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LUNA
No miento al decir que no pude dormir bien debido a que estoy aterrada. Toda la madrugada miré al fresco del techo abovedado mientras me repetía que en verdad soy una grandísima estúpida.
¿A qué otra loca se le ocurriría soltarle un puñetazo a un Escarlata? Y no hablo de un golpe juguetón, sino de uno que le volteó el rostro. Soy una imprudente, eso siempre lo he sabido, y eso va a condenarme.
Durante mi insomnio imaginé lo que ocurriría a la mañana siguiente: Los guardias aparecerían en mi puerta a primera hora del alba y ahora sí nadie los detendría para arrastrarme hasta el patio, donde un montón de nobles estarían reunidos para presenciar cómo moría de una manera tortuosa. O puede que me llevaran hasta una mazmorra para dejarme pudrir hasta convertirme en esqueleto.
Hay muchas probabilidades cuando se trata de un sádico como Aiden.
Es por esa razón que no me cuadra el cómo me trató. Le suelto una trompada, no puede culparme; me asustó, y en lugar de permitir que ese guardia me diera un castigo, decide defenderme y luego me pregunta con una expresión de terneza si yo lo recuerdo. ¿Tengo la más mínima idea de lo que hablaba? No. Por eso reaccioné tan agresiva.
No sé qué es el vínculo y Aiden dijo que era el suyo. Su expresión se endureció ante mi rechazo, pero en lugar de usar su fuerza para aprovecharse de mí, hizo un berrinche para alegar que, de alguna manera, él quiere tenerme cerca. El emperador dijo que, a su lado, yo no volvería a probar la amargura y sé que no debería de creerle.
Pero me atreví a hacerlo.
...Porque sus ojos me resultan muy familiares, y no por la entrevista donde ya lo había visto. Sé que sus iris guardan a un recuerdo de una parte de mi vida, aunque no puedo ubicar a esa familiaridad que consiguió aturdirme. ¿Qué memoria de mi niñez podría evocar y que me haga sentir tan emocionada de adulta? Tengo pocas, muy pocas.
Alzo la mirada en cuanto escucho cómo se abre la puerta de mi habitación.
Si son los guardias y vienen para ejecutarme, ya ensayé a lo que pienso decirles: Fue a causa del nerviosismo que tomé esa actitud con su majestad imperial, me dejé llevar por emociones erróneas y sé que debo de pagar por las consecuencias, pero mi vida es un precio muy alto para lo poco que hice.
Ahora que lo repito dentro de mi cabeza, suena fatal. Me escucho como una verdadera vanidosa.
Dejo caer la cara hacia las almohadas al ver que se trata de Laelia. Mi doncella me sonríe con extraña al escuchar mi largo suspiro de alivio, seguramente se pregunta por qué me encuentro tan alborotada.
—¿Durmió bien, señorita? —La escucho caminar a mi alrededor y pronto oigo el sonido de las cortinas al ser recorridas para dejar pasar a la luz del amanecer.
No, mi posición fue tan mala que ahora siento varios nudos en los músculos de mi espalda. Es como si me hubiese quedado dormido sobre la mesa cada que me desvelaba haciendo tareas.