Capitulo 50

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La casa estallaba en gente, risas, alcohol, comida rápida, globos, música, vasos, bebidas, familiares, amigos y regalos. Todos bailando al ritmo de la música. Tres cuarenta de la mañana y Geoffrey gruñía a cada uno que se cruzara por su camino.
-Ya, tranquilo, Rojas -apoyé mi mano sobre su hombro y volteó exasperado.
-¿Cómo quieres que esté tranquilo?-gritó-. Mira mi casa, _______.
-Hey, es nuestra casa, ¿no es así?
-Bueno, mira nuestra casa. Está infestada de gente borracha.
-No todos están borrachos-le corregí y frunció el ceño-. Cálmate y disfruta, ¿puedes por favor? Es mi cumple años y no pienso pasar el resto de la noche peleando contigo.
-Disculpa-desvió la mirada-. Van a destrozar todo, es eso lo que me molesta.
-No van a destrozar nada.
-Aparte están todos con ganas de tener sexo en cualquier parte de mi casa-se quejó-. Yo te juro que si alguien sube, sufrirá las consecuencias.
-¿Sabes, Geoffrey? Voy a echarlos a todos, no tienes de qué preocuparte-dije enojada y comencé a caminar hacia la puerta.
-No, no, espera, ______-me tomó del brazo y volteé a verlo-. No me hagas caso, solo ve con tus amigas y disfruta.
-¿Te vas a dormir?
-¿Estas loca? Nunca me iría a dormir cuando esta casa corre peligro de ser incendiada.
Hice caso omiso a sus palabras y me zafé de su agarre. Caminé hasta donde estaban Mady y Hanna. Ellas me sonrieron.
-Está el sucio Johan aquí-dijo Hanna a las carcajadas.
-No hables así de él, es mi amigo-lo defendí.
-Bueno, pero si es sucio-dijo Hanna alzando las manos.
-Estás pasada de alcohol-le dijo Mady.
-Pero si es sucio.
-Como digas, Hanna-dijo Mady-. ¿Tu novio esta gruñón? –me preguntó.
-Si, algo así-dije buscándolo con la mirada-. No sé que le ocurre.
-Necesita un buen polvo.
-Seguro que _____ se lo da todas las noches-rió Hanna. Mady la empujó y cayó sentada en un sillón.
-Quieta, Hanna-le gritó-, y cállate, nadie quiere oírte.
-Bueno-dijo riendo y cerró los ojos.
-Apartemos la vista de ella, cuando esta ebria la gusta llamar la atención-dijo Mady y le dimos la espalda.
-Hay tanta gente que no conozco-admití. Mady rió.
-Así son las fiestas, invitas a alguien y ese alguien viene con amigos y amigos de sus amigos.
-Me he dado cuenta-dije entre risas.
-Está buena tu fiesta, pero si tú no las disfrutas, no vale la pena-me dijo.
-Es que no puedo disfrutarla si Geoffrey se está quejando por todo.
-Él es solo tu novio, que no te afecte.
-Mady-dije y le mostré mi anillo de bodas-, no es solo mi novio.
-¡Oh por Dios!-gritó y algunas chicas nos observaron-. No hablas en serio, dime que estas jugando.
-Hablo muy en serio-dije y reí por su expresión.
-¿Comprometidos?
-Casados.
-¡Dios!-volvió a gritar y la gente comenzaba a fastidiarse.
-Bueno, ya cálmate.
-En el colegio no lo usabas-me reprochó-, eres una pilla.
-Cállate, estúpida-reímos.
-Pero es en serio, ¿por qué en el colegio no lo usabas?
-Porque con Geoffrey preferimos dejar esa parte de nuestra vida, escondida-le dije. Me sonrió-. La única vez que me olvidé de quitármelo, Johan lo vio y se enteró.
-O sea que; el sucio Johan supo antes que yo, ¿verdad?-preguntó con aire ofendido-. Eres mala, ______.
-Se enteró solo-me excusé-, a ti te lo he contado yo.
-¡Tienes razón!-gritó y me abrazó.
-¡Hey, Mady!-dijo un rubio a nuestras espaldas. Volteamos a verlo.
-Hola, Paúl-le sonrió.
-¿Bailas conmigo?-preguntó. Mady me observó y preguntó con la mirada. Asentí tímidamente y ella le tomó la mano-. Te la robo solo un segundo.
-No te hagas problema, llévatela todo lo que quieras-dije y reí. Mady se sonrojó.
Ellos dos se alejaron y observé a Hanna en el sillón, estaba completamente dormida con la boca abierta. Reí y me crucé de brazos para observar a toda la gente bailando. Dos chicos en las escaleras se devoraban a besos, si no salían de allí, Geoffrey iba a hacerles daño.
-Hola-susurró una masculina voz a mi oído.
-¡Geoffrey!-me sobresalté.
-Has adivinado-dijo y rodeó mi cintura con sus brazos-. ¿Me perdonas?
-¿Por qué?-pregunté mientras mis brazos rodeaban su cuello-, ¿por portarte como un crío?
-Si-dijo apenado. Besé sus labios.
-Siempre te perdono por todo, Geoffrey.
-Lo sé y me siento un bobo.
-Lo eres.
-¡Oye!-se quejó y volvió a besarme.
-Es la verdad.
-Está bien, lo acepto-rió y me besó-. Échalos a todos, vamos arriba.
Geoffrey...-murmuré vagamente. Rió.
-En serio, ______-me apretó a su cuerpo-. Son las cuatro de la mañana, que nos dejen solos.
-Estás viejo, Geoffrey-dije riendo-. Una fiesta acostumbra a ser hasta las seis de la mañana o más.
-Entonces está será una fiesta especial-susurró-. No pienso aguantar hasta las seis de la mañana para llevarte a la cama.
-Depravado-susurré.
-Oh, vamos, dime que no te gusta y me voy de aquí.
-¿Qué no me gusta que?
-Que sea depravado y diga cosas sucias cuando estoy cachondo.
-Geoffrey, ya basta.
-No quiero.
-¿Has tomado?
-No mucho.
-No te creo.
-No me creas, pero vamos arriba.
-¿No vas a parar hasta que vayamos arriba?
-Claro que no parare hasta que vayamos arriba-me besó-. Suena excitante hacer el amor arriba mientras nadie de los de abajo sabe que ocurre allí.
-Estás loco.
-Cachondo, mi amor, se dice; cachondo-dijo y reí.
-Has bebido demasiado.
-Merezco un castigo, ¿no crees?
-Si-dije y sonrió pícaramente-, por eso dormirás solo.
-Hey, no es justo-se quejó. Reí.
-¿Se han ido tus amigos?
-Si, hace como media hora-besó mi cuello.
-Geoffrey, apártate si no quieres que te empuje.
Hizo caso omiso a mis palabras y siguió con su camino de besos, bajó al escote de mi vestido e intente sacar su rostro de entre mis pechos. El muy depravado me tomó en brazos y besó mis labios.
-Arriba-murmuró.
-Estás ebrio y ya suéltame-me quejé.
Me dejó en el suelo y sacó la lengua en gesto burlón, hice lo mismo y rió.
La siguiente hora y media la pasamos bailando. El lado pervertido de Geoffrey nunca podría reprimirse y menos si estaba pasado de copas. Según él, estaba esperando a que se fueran todos para darme mi regalo de cumple años y no me sorprendía en lo absoluto porque estaba más que claro que lo primero que iba a hacer era tomarme en brazos y llevarme arriba.
-Tengo sueño-se quejó mientras se tiraba en el sillón.
-Estás viejo, ya te he dicho-dije y reí. Frunció el ceño y cerró los ojos-. Duérmete mientras arreglo un poco este desastre.
-¿Por qué no se lo dejas a las chicas de limpieza?-preguntó adormilado.
-Las compadezco-murmuré observando el lugar.
Seis menos diez de la mañana. Geoffrey tirado en el sillón, una mano sobre la alfombra y la otra sobre sus pantalones. Olor a alcohol por todos lados, vasos descartables en el suelo, globos explotados por todas partes.
Geoffrey roncó y reí animadamente. Se sobresaltó y se sentó en el sillón.
-¿Qué ha ocurrido?-preguntó asustado.
-Nada, solo me reí-dije entre risas-. Estabas roncando.
-¿Ah si?-alzó una ceja y se puso de pie-. ¿Eso le parece gracioso, señora Rojas?
-Claro que me parece gracioso, señor Rojas-dije y reí.
Se acercó a mí y me tomó la mano. Dio un corto besó sobre mis labios y me quitó el trapo de las manos. Volvió a besarme y tiró el trapo al suelo.
-Ven, te mostraré algo-susurró y me llevó con él.
Cruzamos el living y luego la cocina. Geoffrey tomó el control del portón del garaje y volvimos al living. Se puso un abrigo y me tendió el mío. No comprendí por qué, pero salimos por la puerta principal y rodeamos la casa para llegar al garaje.
-Abre el garaje-ordenó en un susurró y me pasó el pequeño control.
Lo tomé sin decir nada y presioné el botón verde. El portón comenzó a abrirse dejando a la vista un hermoso Mini Cooper rojo, con un moño gigante en el techo.
-Bromeas-dije con la boca abierta. Rió.
-Feliz cumple años, mi amor-dijo.
Me tiré en sus brazos y me recibió tiernamente. Besé sus labios una y otra vez hasta que le hizo gracia y me retiré. Tomé su mano con más fuerza y me acerqué al auto llevando a Geoffrey detrás de mí.
-Geoffrey...-murmuré-, no sé manejar.
-Voy a enseñarte.
-¿Tú?-casi grité. Rió.
-No voy a mandarte a la escuela de manejo cuando puedo enseñarte yo.
-Voy a romper el auto.
-Ni pienses que vas a usar tu auto para aprender a manejar.
-¿El tuyo?
-Sigue soñando, _____-rió y me uní a su risa-. Vamos a pedirle a Louis que nos preste un auto de su taller.
-Oh, genial-sonreí-. ¿Esto está abierto?-pregunté encaminándome hacia una puerta.
-Toma, es tuyo-me dio las llaves.
-Geoffrey, voy a emocionarme y lloraré-dije y rió.
-¿Quieres que demos una vuelta?
-Has tomado y me da miedo.
-No he tomado casi nada. Hey, no haría nada que te pusiera en peligro a ti.
-Lo sé, lo sé-dije abriendo la puerta del copiloto-. Vamos, dame una vuelta.
-Como diga, señorita-rodeó el auto y se subió en el asiento del conductor-. ¿Cinturones?
-Listo-dije con emoción.
-Seis de la mañana y nosotros estrenando tu auto-dijo negando con la cabeza. Reí.
-¡Enciéndelo!-grité con entusiasmo.
-Tus deseos son órdenes-dijo y le di las llaves. Encendió el auto y pegué un leve grito de emoción-. Que bien suena.
-Oh, si, increíble.
-Estás loca-rió.
-Oh, vamos, Geeoffrey, ¿puedes poner esto a andar?
Sin decir más, Geoffrey presionó el acelerador y comenzamos a andar. Geoffrey reía cuando le golpeaba el hombro pidiendo que acelerara un poco la marcha. Iba andando como un viejecito en una noche lluviosa.
-¿A dónde vamos?
-Por ahí-respondió-. ¿Quieres manejar?
-Oh, no-negué con la cabeza-. No sé nada.
Frenó el auto en la calle desierta y se quitó el cinturón.
-Ven aquí.
-¿Encima de ti? ¿Cómo los niños pequeños?
-Si, vamos, ven-dijo y rió.
-No soy tan pequeña, ¿eh?-arqueé una ceja-. ¿Sabes que? Voy a aplastarte.
-Ya te he tenido encima.
-Otra vez hablando depravadamente-dije causando su risa.
-Vamos, ven aquí.
Sin protestar me quité el cinturón de seguridad y me dispuse a sentarme sobre su regazo. Hizo el asiento hacia atrás dejando así un espacio más amplio para que los dos entráramos en el asiento del piloto.
-Ese es el acelerador, ese es el freno y ese es el embrague.
-¿El que?-pregunté confundida.
-No importa, tú solo presiónalo cuando yo te avise.
-Bueno, pero no vamos muy rápido, ¿eh?-giré la cabeza para verlo. Me sonrió-. Te estoy haciendo daño, ¿cierto?
-Deja de decir tonterías y presiona el acelerador.
-No, no-me negué y lo observé nuevamente-. Estoy gorda y te estoy aplastando.
-Vuelves a decir que estás gorda y voy a dejarte en el medio de la carretera.
-Bueno, bueno, ya, presiona el acelerador.
-Presiónalo tú-casi me gritó.
-Si me tratas así no puedo hacerlo.
-Dios, eres más terca que una mula.
-¿Qué tienen que ver las mulas?-pregunté sin comprender.
-Bájate del auto.
-¿Qué? ¿Me vas a dejar?-pregunté a gritos causando la risa de mi marido.
-Vamos, bájate, no voy a dejarte.
-Promételo.
-Lo prometo.
Abrí la puerta y baje del auto aun con el motor encendido. Geoffrey también se bajó y rodeó el auto para subirse en el asiento del copiloto. La puerta aun abierta del otro lado, me indicó que yo era la que debía manejar.
-Oh, no-dije asustada.
-Vamos, súbete.
-Tengo sueño, ¿no podemos seguir mañana?
-Bueno, pero tú darás la vuelta e iremos a casa.
-Hazlo tú.
-No, hazlo tú-dijo y se abrochó el cinturón. Entré al auto e hice lo mismo que Geoffrey-. No pasa nada, solo presiona el embrague y pon el auto en primera marcha.
-Voy a causar un desastre.
-No lo harás, confía en mí-aseguró-. Vamos, presiona y ponlo en primera marcha.
-Está bien.
Aun insegura de lo que hacía, seguí las indicaciones de Justin. El auto comenzó a moverse a pequeños tirones, Geoffrey rió.
-Hey, está roto.
-Presiona el acelerador constantemente, no lo sueltes-respondió casi burlándose de mí inexperiencia sobre un auto.
Presioné el acelerador como Geoffrey decía y me indicó que debía cambiar de marcha antes de que fundiera el nuevo motor de mi regalo de cumple años. Así lo hice y Geoffrey rió al darse cuenta de que iba más que rápido.
-Frena un tanto, linda-dijo casi asustado.
-Le tienes miedo a la velocidad-reí.
-Bájale, en serio-me ordenó. Hice caso y bajé la velocidad.
Luego de volver del corto paseó en el nuevo automóvil que se aparcaba junto al auto de Geoffrey, subimos y nos decidimos por ir a dormir en compañía del creciente sol.
-Estoy agotado-dijo Geoffrey abriendo la cama para sentarse allí.
-Yo también-dije quitándome el maquillaje frente al espejo del baño-. Entonces... ¿ese era el regalo que me tenías?
-¿Crees que el otro puede esperar hasta mañana?
-No lo creo, pero si así lo deseas-dije y apagué la luz del baño. Abrí la cama.
-Como quieras, princesa-apagó la luz de la lámpara-. Sabes que luego de haber dicho eso ya no hay vuelta atrás, ¿verdad?-pronunció pícaramente.
-Claro que lo sé-gateé hasta él y me senté detrás de su espalda-. ¿Necesitas masajes?
-¿Me estás provocando?-preguntó. Reí-. Oh, si claro que lo estás haciendo.
-No, no, claro que no, Geoffrey-reí-. Es tarde o temprano, es lo mismo, son casi las siete de la mañana y no hemos pegado un ojo.
-Déjame decirte que por tu culpa no pegaras un ojo hasta las ocho y media.
-¿Tanto piensas que durara?-dije entre risas y apoyé la cabeza sobre la almohada.
-Durara lo que yo quiera que dure tu regalo de cumple años.
-Dejémoslo para mañana-murmuré cuando sentí sus besos sobre mis hombros desnudos-. Por favor, Geoffrey, tengo sueño.
-Mañana no te salvas-se bajó de encima de mí y se acostó a mi lado-. Hasta mañana, princesa.
-Hasta mañana, Geoffrey-murmuré contra la almohada-, gracias por todo lo de hoy.
-No tienes nada que agradecer, ______-se acurrucó a mi lado y me abrazó.
-¡Allí voy, ______!-gritó la pequeña voz y se lazó al agua.
-Geoffrey, vas a ahogarte-le gritó Angela.
-______, va a cargarme, no necesito salvavidas.
-¿Puedes, _____?-preguntó Angela preocupada. Asentí y dejé a Nathaniel al borde de la alberca.
-Ven aquí, Shanelli-extendí mis brazos y la pequeña nadó con dificultad hacia mí-. Lo haces bien-le sonreí.
-Papá me ha estado enseñando-me informó sonriente-. ¡Entra Nathaniel!-le gritó a su hermano.
Nathaniel se puso de pie y saltó entusiasmado al borde de la alberca. Geoffrey se puso de pie al creer que iba a lanzarse pero luego me extendió los brazos y pidió que lo dejara jugar en el agua. Geoffrey se sentó, más tranquilo, bajo la sombra del gran sauce.
-No vayas a lanzarte, Nathaniel -le gritó Ramon con un vaso en la mano.
Nathaniel asintió y volvió a extenderme los brazos. Angela se rió al ver que cargaba con dos pequeños en la parte más baja de la pileta.
-¡Geoffrey ! Ven con nosotros-le pidió Shanelli.
-No, gracias, no me gusta mucho el agua.
Reí, a decir verdad, cuando habíamos pasado tiempo en la playa, él se la pasaba en el agua, de un lado al otro, llevándome a rastras hasta lo más profundo del mar.
-Vamos a salirnos un rato, ¿si?-le dije a los dos y Nathaniel hizo morros-. Solo por un rato, Nathaniel. Tengo algo de hambre-le expliqué. Asintió y lo deje sentado en la escalera-. Quiero, ¿eh? No vayas a lanzarte.
-No lo haré-dijo por lo bajo y me dedicó la tierna sonrisa.
-Geoffrey, ven aquí-le grité y ella giró para verme.
La niña de cabellos Negros estaba agarrada del borde de la alberca y tenía el cabello pegado a su rostro. Estaba en la parte más honda de la alberca y me asusté al pensar que no sabía nadar perfectamente como para volver hacia mí.
-Espera, Shanelli , no te muevas-le ordené-. Ni se te ocurra soltarte de allí.
-Está bien, ______, pero apúrate porque voy a hundirme.
-¡Geoffrey !-le grité desde la alberca-. Agarra a tu hermana que va a soltarse.
Geoffrey se puso de pie y tomó a Shanelli por los brazos para así subirla a la orilla de la alberca. La niña lo abrazó, mojando así la ropa veraniega de su hermano.
-Nelly -se quejó Geoffrey y la separó de él.
Reí y me salí de la alberca para tomar a Nathaniel en brazos, este me sonrió y se acurrucó en mi pecho.
-¿Tienes frío?-le pregunté tomando una toalla celeste. Nathaniel asintió y lo envolví en la toalla-. ¿Mejor?
-Si-dijo alegre.
Lo dejé en el suelo y corrió tras Nathaniel que buscaba al cachorro nuevo que Geoffrey les había obsequiado. Estrujé mi cabello y observé a los dos pequeños jugando con el cachorro blanco. Una gran toalla verde me cubrió el cuerpo entero y luego sentí dos brazos rodearme la cintura. Me removí entre los ya conocidos brazos, y lo observé a los ojos.
-¿Tienes frío?-preguntó.
-Ya no-le dije besando sus labios. Me sonrió.
-Cuando quieras irte a casa, me avisas-me besó y acomodó la toalla sobre mis hombros.
-Por ahora no-arrugué la nariz y estornudé-. Tengo hambre...
-Y frío-completó mi oración-. Ve a vestirte y luego ven aquí-me dijo y besó la punta de mi nariz-. No quiero que te enfermes.
Después de separarme de Geoffrey, entré a la casa en busca del baño de visitas. Tomé mi bolso y entré al baño. Me coloqué ropa seca y así me sentí más aliviada y con menos frío.
Al salir me encontré a la pequeña perra de los niños con un oso de peluche en la boca.
-¿Qué haces?-le reproché y quité el oso de la boca de la perra-. Con eso no se juega, Nathaniel va a ponerse triste cuando vea cómo has dejado su oso de peluche.
La perra pegó las orejas a su rostro y se escondió tras sus patas. La tomé en brazos y la dejé en el jardín. Caminé hacia Angela , Ramon , Geoffrey y los dos niños. Me senté al lado de Geoffrey y suspiré mientras me tomaba el pelo húmedo, en una coleta.
-¿Quieres jugo?-preguntó Geoffrey cortésmente. Asentí y me pasó el vaso.
-Gracias-le sonreí y lo tomé.
Pasamos una tarde agradable junto a la familia de Geoffrey . La sorpresa nos la llevamos cuando Ramon anunció que se iría con Angela a un crucero para visitar las islas tropicales. Geoffrey sonrió ante la idea y les deseó suerte pero la parte que aun no había llegado, lo hizo fruncir el ceño.
-¿Pueden cuidar a Shanelli y Nathaniel durante ese mes?-Geoffrey se vio presionado por la mirada de su madre y me observó a mí.
La amena conversación se convirtió en un silencio tajante. Se sintieron las pequeñas risas de los niños y seguido de esto salieron a jugar nuevamente. Los pájaros cantaban con entusiasmo y ni eso podía desviar la conversación de donde había quedado.
-Mamá, papá, de verdad nos encantaría ayudarlos-comenzó a hablar-, pero es un mes completo y no sé si podamos. Ya saben, yo trabajo todos los días y ______ tiene clases a diario exceptuando sábados y domingos.
-Si, entendemos-asintió Ramon.
Geoffrey muy bien sabía que sus padres habían estado en una no muy buena relación luego de que Ramon había heredado su empresa a Geoffrey Y es que cuando Ramon comenzó a pasar las veinticuatro horas del día en casa, Angela se sentía agobiada por su marido. Las conversaciones diarias habían pasado a ser tediosas y Angela había corrido en busca de ayuda, a nuestra casa. Geoffrey les había sugerido que se alejaran de la vida cotidiana. Pero claro estaba que no se refería a que dejaran a sus dos hijos más pequeños para irse a un crucero.
-Vamos a pensarlo mejor, ¿no, Geoffrey?-pregunté a mi esposo al ver la cara de decepción de mis suegros.
-No, _______, no hay problema-dijo Angela moviendo sus manos con nerviosismo-. Entendemos que ustedes tienen una vida muy ocupada y que el poco tiempo que están juntos lo disfrutan al máximo, no vamos a quitarles ese tiempo solo por querer darnos un gusto.
-Como ya he dicho, vamos a pensarlo-dije firmemente y sentí la leve patada de Geoffrey por debajo de la mesa.
El resto de la tarde pasó de forma tensa. Geoffrey intentaba llevar la conversación a un extremo donde nada tuviera que ver con el viaje de sus padres y Angela parecía darse cuenta porque cerraba la boca al instante.
-Bueno, ya es hora de irnos-anunció Geoffrey cuando el sol se estaba poniendo-. Shanelli , Nathaniel , vengan a saludar a su hermano si es que la próxima vez quieren un regalo mejor.
-¡Pero si ha sido el mejor regalo!-sonrióNathaniel.
Geoffrey se quitó la gorra y se la colocó al pequeño. Este sonrió y abrazó una de las fuertes piernas de su hermano mayor. Geoffrey rió y lo tomó en brazos.
-¿_______?-me llamó Nathaniel. Lo observé atenta-, ¿Ya me parezco a Geoffrey ?-preguntó tímidamente.
Shanelli y junto con Geoffrey explotaron en risas y el niño de cabellos claros se ruborizó al instante.
-Estás tan hermoso como tu hermano-le sonreí y acomodé la gorra en su cabeza. Nathaniel se cubrió la cara en el pecho de Geoffrey .
Tomé mi bolso y la campera de Geoffrey y tras saludar a Angela , Ramon y sus dos hijos, salimos de allí para subirnos a mi auto.
