Capítulo 11: La invitación

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Dejemos por un momento al escuadrón Tirsa y retrocedamos en el tiempo, a la tarde en que Airine regresó a la fortaleza de Eridión.

La luz de la ciudad resplandecía en la distancia, iluminando tenuemente los pasillos de piedra de la fortaleza. Airine caminaba con pasos firmes, pero el temblor en sus dedos la delataba.

—Solo salí a despejarme, Dante. Estaba un poco mareada.

—¿En serio? Porque pareces... agitada —Dante inclinó la cabeza con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Airine aferró los puños con fuerza, obligándose a mantener el control.

—¿Y qué si lo estoy? No tengo que darte explicaciones a ti.

Dante dejó escapar una leve risa, empujándose con calma de la columna en la que estaba apoyado.

—Tal vez no. Pero tu padre sí espera una explicación.

Se giró con tranquilidad y comenzó a caminar por el pasillo, dejándola con la sensación de que su simple presencia había ensuciado el aire a su alrededor.

El estómago de Airine se tensó. Se pasó una mano por el cabello oscuro, acomodando su flequillo para ocultar la expresión en sus ojos azul profundo. No tenía opción. Debía ir a ver a su padre.

Respiró hondo y se dirigió al despacho de Oberon.

Los guardias apostados en la puerta se enderezaron al verla acercarse y, con un leve movimiento sincronizado, inclinaron la cabeza en señal de respeto.

—Señorita Airine.

Ella les dirigió un breve asentimiento antes de empujar la puerta.

El despacho de Oberon era una de las estancias más elegantes de la fortaleza. No era un lugar de simple autoridad, sino de refinamiento. La chimenea de piedra dominaba la habitación con su presencia imponente, su superficie de mármol oscuro reflejando la tenue luz dorada de las lámparas de pared. Estantes de madera oscura repletos de libros antiguos y mapas detallados cubrían gran parte de la estancia, organizados con una precisión casi obsesiva. Junto a la ventana, un piano de cola negro reposaba en perfecto estado, su superficie pulida capturando cada destello de la luz ambiental. En el centro de la sala, una mesa baja entre dos sillones tenía una botella de vino y dos copas de cristal, dispuestas con la misma atención al detalle que todo lo demás.

Oberon estaba de pie junto a la chimenea, sosteniendo una copa con la misma naturalidad con la que sostenía el destino de Sylvaris en sus manos. Al verla entrar, una leve sonrisa curvó sus labios.

—Airine, te estaba esperando, hija. Toma asiento.

Ella avanzó con cautela y tomó asiento en el sillón frente a él.

—Me dijeron que querías verme.

Oberon tomó un sorbo de su vino antes de asentir.

—Así es. Hay algo que quiero informarte.

Dejó la copa sobre la mesa y se acomodó en el sillón, cruzando una pierna sobre la otra.

—Dentro de unos días, ofreceremos una celebración en la fortaleza —dijo con su tono tranquilo—. Una fiesta en honor al escuadrón Asael por su impecable desempeño.

Airine ladeó la cabeza.

—¿Una fiesta?

—Un reconocimiento a su valentía —aclaró Oberon, observándola con atención—. Y tú estarás presente.

La forma en la que lo dijo dejaba en claro que no era una sugerencia.

—Por supuesto —respondió ella con calma—. Será un evento importante.

Oberon asintió.

—Eres un símbolo para toda la gente, Airine. Tu presencia es tan crucial como la de cualquier líder.

Airine sostuvo su mirada.

—Quizás podríamos reforzar aún más esa imagen —sugirió Airine con naturalidad—. ¿Por qué no invitar también al escuadrón Tirsa?

Oberon inclinó la cabeza ligeramente.

—El capitán Fobos está en una misión. Se ofreció voluntariamente para investigar un ataque reciente en una aldea.

El nombre captó la atención de Airine.

—¿El capitán Fobos?

Oberon tomó un pequeño estuche de madera de la mesa lateral, lo abrió y extrajo una fotografía en blanco y negro.

—Hijo de Thalios Zeiger —dijo, entregándole la imagen—. Un soldado que dio su vida por Sylvaris hace más de una década.

Airine tomó la foto con cuidado. Un Fobos de 20 años aparecía junto a su padre, Thalios. Ambos con su uniforme y el rostro serio.

—Un guerrero nato —continuó Oberon—. Leal y disciplinado. Ha demostrado ser valioso.

Airine observó la imagen con detenimiento.

—Parece alguien de principios.

Oberon esbozó una leve sonrisa.

—Lo es.

Airine pasó un dedo por la fotografía con un gesto pensativo. Antes de que pudiera hacer otra pregunta, sintió el peso de la mirada de su padre sobre ella, más intensa de lo normal.

Guardó silencio.

Oberon tomó nuevamente su copa y la giró en su mano con calma.

—Pasando a otro tema, hija. Dante me informó que saliste esta tarde... y que regresaste algo agitada.

El cuerpo de Airine se tensó.

—¿Desde cuándo ese tipo me vigila?

Oberon no parecía molesto por su tono.

—No lo hace. Yo se lo pedí —respondió con calma—. No porque desconfíe de ti, sino porque me preocupa tu seguridad.

Su voz no tenía amenaza. Era cálida y paternal.

Airine bajó la mirada un instante. Oberon se inclinó un poco más y le acarició el cabello con suavidad.

—Eres lo único que me queda de tu madre —susurró—. Te amo, hija. Siempre estaré para ti.

Las palabras tocaron algo en su interior.

—Gracias, padre —murmuró—. Pero no pasó nada. Solo... salí a despejarme un rato. Lo necesitaba.

Oberon la observó con atención.

—¿Confío en ti, cierto?

El corazón de Airine dio un vuelco.

—Por supuesto —respondió sin dudar.

Oberon apoyó una mano en la mesa y sonrió con suavidad.

—Porque la confianza es frágil. Se construye con esfuerzo, pero puede romperse con una sola mentira.

Airine sintió un nudo en el estómago.

—Lo sé —respondió con firmeza—. Nunca te mentiría.

Oberon la miró durante unos segundos que parecieron una eternidad antes de asentir.

—Bien.

Airine se puso de pie.

—Si no hay nada más, me retiraré. Estoy cansada.

Oberon hizo un leve gesto con la mano para que lo hiciera.

Cuando salió del despacho, caminó por los pasillos de la fortaleza con una extraña sensación de alivio y opresión al mismo tiempo.

Se detuvo frente a una ventana y apoyó una mano en el vidrio frío. Desde allí, podía ver la ciudad extendiéndose bajo un hermoso atardecer, la cúpula de Eridión brillando en la distancia.

Su mente estaba en otro lugar.

En sus propias decisiones. En la fiesta. En su padre.

En todo lo que estaba ocultando.

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⏰ Última actualización: 13 hours ago ⏰

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