Él no olvida, menos a un traidor.
Sin embargo, las deudas se pagan y más aún cuando llega a ese pueblo abandonado por Dios y se encuentra algo más que un traidor que se hace pasar un padre y a una mujer despreciada por todos y que está dispuesta a...
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El amanecer era una de sus cosas favoritas, al igual que la lluvia, no importaba si estaba el cielo cayéndose, siempre le gustaba ver la lluvia. El anochecer no era algo que le gustaba, puesto que cuando caía la noche, la mayor parte del tiempo, tenía que cumplir con sus obligaciones para quedarse con sus hijos y verlos todos los días.
Leyna estaba con sus ojitos bien abiertos, sentada en una de sus piernas, y Demyan estaba en la otra, de igual modo viendo los edificios enormes. Era muy temprano, pero las calles estaban llenas de personas y el tráfico era aún peor de lo que en algún momento las personas se habían podido imaginar. No sabía a dónde se estaban dirigiendo, aun así, tenía la certeza de que ese hombre tenía muchas propiedades. Las camionetas que los seguían muy de cerca y ella tenía ciertas dudas en todo.
—Todo es muy bonito —Demyan la miró—. Esas casas son muy grandes.
—Mucho más y se ven mejor que en dónde nos dejaban dormir —Leyna apoyó su mejilla en el pecho de Nadja—. Es un lugar horrible.
—Lo era —la corrigió.
Llegaron a una carretera que a lo lejos se podía ver un avión y un montón de cosas más. Pasó saliva en seco y más cuando vio que Natacha bajaba de una camioneta, seguida de Erik, el sujeto que de igual modo le daba miedo.
—¿Vamos a subirnos ahí? —preguntó Leyna, bajando—. Nunca había visto uno.
—Subirán ahí —Jadiel dirigió su mirada hasta la pequeña cosita—. Caminen.
Nadja asintió obedientemente, y le acomodó la manta, que aunque no era la mejor de todas por la suciedad que tenía, era lo mejor para el frío. Caminó con algo de timidez y la anciana le sonrió con mucho cuidado.
—Vamos a irnos en un avión —apuntó Natacha—. Te recomiendo que trates de mantener la calma en todo momento.
—Es la primera vez que nos subiremos a uno —ella se encogió de hombros—. Es grande.
—Es uno de los que tiene mi... —ella apretó los labios—. Jadiel —corrigió—. Suban. Deben tener frío por el cambio de clima.
—Puedes decirlo, es tu nieto —Erik bromeó—. Suban. Esperemos al jefe arriba.
Ella tomó de las manos a sus hijos, siguiendo los pasos de Natacha hasta el avión. El interior era demasiado por lo que pedir o tener. Muy lujoso y supuso que solo era una fachada, todo lo que veía ahí era por el lujo.
—Pueden sentarse en dónde están las mantas —la anciana apuntó a unos asientos—. No les mandé a comprar abrigo, pero su ropa se resolverá cuando lleguemos a nuestro destino.
—Gracias.
Natacha le explicó todo para el viaje, tanto que ella consideró quedarse en un solo lugar.
—¿No debo tener algún tipo de documento? —ella le puso el cinturón de seguridad—. Una vez escuché a Leo decirle a Artem que tenía que estar al día con la visa.