Ya hacía casi un año desde que tenía el lujoso auto y sabía manejarlo a la perfección. Claro que no había sido nada fácil aprender con los gritos de Geoffrey en el asiento del copiloto. Me había gritado y se había enfadado por mis repentinas frenadas y sus cabeceos sobre el asiento.
-¡Me canse!-había gritado una vez que su cuello había quedado doliéndole-. No voy a ser yo quien te enseñe.
-Es que no tienes paciencia, Geoffrey -le había dicho yo. Luego se pasó la mano por el cabello y subió las escaleras para evitar una discusión.
Esa tarde se había ido a dormir temprano, dejándome sola en el living. Tomé las llaves del destartalado auto que Louis nos había prestado y comencé a manejar lentamente hasta sentirme segura de aumentar la velocidad.
Había aprendido mucho con Geoffrey pero me daba miedo ponerlo en práctica, sabiendo que él se ponía nervioso cuando las cosas no me salían bien. Habíamos discutido por semanas cuando él intentaba enseñarme y terminaba con dolor de cabeza y el cuello inmóvil por los tironeas que provocaba yo al frenar el auto de tal manera.
-¿A dónde has ido con el auto?-gritó Geoffrey al teléfono. Me reí-. No me parece nada gracioso, ______-gruñó-. Ni se te ocurra seguir manejando. ¿Has ido por donde siempre practicamos?
-Si-respondí observando mis uñas mientras detenía el auto al costado de la vacía carretera que conducía a nuestra casa.
-Voy por ti.
-No te molestes, Geoffrey -dije con suma tranquilidad-, puedo volver sola- y dejándolo con la palabra en la boca, la llamada había sido finalizada por mí.
Esa noche discutimos a más no poder y Geoffrey durmió en una de las habitaciones para huéspedes. Al otro día, antes de irse a trabajar, se había aparecido en la habitación con un desayuno para dos y una rosa. Se disculpó por haber sido tan duro y luego me preguntó si había conseguido andar con tranquilidad sin él a mi lado.
Sacudí la cabeza, volviendo a la realidad y aparqué el auto frente a la casa.
-Ni pienses que vamos a cuidar de mis hermanos-dijo abriendo la puerta principal.
-¿Por qué no?-pregunté curiosamente y encendí las luces.
La noche se hacia presente y así, la luna dejaba a la vista su mejor faceta junto a las estrellas.
-Porque son dos pequeños que lo único que saben hacer es destrozos.
-¿Qué pasará cuando tengamos hijos?-pregunté dejando mi bolso sobre el sofá-. ¿Pensaras lo mismo de ellos?
-Es distinto-respondió subiendo las escaleras.
-No lo es-lo seguí-. Geoffrey , sabes que tus padres necesitan un respiro y sin nuestra ayuda no podrán tomarse esas vacaciones.
-Pueden contratar una niñera.
-Seamos realistas-dije cuando entrábamos a la habitación-, ¿Quién va a cuidar de dos niños pequeños por un mes? Nadie, nadie cuerdo.
-Por eso, nosotros estamos cuerdos y no lo haremos.
-Yo si lo haré.
-Tú tienes que estudiar todos los días de la semana, ¿Qué tiempo les dedicaras?
-A primera hora de la mañana puedo estar con ellos, luego del almuerzo contratamos a alguien que los cuide y por la noche tú estarás aquí.
-Sabes que llego demasiado cansado como para lidiar con mis hermanos. Tomo una ducha, cenamos juntos y luego a la cama. Y es que no siempre nos damos el gusto de hacer el amor, ¿crees que teniendo a Shanelli y Nathaniel en casa podremos hacerlo? Si es que piensas eso, estas muy equivocada.
-Podemos dejar eso de lado por un mes.
-Ni lo sueñes, ______-dijo negando con la cabeza. Me dio la espalda y entró al bañó-. ¿Quieres tirar nuestro matrimonio por la borda?
-Oh no, claro que no, Geoffrey -casi grité-. Pero quiero ayudar a tus padres.
-¿Haz pensado que tal vez ayudando a mis padres, arruinamos nuestro matrimonio?
Y con esa pregunta, cerró la puerta del baño para encender la ducha y no salir de allí hasta dentro de media hora.


"La Bella y la Bestia" (Prince Royce & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora