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AIDEN
La sangre brota de la nariz de mi contrincante en cuanto asesto un puñetazo certero a su tabique. Trató de esquivarme al retroceder, pero mis nudillos terminaron por machacar a su cartílago y, en consecuencia, pronto aparecen hilos espesos de sangre que caen hasta inundar su boca de sangre. Lo observo mientras contengo la respiración, a la espera de recibir otro ataque. Pese a que el cuello me duele y perdí el sentido de la orientación al recibir un golpe en la sien, me encuentro repleto de vitalidad.
Me tambaleo, permitiéndome bajar la guardia durante breves segundos, hay un pitido dentro de mis oídos que se mezcla con los gritos de los reos y, al ver que una larga pierna se estira para propinar una patada que, seguramente, tiene la intención de romperme una costilla, reacciono con una abrasadora ráfaga de flamas que emerge de las palmas de mis manos.
Las múltiples luces de neón que rodean al octágono me envuelven y engrandecen a las sombras de mi alrededor. El olor a sangre y sudor impregnan a cada rincón de este lugar maldito. Mi respiración se encuentra entrecortada y mis músculos permanecen tensos mientras camino en círculos con la sonrisa digna de un bastardo.
—Imaginé que darían más pelea —les digo a mis adversarios de esta noche, mientras vuelvo a retomar mi posición de defensa tras hacer crujir a mi cuello. Extiendo la mano con brusquedad y mis dedos se abren para desafiarlos a que se acerquen a mí—, vamos, no me dejen esperando, hijos de puta.
Mi inagotable energía se debe a una sola motivación que tengo dentro de la cabeza y por supuesto que se trata de Luna. ¿De quién más se trataría si no es por ella? Mis pensamientos siempre involucran a su perfume de frambuesa y el radiante azul aciano de su iris que ha robado por completo a mi atención.
Si me encuentro alegre, siempre será a causa de ella. Siempre.
Un rayo chisporrotea en el aire e interrumpe mis ilusiones justo a tiempo, antes de que mi cuerpo sea atrapado por la descarga eléctrica. El tempestary, con una faceta que no esconde a su creciente frustración, conjura otro manojo de relámpagos que concentra entre sus dos manos y yo preparo mi defensa en silencio. Y, al sentir el suelo temblar, me recuerdo que no sólo se trata de electricidad; sino que también me enfrento a un vintary que arroja un torbellino furioso que me obliga a cubrirme el rostro con ambos brazos.
No lanzo ningún ataque, sólo espero el momento ideal para que las llamas vuelvan a chisporrotear de mis dedos e incendien todo a través de un calor insufrible.
Hoy la apuesta se ha triplicado y más hombres han venido a verme pelear. Incluso han acudido sargentos y coroneles, ya que les atrajo la idea del arrogante desconocido que decidió enfrentarse a dos de los prisioneros que pertenecen al área de máxima seguridad.
Uno de ellos me alcanza con un golpe directo en el costado, y siento el dolor atravesarme como un cuchillo en cuanto el viento desgarra a mi piel. La sangre caliente gotea por mi costado y ensucia a la parte inferior de mi abdomen. Un rayo me golpea de lleno, y mi cuerpo se sacude mientras mis nervios chispean. Siento cómo la electricidad quema mi piel y escucho al silbido del viento, combinado con el rugido de los truenos.