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Antes de que Obanai pudiera escabullirse a la hora de receso de la vista de Tomioka, simplemente por terquedad y ganas de seguir haciendo su pequeño "show", el mayor se acerca y toma sin pensar su mano.

Jalandolo al interior de un salón desocupado sin que nadie se diera cuenta, pasando desapercibidos por la cantidad de estudiantes que estaban en los pasillos.

Iguro quiso alejarse, como era de esperarse por su terquedad, pero Giyū no lo permitió y cerró la puerta del salón desde adentro, mirando al menor con una expresión decidida.

La misma expresión que mantuvo toda la clase.

Mofletes inflados, labios arrugados, ojos decididos con el entrecejo mostrando su frustración.

—¿Qué pasa?— Obanai intenta disimular un poco, se cruza de brazos y mira a un costado.

—No contestaste mi nota.— Sonó como un capricho, sus labios hicieron una especie de puchero.

Iguro simplemente mantuvo su expresión corporal.

—En clases no se mandan notas, ¿o acaso querías que el profesor Douma también nos descubriera?

Obanai sintió una especie de escalofríos de solo pensar en eso. Ese idiota no tendría piedad por ninguno, disfrutaría de sus vergüenzas y les mostraría a todos las notas que se mandan.

Incluso, por simple diversión, podría llamar a sus representantes para comentarle o felicitar la "relación" de ambos, definitivamente sería un desastre.

De solo pensar en la cara que pondría su madre al enterarse hace que tenga miedo.

—N-No quiero que nos descubran pero... ¡pero ni siquiera me miraste!

Obanai miró desconfiado al mayor, en realidad, ¡por supuesto que lo había visto! Muchas veces. Demasiadas. ¿En serio ese tonto no se dió cuenta?

Bueno, en una situación así, es bastante agradable que sea tan despistado. 

Con un pequeño "mhp", Obanai es capaz de encontrar una respuesta.

—¿Por qué miraría a un niño que me dice cosas feas?

—¡Tú también me dijiste cosas feas!— Replica mientras lo señala con el dedo índice.— Y aún así te estuve viendo toda la clase, ¡no es justo!

La confesión hace al menor sonrojarse, evitando su mirada a la vez que sentía que perdía las fuerzas en sus extremidades, por ende bajó los brazos a los costados.

—Tú sabes que lo que dije fue mentira.

—Lo mismo para tí. Sabes que eres el niño más lindo del mundo...— Ese murmullo hace que Obanai suspire, sintiéndose bastante avergonzado y halagado.—... no deberías de creer esas cosas.

Iguro sintió la necesidad de sonreír levemente por eso, le gustaba que Giyū le hablara así.

Pero le gustaba seguir estando enojado también.

—Dijiste que no querías besarme, ¡que te daba asco!— Obanai levanta un dedo y lo señala, mirando de arriba a abajo al mayor como si aquella expresión fuera a hacer la diferencia.— ¡Y me llamaste amargado!

•-Notas en clase-•GiyuOba•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora