Chapter sixteen.

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Cerca de Platinum Lawyers Company, se hallaban dos amigos actualizando los acontecimientos personales de ambos.

Eva había citado a Richard en el almuerzo y así contarle de una vez por todas lo ocurrido. Pidieron salmón y vino blanco, la magnitud de la noticia ameritaba algo fuerte en el organismo para procesarlo de una mejor forma.

―Todo en la constructora es un desastre ―comentó Richard con la copa entre sus dedos―. Alexa grita a cada instante, me dejó sordo de un oído.

Evangeline rio después de haber llorado tanto, eso le reconfortó el alma. Porque sí, mientras se desahogaba con su mejor amigo dejó salir las lágrimas.

―Y ni siquiera ha pasado un día, por favor ―dijo mofándose―. ¿Ya todos lo saben?

― ¡Para nada! ―exclamó riendo. La castaña lo acompañó―. Pero creo que se encargará de regarlo y dejarte mal parada frente al equipo.

―Sí... sé que me odia y que ha logrado su cometido. ―Eva se encogió de hombros y cortó el pescado para comerlo―. El bufete en el que trabajo me va a contratar de forma particular, estoy tranquila con eso.

― ¿Y cómo harás con la defensa? Escuché decir a Alexa por teléfono que la empresa va a demandar.

―Es claro que lo hará, ahí también me van a defender. Eso sí, los honorarios salen de mi bolsillo.

―Ya me imagino a la rubia dando la pelea por ti, y tú en agradecimiento le pides matrimonio ―bromeó Richard con ojos de borrego. La arquitecta se ruborizó, el solo pensar que Cate pudiera defenderla le ocasionaba un hormigueo fatal.

―Qué descabellado suenas, pero me pone mal pensarlo ―confesó y tragó vino. Estaba buenísimo.

Continuaron su comida con esa ligereza que particularmente Eva necesitaba. Rio incontables veces de los chistes malos de Richard, su ahora ex compañero de trabajo, pero su eterno mejor amigo, la dupla perfecta.

(***)

Cate no visitó ningún cliente esa tarde, se hallaba en el apartamento de una...vieja amiga.

Con un cigarrillo entre los dedos, apoyada sobre la pared fría y pálida, escuchaba las explicaciones que Joyce tenía para darle. La abogada le contó tal cual película de terror lo incómoda que estuvo durante el juicio donde ella debió ser jueza. Aparte de su molestia, se sentía decepcionada.

―A ver si entendí, Joyce ―habló la rubia después de expulsar el humo del bareto―, cambiaste la asignación y... ¡¿fuiste incapaz de avisarme!?

Joyce bajó la cabeza y miró hacia sus pies, conseguir que Catherine la disculpe sería su trabajo más complicado.

―Cate, no es tan sencillo como buscar tu contacto y hacer una llamada ―se defendió, pero la mujer ni siquiera se inmutaba―. Me van a transferir a San Francisco, precisamente ese día tuve que volar, cariño, fue un aviso de última hora y el juzgado se encargó de colocar al viejo que falló a tu favor.

Joyce parloteó demasiado y ella se detuvo en el momento en que mencionó la transferencia.

― ¿Cómo que te vas? ―inquirió apagando el cigarrillo contra el cristal del cenicero―. ¿Tú solicitaste el cambio, Joyce?

―No. Un juez de la sede de San Francisco lo hizo, y por votación me escogieron para hacer el intercambio. Malditos compañeros, ¿no?

―Definitivamente, Joyce, tus colegas son lo más hipócrita de los juzgados. Qué asco.

―Tampoco es que yo sea una maravillosa persona, Catherine. Además, me viene bien un cambio de ambiente.

Se hallaban en una salitade estar, Joyce permanecía en un sofá individual y Cate estuvo todo el rato depie, soportando la molestia de los zapatos altos, molestia a la cual ya estabaacostumbrada.

¡Buen día, arquitecta!©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora