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Un ruido sordo y el sonido tras el impacto de un plato rompiéndose contra el suelo interrumpieron la animada conversación que estaban manteniendo Kyun Nam y Seokjin a la hora del almuerzo mientras todos nos situábamos en una de las mesas en mitad del comedor. Entonces no el silencio irrumpió de inmediato en la sala.

Jimin no había despegado ojo de Jungkook, quien se sentaba justo a mi lado. Desde que confesó quién era su padre la relación entre ambos se había enfriado de manera instantánea, aunque solo por parte del mayor entre ellos. Jeon seguía intentando sin éxito compartir unas palabras con él a pesar de todo. Algo me decía que lo apreciaba demasiado como para perderlo así como así.

Alcé mi mirada justo al instante para comprobar si alguien había resultado herido y mis ojos se abrieron justo cuando la vi allí.

Alguien había empujado la bandeja de Eun Ki justo cuando caminaba para sentarse en algún lugar en el que no atrajera demasiada atención. Ahora toda la comida que había en los platos que esta sostenía se hallaba esparcida por todo su uniforme y los trozos de porcelana que la contenían se encontraban tirados sobre el suelo de mármol gris.

Eun Ki no movió ni un solo dedo. Mi cuerpo se tensó al ver su expresión de cansancio en el rostro, probablemente no era la primera vez que le ocurría algo así y probablemente aquella era la única razón por la que no solía aparecer por los lugares más concurridos de la academia.

Me levanté casi por reflejo de mi asiento cuando una chica le tiró de la larga coleta color azabache. Jungkook también lo hizo, al fin y al cabo se trataba de su propia hermana. Pero ninguno de los dos fuimos capaces de dar un solo paso al ver a Hoseok caminar hasta ellas y agarrar el brazo de la chica que había tirado de su cabello cuyos ojos amenazaron con salirse de sus órbitas al verlo frente a ella con aquella seriedad nada propia de él protagonizando su mirada.

Hoseok separó lentamente los dedos de la aprendiz que parecía ser mucho menor que nosotros y susurró lo suficientemente alto para que lográramos oírlo:

—Atrévete a volver a tocarla con un solo dedo y tendrás que vértelas conmigo.

Hoseok tomó la muñeca de una sorprendida Eun Ki y la condujo hacia la salida del comedor. Noté el brillo que invadió la mirada de la chica al contemplar la mano de Hobi mantener el contacto con su piel.

—¿Qué le pasa? —preguntó Kyun Nam molesta al ser consciente de la actitud del chico que le gustaba. Seokjin suspiró ante su cuestión. Comprendí al instante su ceño fruncido.

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Sostuve la pistola entre mis manos temblorosas mientras apuntaba hacia el objetivo situado a unos veinte metros de mí.

—Eso es, visualiza al vampiro frente a ti —hablaba el anciano preparador físico situado un paso atrás—. Ahora aprieta el gatillo.

Nos encontrábamos a cielo abierto. En uno de los más grandes campos de preparación de la academia. Hacía bastante frío a pesar de que el sol brillara sobre nuestras cabezas por primera vez en semanas.

Seguí observando el cartón con forma humana al que debía disparar durante un par de segundos más. Y supongo que fueron mis ojos los que terminaron jugándome una mala pasada en el momento menos indicado.

—Vamos, dispara —volví a oír la voz dura e impaciente del hombre de avanzada edad.

Parpadeé y fue en un abrir y cerrar de ojos que la figura de cartón se transformó en un inmóvil Taehyung que me observaba fijamente sin expresión alguna en el rostro. Mi garganta se secó al instante.

Clavé mi mirada en la suya y todo lo que me rodeaba se desvaneció. ¿Qué diablos hacía allí?

—Dispara —aquella voz dictatorial caló en mis oídos y mi tensión arterial incrementó sus niveles de manera repentina.

Sentí los latidos de mi corazón ir cada vez más y más rápido al mismo tiempo en que mi cabeza comenzaba a sentirse pesada.

En ningún momento despegué mi mirada de los supuestos ojos de Taehyung.

No podía.

Simplemente no podía dispararle.

En cualquier momento, la fuerza abandonó mis articulaciones y el arma de fuego resbaló de mis manos provocando un estruendo que hizo que llevara estas a mis oídos y terminé acurrucándome en el suelo cuando mis piernas fallaron al intentar sostenerme.

Mis párpados se cerraron fuertemente al instante de la caída y mis oídos no fueron capaces de captar ningún sonido debido al desgarrador chirrido que se instaló en mi cabeza. A pesar de todo sabía que el preparador estaba gritando enfurecido, algo me decía que era así.

Alguien cuyo rostro no alcancé a contemplar recogió mi cuerpo del césped y lo alzó como si de un saco se tratase apoyándome sobre su hombro.

Antes de que me sacaran del campo de entrenamiento me forcé a abrir los ojos aunque solo fuera durante un instante en dirección a donde se encontraba Taehyung. Supe que todo había sido fruto de mi imaginación cuando no logré ver nada más que aquel trozo de cartón que seguía de pie esperando por aquella bala que nunca iba a llegar. Mi vista acabó nublándose de un momento a otro.

No fui consciente del tiempo que pasé en aquel sitio después de aquello pero la noche había llegado y el cielo había quedado inundado de oscuridad.

Solté un largo y profundo suspiro al contemplar de nuevo la habitación de invitados del apartamento del director y sentí un intenso pinchazo en la coronilla al hacerlo.

Oí unos pasos acercarse a la dependencia de manera calmada, serena. La cabeza de mi madre asomó por la puerta de madera entreabierta.

—Vaya, parece que has despertado —dijo, una sonrisa forzada manchándole los labios. No confiaba en mi propia madre, y aquello me hacía sentir de lo más desgraciada. Aparté mi mirada de la suya.

Hice un ademán con la cabeza que me ofreció un nuevo pinchazo en esta. Froté la palma de mi mano sobre aquel lugar.

—El doctor dijo que se trataba de simple agotamiento, ¿no duermes bien? —su tono denotaba una preocupación a años luz de parecerme sincera.

¿Quién dormiría bien estando en mi lugar?

No respondí.

—Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras. Aquí tienes —me tendió su brazo y clavé mis pupilas dilatadas en él tratando de moverlo con la mente —, toma esto y podrás seguir pronto con los entrenamientos.

El frío inundó completamente mi cuerpo tras oír sus palabras. Su mano sostenía un pequeño bote de píldoras de color blanco nácar. No lo agarré.

Supe que tarde o temprano me arrepentiría de aquello, pero el fuego que hizo acto de presencia en mi corazón y en mi misma garganta me hizo soltar aquello como si de escupitajos hacia el rostro de mi progenitora se tratase:

—Voy a dejar los entrenamientos.

Por primera vez se atrevió a contrariar las decisiones de su propia madre.

Danger » Kim TaehyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora