Capitulo 44

1K 61 0
                                    


Lo sentí suspirar y abrí los ojos para observar su mirada confundida sobre la manta que nos cubría a ambos.

-Voy a dormir en la habitación de huéspedes.-dijo y se puso de pie.- Que descanses.-fue lo último que escuché de él. Salió y cerró la puerta.

Abrí la boca quedando totalmente perpleja ante su reacción. Observé la puerta unos segundos, estaba confiada en que volvería, pero, luego de diez minutos desistí de esa posibilidad.

-Dijo que no se enojaría.-murmuré casi llorando.

Observé el lugar vacío a mi lado y no pude evitar soltar una lágrima. Me había dejado sola, luego de haberle dicho que lo amaba. No había habido respuesta alguna y se había ido. Apoyé mi mano sobre su lugar en la cama y abracé su almohada. Habíamos pasado trece noches durmiendo juntos y de repente me encontraba sola.
Logré conciliar el sueño luego de sollozar sobre la almohada de Geoffrey. Quería volver el tiempo y no pronunciar esas dos palabras que habían arruinado la relación entre Geoffrey y yo.

Desperté al sentir un fuerte grito escaleras abajo. Me senté en la cama y observé a mí alrededor.

-¡Empieza a entender las ordenes!-gritó una poderosa voz que reconocí al instante. La angustia se apoderó de mi y mis ojos se aguaron.- No quiero volver a verte por aquí.-gritó nuevamente y su voz se sintió más cercana a mi.- ¡Vete de aquí! ¿Qué haces allí esperando?-definitivamente estaba más cerca de lo que pensaba.- No tendrás paga hasta que no cumplas con tu trabajo.-dijo más calmado.- Ahora, retírate de mi casa.-gruñó y entró a la habitación.

Al entrar se me quedó viendo. Las lágrimas que inundaban mis ojos comenzaron a resbalar por mis mejillas utilizándolas como un divertido tobogán.
Geoffrey llevaba unos pantalones rojos, remera gris y una campera de cuero negra. Tragó saliva y desvió la mirada.

-He venido por algo, ya me retiro.-dijo y caminó hasta el armario. Asentí sabiendo que no me correspondía su mirada.

-Geoffrey...-dije casi en un susurro. Se volvió a verme.

-Si, lo se, perdona.-dijo. Observé su expresión.- Se que te han despertado mis gritos, es que me pone los pelos de punta que la gente no sepa hacer su trabajo.-se excusó.

-Si, entiendo.-dije y sequé mis lágrimas bruscamente.- Igual, ya es hora de despertar.

-Mejor entonces.-dijo y siguió revolviendo un cajón.- Puedes bajar a desayunar cuando quieras.-me informó.- Shanelli pasara la tarde aquí.-añadió.

-Oh, genial.-hice un esfuerzo por sonreír y me puse de pie.- ¿Por qué?-pegunté luego.

-Mis padres deben ir a un pueblo cercano a causa de un funeral y la niñera les ha fallado.-me comentó y sacó dinero del cajón. –Aquí estabas.-le habló al dinero y alzó su mirada para observarme.

-Esta bien. Lo siento mucho.

-No era ningún pariente muy cercano.-dijo al descuido.- Nada que pueda afectarles demasiado, es solo un compromiso.

-Claro.-dije. Suspiró.

-Debo bajar.-informó. Asentí.- Desayuna cuando quieras y cuando vuelva de la oficina, debemos hablar.-me dijo. Asentí nuevamente.- Hasta luego.-salió por la puerta.

Me recargué sobre la pared y respire hondo para luego soltar el aire de un solo golpe. Di media vuelta y apoyé la frente sobre la pared.

-Todo sería tan fácil si me hubieras dejado que me desangrara ese día.-murmuré fastidiada y las lágrimas recorrieron mis mejillas nuevamente.- Maldito amor.

Entré al baño y me despojé del pijama, abrí la ducha y entré cuando el agua ya estaba a temperatura. Me di una larga ducha y luego salí para vestirme. Me coloqué unos vaqueros y una blusa casual. Acomodé mi cabello y cepillé mis dientes. Baje y vi el desayuno servido.

-Buenos días, ______.-me sonrió Alice mientras acomodaba las flores en un pequeño florero de plata.

-Buenos días.-le sonreí y me senté.- Gracias por el desayuno.

-Oh, no hay de que, linda.-dijo felizmente.- Debo retirarme, si necesitas algo, avísame.-dijo antes de entrar a la cocina.

Desayuné en silencio mientras observaba cada rincón de la casa. Estaba pensativa y esos pensamientos iban a torturarme durante un largo tiempo.

Geoffrey quiso evadir mis palabras y se retiró, me había humillado. Eso era lo más doloroso. Me sentía ridícula al haberle profesado mi amor, él había huido frustrado, dejándome sentada en la cama, pensando en el gran amor que le tenía.

Terminé con el desayuno y subí las escaleras en busca de mi ordenador. Lo tomé y bajé al living. Me senté en el sillón y acomodé el ordenador sobre mis piernas. Comencé por hablar con una que otra amiga que me preguntaba por mi repentina desaparición y prometí explicarle luego. Luego, vencida por el aburrimiento, jugué algunos juegos online y más tarde contemplé vestidos de famosas.

Sentí la puerta cerrarse y pude divisar a Geoffrey cargando una gran pila de papeles. No le dí importancia y miré la pantalla. Él, bufó un par de veces y luego los dejó sobre la mesa. Debía ser la hora del almuerzo porque él venia llegando a casa. Cerré el ordenador y cruce mis brazos sobre mi pecho, lo observé. Geoffrey no tardó más de dos minutos en sentir mi mirada sobre él y me observó.

-Dijiste que cuando llegaras hablaríamos.-le dije. Asintió.

-Ven aquí.

-¿Por qué no vienes tú?-pregunté casi desafiante y rodó los ojos para luego acercarse a mi.- Comienza.-ordené.

-No tienes por qué hablarme así.-dijo fastidiado.

-Oh, claro que tengo por qué hablarte así. Habla, Geoffrey

-Bien, como quieras.-se sentó a mi lado y se recargó sobre el respaldo de el sillón.- Vamos a mudarnos dentro de unos pocos días.-me informó.

La sangre que recorría mis venas se quedó estática y me volteé para mirarlo. ¿Era en serio? ¿De eso se trataba la conversación? Definitivamente Geoffrey se había empeñado en ignorar mi confesión y pasarla por alto. Eso no se lo iba a permitir.

-Genial.-dije sin tomarle importancia.- La verdad es que me da igual donde vivamos.-le dije y me puse de pie.- Quiero tener una habitación para mi sola.-informé. Rió irónicamente y me observó por un segundo para luego hablar.

-¿Qué?-enarcó una ceja.- Sabes perfectamente que eso no ocurrirá.

-Pues va a tener que ocurrir porque no pienso compartir la cama contigo.-solté de repente. Se puso de pie y me observó directo a los dos.

-No tienes por qué ser tan fría.-me dijo.

-¿Sabes que?-contesté cabreada.- Tú eres él único frío.-apoyé uno de mis dedos en su pecho, señalándolo culpable.- Eres un cínico, inútil, que solo se interesa por el mismo y nadie más. Por mi esta bien, porque de verdad no me interesa que no me correspondas pero...-fui interrumpida antes de que pudiera acabar de hablar.

-Es simple, ________. No todo en la vida es como uno quiere.-contestó.- Y si es por eso que estas enojada conmigo, la verdad no me interesa.

-¡Que bien que no te interese!-exclamé colocando mis brazos en jarra.- Pero por eso, déjame dormir sola, sin tu estúpido cuerpo a mi lado.

-Apuesto lo que sea que anoche me has extrañado tanto como yo a ti.-murmuró.

Me quedé callada ante esa confesión. No podía ser cierto, Geoffrey me extrañó. Lo observé por un segundo, analicé su mirada y él pronto la desvió, dándome a entender su nerviosismo.

-¿Qué has dicho?-pregunté esperanzada de que lo repitiera.

-Lo que escuchaste.-levantó el rostro y me observó.- No puedes haber dicho eso anoche.-dijo.- Es imposible.

-No lo es.-tragué saliva para mirarlo a los ojos.- Geoffrey, en serio, te amo.

-No vuelvas a repetirlo.-pidió.

-¿Nunca?-pregunté al borde de las lágrimas.

-Nunca, por favor.-hizo con su mano un puño y volvió a tomar asiento.- Prefiero que seamos amigos.

-¿Cómo podemos ser amigos si estamos casados?-pregunté sin dar crédito a sus palabras.- Eso si es imposible. Créeme, cuando te digo que de verdad siento esto, es porque lo siento. No voy a mentirte.

-¿Por qué tenías que decirlo?-preguntó pasándose las manos por el cabello.- Nos llevábamos tan bien, estábamos felices, sin problemas, hasta que saliste con esta locura.

-No es una locura.-dije.- No le veo nada de loco a una persona que ama a otra.

-¡No lo repitas!-gritó.

-¡Ya cálmate!-dije de la misma manera.- Anoche me preguntaste que me ocurría, fui sincera y respondí.-añadí luego de unos segundos.- Te dije lo que siento y tú, como si nada, te pones de pie y te vas a dormir a otra habitación.-le reproché.- Dime si eso no es ser desalmado.-murmuré.- No voy a obligarte que me ames, porque se que no puedo hacer eso, pero dame una oportunidad para demostrarte que es en serio.

-El amor no existe.-soltó mientras intentaba esquivar mi mirada.

-Geoffrey, yo no se que fue lo que te ocurrió para que pienses eso, pero no es mi culpa.-me senté a su lado.

-Lo siento.-dijo por lo bajo.- No debí actuar así.-se disculpó.- Perdona si te lastimé, no era mi intención.-añadió.

-Si, lo has hecho, espero no haya sido adrede.-dije.

-No lo ha sido.-suspiró sonoramente.

-¿Quieres contarme a que se debe el odio al amor?-pregunté.

-No comprenderías.

-Eso mismo te he dicho millones de veces y tú siempre me haces hablar.-me quejé. Largó una leve risa y me observó.

-¿Cómo aprendes a amar si nunca has sido amado?-preguntó.

-No se la respuesta correcta.-respondí sinceramente.- Pero creo que es, dejándote amar.

-¿Y cómo haces eso?-preguntó.

-Te he dado una oportunidad de descubrirlo, pero no has sido capaz de sobrellevarlo y has huido.

-En serio lo lamento.-se disculpó.

-No tienes por qué lamentarlo.-dije.- Geoffrey, cada uno es dueño de sus sentimientos. Tú, eres como eres, no voy a cambiarlo, nunca podré. Pero si me dieras una oportunidad de demostrarte que me importas, que en serio no veo esto como un matrimonio obligado. Se que nos hemos casado para que pudieras ver a tu hermana, pero capaz tu padre nos ha hecho un favor al alejarte de ella.

-No lo se, _______.-agachó la mirada.

Parecía que los roles se estaban invirtiendo. Capaz eso no era malo, pero podría serlo dentro de un tiempo.

-Recuerdo cuando tú me pediste que confiara en ti, ¿lo recuerdas?

-Si, _____, ¿cómo no voy a recordarlo?-dijo y una pequeña sonrisa atravesó su rostro.

-Esta vez, te pido que tú confíes en mí, prometo no defraudarte.

-Es distinto.-dijo.

-Rojas, no te quejes.-dije provocando su pequeña risa.

-¿Y que piensas hacer? ¿Enamorarme?-preguntó. Reí.

-Tal vez.

-¿Y cómo harás eso?-preguntó. Sonreí.

-Ya veras, Geoffrey.-le aseguré.- ¿Vas a llevarme al colegio?

-¿Seguirás con eso?

-Claro, hasta que no me lleves tendré que torturarte día a día.

-No serías capaz.

-No me retes, Rojas.-dije. Sonrió y me observó.

-Gracias, _______.-dijo. Sonreí.

-No se por qué, pero, de nada, Geoffrey

-Por hacer de mi vida una mejor vida.

-Eres un amor.-dije y sonreí.- Tú me has salvado. Si tú no hubieras llegado, imagínate que loco me habría llevado. Hice verso sin esfuerzo.-dije y reímos.

-¿Más loco que el Señor Rojas?-preguntó y arqueó una ceja.

-Más loco que el hombre que huye cuando le dices que lo amas.-dije. Apoyó su brazo sobre mis hombros y me atrajo a él.- Pero ese loco es él único que me hace feliz en los peores días.

-Tal vez no siento lo que tú sientes por mi, pero si te quiero ______.-confesó.

-Creo que por ahora me basta con eso.-dije y apoyé mi cabeza en su hombro.- Yo también te quiero.

-¿Sigues queriendo ir al colegio?-preguntó.

-¿Lo he conseguido?-pregunté feliz. Rió.

-Claro.-afirmó.

-Genial.-sonreí.- Gracias, gracias, gracias.-lo abracé fuertemente.- Eres el mejor.

-No tienes por qué dar las gracias.-dijo y rió. Dio un corto beso en mis labios.

-Al fin haces caso a mis pedidos desesperados por una educación.-dije. Rió.

-Que exagerado suena eso.-sonrió.- ¿Almorzamos? Ya más tarde viene shanelli y dudo que la paz de esta casa siga en pie estando esa pequeña presente.-dijo. Reí.

-Si, almorcemos. ¿Qué haremos con la niña?-le pregunté.

-No lo se.-admitió.- Podemos llevarla al parque o algo así.-nos pusimos de pie.

-Genial, hace mucho no voy al parque.-dije y sonreí.

-Puede que te columpies junto a shanelli.-me dijo y rió.

-No soy tan aniñada.

-No tanto, pero, lo eres.-carcajeó. Golpeé su hombro levemente.- Estaba bromeando.-dijo y me tomó por la cintura.- Se que no lo eres.-me besó.- Lo has sabido demostrar.-añadió mientras fundía nuestros labios en un beso más profundo.

"La Bella y la Bestia" (Prince Royce & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora