la app está dando, espero lo usen y compren tantos libros como yo, a pesar de tener pendientes, gracias nuevamente por leer.]

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