Capítulo 7: El mensaje

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El calor seco del día pesaba sobre el campamento Tirsa, mientras los cadetes permanecían en círculo, expectantes. Larissa se mantenía firme en el centro del área de entrenamiento, con su daga todavía en la mano. Frente a ella, en lo alto de una estructura metálica, Selene la observaba con una sonrisa apenas perceptible en sus labios.

—No estuvo mal... pero dudo que hayas encontrado un verdadero desafío aquí. ¿Te gustaría intentarlo conmigo? —dijo, su tono era más un desafío que una pregunta.

—Una pelea a la vez —intervino Fobos, entrecerrando los ojos.

Pero Larissa ya había dado un paso adelante.

—Quiero medirme con ella.

Los murmullos de los cadetes crecieron.

La mujer bajó de la estructura metálica con un salto fluido. El impacto de sus botas contra el suelo fue suave, controlado, como si su cuerpo estuviera perfectamente calibrado para cada movimiento. Caminó hacia Larissa con pasos precisos, sin apuro.

Ahora que estaba más cerca, su físico resaltaba con mayor claridad.

Selene medía 1.70 metros y tenía 26 años. Su figura era atlética, entrenada para la resistencia y la velocidad más que para la fuerza bruta. Sus ojos almendrados, de un verde oscuro, escrutaban el ambiente con frialdad y análisis, como si calcularan cada variable del entorno en cuestión de segundos. El arco de sus cejas, delgadas y definidas, le daba a su expresión una intensidad feroz, una mirada que parecía imposible de esquivar.

Sin apartar la vista de Larissa, Selene se desabrochó la chaqueta táctica y la deslizó de sus hombros, dejándola caer sobre una de las cajas de suministros cercanas.

Su cuerpo estaba envuelto en una ajustada polera negra sin mangas, que marcaba la musculatura esbelta de sus brazos y hombros.

Su cabello oscuro, recogido en una trenza alta y gruesa, caía con perfección sobre su espalda, dejando dos mechones sueltos enmarcando su rostro.

Era la imagen de alguien que se preparaba para algo serio... y que lo hacía con la calma de quien ya conocía el resultado.

—No necesito un traje de entrenamiento —dijo Selene con serenidad—. Si recibo un golpe, me rendiré.

—Tú verás —respondió Fobos, sin intención de insistir.

Larissa giró su daga entre los dedos.

—Cuando quieras.

Fobos levantó una mano.

—Comiencen.

Larissa se movió primero, avanzando con rapidez, la daga brillando con un reflejo fugaz bajo el sol. Su ataque iba directo al torso de Selene, un golpe rápido y preciso.

Pero Selene no se movió.

En el último instante, inclinó apenas su cuerpo hacia un lado, esquivando la hoja por centímetros sin necesidad de dar un paso atrás.

Los cadetes contuvieron el aliento.

Larissa no perdió tiempo. Siguió su ataque con una serie de estocadas fluidas, buscando un punto de vulnerabilidad en la defensa de su oponente. Pero Selene esquivaba con la misma calma con la que había bajado de la estructura.

—Eso es nuevo... —murmuró Kale, con los brazos cruzados, observando el enfrentamiento con su usual actitud analítica.

—¡Vamos, Larissa! ¡Muéstrale lo que tienes! —exclamó Sally, con la emoción reflejada en cada fibra de su cuerpo.

Leena, en cambio, apenas podía parpadear.

Selene se movió. No contraatacó de inmediato. Giró alrededor de Larissa, obligándola a girar con ella, estudiando su ritmo, su cadencia. Y entonces, atacó.

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