Capítulo 22. Pesadillas Nocturnas

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Inísel se encontraba durmiendo en una habitación lujosa, llena de detalles intrincados y decoraciones bañadas en oro, en un majestuoso templo en el centro de Sunon. Desde que había conseguido traer los trofeos y ganarse el respeto de los Dýnamis, quienes ahora se dirigían a ella como Su Ánapse, su emperatriz, reina y guía, Inísel disfrutaba de una vida más cómoda y lujosa. Los Dýnamis la consideraban prácticamente una diosa, y la relación con el Afentikó se había vuelto bastante estrecha y colaborativa.

Semanas habían transcurrido desde que trajo los huevos elementales, pero estos aún no habían eclosionado. Inísel, a pesar de su nueva posición y las comodidades que la acompañaban, no encontraba descanso en sus sueños. Esa noche, como muchas otras, estaba atrapada en una secuencia de pesadillas que la atormentaban desde el día en que consiguió los huevos.

La primera fase de su pesadilla comenzaba siempre igual. Un incandescente fuego la rodeaba, envolviéndola en un mar de llamas que la oprimían con una sofocante presión. Aunque no se quemaba, sentía el calor insoportable y la asfixiante sensación de estar atrapada en un horno de fuego. La desesperación la invadía, haciéndola sudar y gemir en su sueño.

De repente, la escena cambiaba abruptamente, llevándola a la segunda fase de su pesadilla. Esta vez, el entorno era un paisaje gélido y desolado. No era ella la que sufría los embates del hielo, sino una figura femenina de cabello pelirrojo y rostro borroso. Inísel podía sentir el dolor de la mujer, como si el hielo atravesara su propio corazón. Se estremecía y gritaba ligeramente, incapaz de soportar el frío paralizante y la agonía que sentía a través de la conexión con la desconocida.

Finalmente, la última fase de la pesadilla la arrastraba a un río de lava ardiente. En esta visión, no había escapatoria. Inísel caía sin remedio en el flujo candente, sintiendo cómo la lava quemaba su piel y la consumía en un dolor insoportable. El grito ahogado en su garganta resonó en la habitación, despertándola abruptamente.

Despertó de golpe, jadeando y con el corazón latiendo desbocado. La habitación estaba en silencio, solo interrumpida por los sonidos lejanos de la noche en Sunon. Inísel se sentó en la cama, sintiendo el sudor frío en su frente y el temblor en sus manos. Estos sueños eran una constante desde que consiguió los huevos, y aunque había intentado comprender su significado, aún se le escapaban.

Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana, buscando consuelo en la vista del paisaje nocturno. La luna brillaba en el cielo, arrojando su luz plateada sobre la ciudad. Los pensamientos de Inísel volaban hacia los huevos elementales. Sabía que había algo que debía hacer, alguna conexión que necesitaba encontrar para que los huevos eclosionaran, pero las respuestas seguían siendo esquivas.

Recordó las palabras del Afentikó, quien le había dicho que solo un auténtico elegido podía dominar a los elementales y que debía encontrar la respuesta en su interior. Inísel se aferraba a esa idea, buscando en sus sueños y en su corazón la clave para liberar el poder contenido en los huevos.

Miró los dos gigantescos huevos elementales que descansaban sobre el suelo de su habitación. Sentía una mezcla de fascinación y preocupación cada vez que los observaba. ¿Serían ellos los que intentaban comunicarse con ella a través de las pesadillas? ¿Qué significaban esas visiones?

La noche todavía cubría Sunon con su manto oscuro, y la posibilidad de volver a conciliar el sueño se le antojaba remota. Decidida a encontrar respuestas, se dirigió hacia la puerta. Se detuvo un momento, mirando una vez más los huevos antes de salir, asegurándose de que estuvieran seguros y bien protegidos en su habitación.

Afuera, una escolta de guardias Dýnamis, asignados por Zaidan para su protección, la esperaba. Sin una palabra, comenzó a caminar hacia el santuario en la torre donde sabía que encontraría al Afentikó, Tahiro. La noche era fresca y tranquila, y el sonido de sus pasos y los de sus guardias resonaba suavemente en las calles desiertas de Sunon.

Saga Deorum consilia (Designios de dioses)  Volumen I {fantasía épica medieval}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora