𝟏𝟖.

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LA NOCHE FUE LARGA Y SUS PENSAMIENTOS NADA MÁS QUE TORMENTOSOS. Después de darse una ducha, y con ayuda de la servidumbre, Visenya se vistió en silencio para ir a dormir. Ensimismada y asechada por el temor de que sus puertas fueran abiertas a la fuerza y su propia madre la asaltara en sus aposentos para exigirle una explicación o, lo que podía ser peor, que Baela entrara y la señalara por todos y cada uno de sus deslices con su prometido.

¿Era así cómo debía sentirse una amante hostigada por la culpa? ¿Era tanto el temor que las mujeres tomaban sus votos con devoción, evitando el camino del pecado y la obscenidad?

Se lamentó en la bañera y sollozó mientras la secaban, luego se recostó en su lecho para esconderse entre las sábanas y los cojines, ocultándose de su vergüenza con la esperanza de hacerla desaparecer.

Amaba a Jacaerys como una hermana amaba a su hermano, cobijados por la lealtad y el cariño, como sus tíos o sus abuelos habían hecho con los suyos; tomando a sus hermanas por esposas durante décadas. Hasta entonces el daño y el resultado de sus malas decisiones solo había caído sobre sí misma tras haber permitido a un hombre entrar a su cama y a su intimidad. Un peso que había aprendido a pagar con remordimiento.

Visenya podía soportarlo. Las mujeres de su casa ya habían ganado la misma batalla, contrayendo matrimonio con hombres que no amaban y no conocían. Ella misma podía hacerlo, como podía ver a Jace hacer su vida y cumplir su propósito como heredero al lado de Baela porque nada iba a estropear los planes que su madre y su padrastro habían orquestado cuidadosamente.

Cuando Baela se convirtiera en la reina de los Siete Reinos, entonces Visenya estaría lista para escuchar las propuestas de los Grandes Señores dispuestos a desposar a una princesa, incluso una que dejara de ser joven.

Eso si su mano no era intercambiada como moneda antes.

Sería enviada muy lejos de las tierras que la habían visto crecer y su infortunado amor por Jacaerys podía dejarla en paz por fin.

O aquella había sido su intención antes de esa noche. Un amor profesado y correspondido era tanto o más difícil de ignorar.

Visenya estaría atada a la corte por años, fingiendo que el hombre al otro lado del salón no moría por encontrarse con ella todas las noches, luchando por no compartir nada más que bailes de etiqueta rigurosos, derritiéndose debajo del roce ingenuo de sus dedos a través de la ropa, incapaz de mirarse con menos que anhelo y deseo ante los ojos de todos los nobles.

Su vida sería un infierno, uno silencioso y lleno de miseria. La de Jacaerys sería una tortura, aprehendido a la silla más importante de Poniente, compartiendo techo y mesa juntos hasta el día en que la viera partir a los brazos de otro hombre.

Baela, su hermana más de corazón que de sangre, había sido perspicaz desde la infancia. ¿Podía atreverse a dudar de su instinto? ¿Estaba tan segura de que no podría ver a través de ellos?

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 𝐘 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐄𝐒 +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora