-No, Geoffrey, no me tires arena.-le grite. Rió y siguió enterrándome en la playa.
-Espera, espera, no te muevas.-empujó mi cabeza hacía atrás para que no me pudiera poner de pie.
-Rojas, esta me la pagaras.-dije levantando los brazos.
-No, no, quieta, quieta.-dijo entre risas. Puedo jurar que parecía un nene de seis años.- Hey, ________, eso no es justo.
-¿Qué no es justo? ¿Qué no te deje enterrarme?-dije casi riendo. Me puse de pie mientras su mirada se clavaba en mi cuerpo sucio por la arena.
-Deberías lavarte.-dijo riendo.
-Oh. ¿Es en serio?-arqueé una ceja. Parece que le dio gracia porque empezó a reír estúpidamente. No me aguante y solté una pequeña carcajada.- Vamos, tírate al suelo, me toca a mi.
-No, tú no me dejaste enterrarte.-dijo inocentemente.
-Pero me bañaste en arena.-justifiqué. Me sonrió.- Geoffrey, nada de sonrisas, es mi turno.
-Entonces atrápame.-dijo alejándose de mí. La gente comenzaba a posar sus miradas en nuestro juego.
-No lo haré, no tengo cinco años como para corretearte por la playa. Ven aquí.-crucé mis brazos en tono de enojo. Me hizo burla y sonrió. Debo admitir que se veía sexy.
Se acercó a mi y junto arena con sus manos, me alejé solo un poco, pero cuando quise moverme ya tenía toda esa arena en mi cabello.
-Oh, no Rojas, te arrepentirás de esto.-grité haciendo que dos pequeñas rieran.- Comienza a correr porque no sales con vida.-dije histéricamente antes de comenzar a correr tras el.
-Bueno, por lo menos hoy haremos ejercicio.-grito agitadamente mientras se alejaba de mí.
-Muérete.
-Mátame a besos.-gritó. Cursi.
-A patadas y puñetazos.-grité con furia.
-Que violenta resultó ser mi nena.-carcajeó mientras se acercaba a la orilla del mar.
Dio media vuelta y me lo llevé por delante haciendo que ambos cayéramos a la arena mojada. El rió mientras yo escupía arena. Una ola arrasó sobre nosotros haciendo a Geoffrey tragar agua. Esta vez la que reía era yo, mientras que el largaba agua hasta por las orejas. Luego me sonrió y se acercó a mí. Eliminó los tres centímetros que había entre nosotros, fundiéndonos en un tierno beso. Lentamente me alejé de el posicionando una de mis manos sobre su pecho.
-Geoffrey...-dije, pero realmente no sabía que decir.
-Lo siento, necesitaba quitarme el gusto a sal.-me sonrió y besó cortamente mis labios otra vez.- Ven vamos, nos van a robar las cosas.-dijo levantándose del suelo. Tendió su mano y la tomé.
Quedé algo aturdida, si bien vivimos peleando, sabía había que algo mas que un simple odio hacía el, algo extraño de expresar, pero no era amor, de eso estaba segura, tal vez un simple aprecio algo como un "te quiero poquito" pero no. Dios que confusa es la vida.
"Escucha tu corazón ________." Era lo que siempre decía mi mamá cuando yo era pequeña, pero no se puede vivir de un "tuc tuc tuc", eso no te dice nada.
-¿Sigues aquí?-preguntó. Le dediqué una mirada y me limité a asentir con la cabeza.
Se recostó sobre su lona mientras yo me recostaba sobre la mía.
¿Y si esto es amor? No, nunca, es imposible amar a la persona que mas mal te hace.
¿Pero por qué no? Bien, esa respuesta no podía dármela yo misma, pues yo nunca amé a alguien más que a mi familia y punto. Pero definitivamente no lo amaba como a un amigo, padre, hermano o simplemente como a un conocido que me provocaba sonrisas, enojos, sonrojos, lágrimas y todo junto en dos minutos.
-Geoffrey.-dije. Me observó atento.- Debemos buscar un lugar donde hacernos la trencita.
-¿No quedo claro?-arqueó una ceja.- De verdad que eso es muy femenino y piojoso.-agregó. Le dediqué una sonrisa.- No voy a pagar por eso.
-Hey, no seas amargo, de verdad que es lindo hacerse cosas en la playa.
-¿Por qué simplemente no me pides que te compre un vestido, tacones o maquillaje?-dijo colocándose sus Ray-Ban.
Ah, claro Geoffrey, déjame sin aliento.
-Porque quiero una trencita, y bueno pues si quieres puedes comprarme ropa.-agregué. Rió.
-No puedes hacerte una trencita y menos me convencerás de hacerme una yo.-dijo.- Imagínate que llegamos a la empresa y ambos con una trencita hecha de hilos de cera.-arqueó una ceja.
-Estaría genial.-reí.
-No, porque mi papá diría que eres una nena pequeña.-dijo burlón.- Aparte recuerda que la gente piensa que tienes diecinueve.-me dijo. Asentí locamente.
-Okey, okey, no nos hacemos trencitas, pero si un tatuaje de esos que se borran en dos semanas, anda di que si.-dije aniñadamente. Rió por mi comportamiento y negó con la cabeza.- Oh Geoffrey, podrías haberme dejado en esa subasta que hubiera estado más divertido que vivir contigo.
-Porque aun no estamos casados pequeña, cuando nos mudemos y estemos completamente solos, alejados de Nueva York.-sonrió pícaramente.
-¿Y sigues soñando con que me acostare contigo?-arqueé una ceja haciendo que su sonrisa desapareciera.
-No lo sueño pequeña, estoy seguro de que ocurrirá.-y su pícara sonrisa apareció otra vez.
-Bueno, bueno, mejor no destruyo tus sueños.-le sonreí con sarcasmo.- Dime, ¿En donde vamos a vivir?
-En Los Ángeles.
-No.
-¿Qué?-arqueó una ceja.- ¿Por qué no?
-Porque no.-reí. Hizo una mueca de desagrado.- A veces me dan ganas de salir corriendo y dejarte solo como un imbécil, pero otra veces admito que me dan ganas de besarte.-dicho esto me sonrió.
-¿Y ahora de que tienes ganas?-dijo seductoramente. Sonreí ideando un plan.
-De algo inadecuado.-me observó mientras hablaba.- Algo que de seguro nunca en tu vida has hecho.-agregué.
-Prosigue.-dijo con simpatía. Rojas, no es lo que esperas. Reí internamente.
-Algo de lo que si tus padres se entera, mueres.-sonreí seductoramente.
-¿Ah si?- arqueó una ceja impacientemente.- Vamos, dime, me vuelves loco.
-¿Quieres saberlo?- definitivamente lo había excitado, eso me hizo reír aun mas.
-Dime, dime.
-Tengo ganas de...-me acerqué a su oído.- hacerme una trencita.- reí. Volteó para verme y frunció el ceño.- ¿No era lo que esperabas cariño?-dije burlona.
-No, definitivamente no.-dijo levantando las cejas.- Pensé que querías que te follara aquí en la playa, que ibas a hacerme una mamada o algo por el estilo.
-Uy disculpa, no fue mi intención.-sonreí. Me plantó un beso.- ¿Qué haces?
-No te creas que las cosas quedaran así. ¿Eh?-volvió a besar mis labios.- Vamos, tengo hambre.
Levantamos nuestras pertenencias y caminamos juntos hasta llegar al hotel. Tiró todo sobre el sillón y se metió al baño. Cerré la puerta de la habitación y dejé mis ojotas al pie de la cama. Abrí mi maleta y saqué ropa limpia.
Habíamos estado toda la tarde en la playa, molestándonos el uno al otro, Geoffrey en el agua y yo tomando sol.
Sentí el ruido del agua correr, supuse que se estaba dando una ducha. Aparté las cosas del sillón y prendí el televisor. Nada bueno, como siempre, apreté la tecla de cambiar el canal, unas setecientas veces y luego escuché a Geoffrey cantar en la ducha.
Dios dime... ¿Qué mas debo saber sobre este chico? Increíble, pareciera que estaba en el mismísimo concierto en vivo, solo que el agua chocando contra la bañera no dejaba escuchar la perfección de su voz cantando "Im yours". Créanme, si me dedicara esta canción, caigo dura al piso.
Me levanté del sillón y presioné mi oído contra la puerta, debía escucharlo, era verdaderamente hermoso, dejó de cantar o era que yo no lo escuchaba. El agua dejó de correr pero volví a escuchar su voz, claro estaba que el ya iba a salir de el baño. Solo cinco segundos más, solo cinco, mientras se seca el cuerpo antes de salir, 5, 4, 3, 2... al suelo.
-¡Mierda _______! No sabía que estabas ahí.- se puso a mi altura, tirada en el suelo, mitad baño, mitad habitación.- Ven, levántate.
-Perdón Geoffrey, yo solo estaba...-sentí mis mejillas enrojecer, me sonrío.- estaba...-no tenía que decir.- oliendo la puerta, si, eso.
-¿Oliendo la puerta?-dijo divertido.
-Claro, dicen que las puertas de México tienen olor a vainilla y a mi me encanta la vainilla.- ¿What? "Oliendo la puerta" "Vainilla" Que mala soy para inventar.
-Ah, no sabía. ¿Quién te ha dicho eso?- se acomodó la toalla que llevaba prendida a la cintura.
-Mi abuelo, hace mucho tiempo y bueno, yo no había tenido la oportunidad de corroborarlo.-dije nerviosamente. Me sonrió.
-¿Y?-dijo. Mierda la cagué.- ¿Huele a vainilla?
-La verdad que lo único que pude oler fue el vapor del suelo del baño.-sonreí.- Pero, luego tendré tiempo de fijarme.
-Ah...-rió. Tonto no es, de eso estoy segura.- Veamos.-agregó. Mi corazón se detuvo.
Pegó la nariz a la puerta. Reí al darme cuenta la estupidez que había dicho. Aspiró una y otra vez, volteó a verme.
-Tu abuelo te ha mentido.-me dijo. Apreté mis labios para no reír. De seguro Geoffrey intentaba no largar una carcajada en frente mío.
-Oh, pensé que hablaba en serio.- dije apretando la boca.- Todos estos años creyendo que era en serio.-dije. Sonrió con gracia y ya no pude contenerme. Carcajeé tanto que de seguro estaba roja.
-Dime. ¿Qué hacías?-dijo entre risas.
-Nada, solo, olía la puerta.-reí.
-Oh, ya veo. Dime.-sonrió.
-Nada, nada.-dije riendo.- Voy a darme una ducha.- busqué la ropa que antes había sacado y me metí en el baño. Reí por lo bajo. Que estupidez lo que acababa de inventarme.
-¡_______!-golpeó la puerta. Abrí solo un poco y lo miré.- Dúchate rápido.-se tocó la nuca denotando nerviosismo.- Tenemos reservado en un restaurante.-dijo. Le sonreí.
-Okey, me baño al tiro.-dije y cerré la puerta
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"La Bella y la Bestia" (Prince Royce & tu)
Teen FictionSINOPSIS: Que feo es cuando la persona que más ama es la persona más fría del mundo, Que feo es que le intentes demostrar tu amor y te saque a patadas de su vida. Que feo es que tú seas la pobre indefensa presa de sus castigos y malas costumbres. Vi...