Sin saber por qué, levanté la mirada para encontrarme con sus dulces ojos color miel. Me sonrió de costado, acto seguido, me estrechó más entre sus brazos.
-No quise incomodarte.-se disculpó.
-No lo has hecho.-dije tragando saliva.- ¿Geoffrey?
-¿Si?-preguntó acariciando mi cabello.
-¿Tú me quieres?-pregunté. Luego me arrepentí.- No, no respondas a eso.-dije.- ¿Algún día podremos ser pareja normal? No, no, tampoco respondas a eso.-pensé antes de preguntar. Geoffrey rió.- ¿Crees que alguna vez puedas verme como algo más que a una niña?-pregunté. Creí estar segura de lo que acababa de preguntar pero luego me arrepentí.- No respondas.
-¿Por qué tan insegura?-preguntó y rió.
-Soy así.-alcé los hombros y me acomodé en sus brazos.
-Si te quiero.-me sonrió.- Y creo que capaz, algún día, podremos ser una pareja normal. No te veo como a una niña.-respondió una por una.- Piensas demasiado.-añadió.- Creo que te dejo demasiado sola como para que te hagas esas preguntas.-dijo y negando con la cabeza apoyó su frente sobre la mía.- ¿Tú me quieres?
-S...Si.-titubeé. Me sonrió y dio un corto beso en mis labios.- Más que tú a mí.-añadí.
-¿Qué sabes tú cuánto te quiero yo a ti?-dijo y me guiñó un ojo. Reí.- Es mejor cuando ríes, no cuando lloras.-dijo.
-Gracias.
-¿Por qué?-preguntó alzando una ceja.
-Por todo.-dije e hice una mueca.- Por mantenerme, por cuidarme, por estar conmigo, por mucho, Geoffrey.
-Gracias a ti.-dijo.
-¿A mi? Lo único que hago en tu vida es fastidiar.
-Te desvaloras mucho, ______.-dijo.- Antes de que tú llegaras a casa, lo único que hacía era dar ordenes y trabajar todo el día.
-¿En serio?-pregunté.
-En serio.
-¿Sabes? Cuando llegué a tu casa, pensé que luego de dos años iba a poder liberarme. Ya sabes, al ser mayor, pensé que me dejarían irme donde yo quisiera.
-Estas loca.-dijo y rió.- ¿Ya estas mejor?-preguntó y besó mi mejilla.
-Claro.-sonreí.
-Genial.-sonrió.- Sabes que cuando necesites hablar, cuentas conmigo.-dijo. Sonreí ante sus palabras.
-Creo que después de todo, no nos llevamos tan mal como al principio, ¿Qué dices?
-Tienes razón.-admitió mientras miraba mis labios.- Puede que algún día nos llevemos mejor que esto y todas las peleas acaben.-sonrió.- De todas maneras, -volvió su vista mis ojos.- me gusta que por lo menos, por día, tengamos un momento así como este.-dijo y su sonrisa se hizo más amplia.- Eres la persona más cercana que tengo.
-Tú también lo eres.-le dije. Besó mis labios cortamente.
-¿Vamos a dormir?-preguntó. Sonreí y me levanté de su regazo. Le tendí la mano y la tomó para ponerse de pie.- ¿Quieres que duerma en el sofá o puedo dormir contigo?-preguntó rascándose la nuca.
-Puedes dormir en la cama, siempre y cuando te comportes.-dije y reí. Me dio media vuelta con la mano que aún sostenía la suya y así me ató a su cuerpo.
-Me gusta comportarme mal.-besó mi cuello.
-Geoffrey...-lo regañé. Rió.
-Vamos, anímate.-me dijo mientras iba dejando un camino de besos en mi cuello.- No voy a hacerte daño, lo prometo.
Estaba prometiendo que no iba a lastimarme, eso implicaba, cuidado. Geoffrey sabía muy bien lo que quería y como podía conseguirlo. Yo, por mi parte, también sabía lo que quería. Pero había algo más que lo impedía. Yo lo amaba, él a mi no.
-No lo se.
-Haré que no te arrepientas.-me giró y besó mis labios. Posé mis manos sobre sus hombros mientras él me abrazaba por la cintura.- ¿Vas a dejarme?-preguntó aún sobre mis labios. Bajé la cabeza.- Hey, si no quieres no pasa.-dijo luego.
Bien, me estaba confundiendo. En el avión me decía que quería abusar de mí por la noche y luego, venía y me rogaba, prometía no hacerme daño y luego pedía permiso. Definitivamente, era bipolar.
-Si no sintiera tu respiración, pensaría que has muerto.-dijo y levantó mi rostro.- ¿Segura que estas bien?-preguntó.
-Si, muy bien.-dije y fingí una sonrisa.- No tienes porque preocuparte por mí.
-Si tengo por qué.-me dijo y besó cortamente mis labios.- Eres mi esposa.
Estaba siendo dulce, no era nada común en él. Sentí como mi corazón se aceleraba. Capaz él quería más que un simple polvo. O capaz no y hacía todo eso para conseguir su preciado polvo. Pero, estaba segura de algo, yo si quería compartir mi vida junto a él y no iba a huir siempre de sus brazos. Esta noche era mi oportunidad de saber si él me quería tanto como yo a él. Sonreí.
-Pensé que ser tu esposa sería terrible.-admití. Rió y volvió a besarme mientras retrocedía. La cama.
-Ya te he dicho y sigo sosteniéndolo, piensas demasiado.-me besó.- Voy a comenzar a pasar más tiempo junto a ti, veras como dejas de pensar.-rió sobre mis labios.
Detrás de él se encontraba la cama. La enorme cama, mi mayor pesadilla últimamente. Siguió retrocediendo mientras me besaba con ternura. Cuando llegó al borde de la cama, me sostuvo por la cintura y se hizo hacía atrás para caer conmigo encima. Rió.
-Geoffrey.-susurré sobre sus labios.
-______, no digas nada.-me besó cortamente.- Prometo ser suave.-sonrió.
Cada segundo que pasaba me sentía más nerviosa. Me daba terror pensar que iba a estar completamente desnuda frente a él. Geoffrey, quien ya tenía experiencia, iba a ser el primer hombre en tenerme. Después de todo, no iba a pasar toda mi vida huyendo de los deseos sexuales de mi esposo. Y si, era pequeña a comparación de él, pero uno no gana si no arriesga. Y yo si quería ganarme su amor, después de todo, estaba claro que iba a suceder esa noche.
Se apoyó sobre sus codos y sin dejar de besarme comenzó a retroceder sobre la cama. Dio media vuelta y me dejó debajo de su fuerte cuerpo. Sonrió, sabía que tenía el control. Sin darnos cuenta, comenzamos a acomodarnos en la cama. Y en menos de cinco minutos la molesta ropa, en este caso, había desaparecido. Geoffrey solo quedaba con sus boxers negros y yo solo poseía mi ropa interior. Observó mi cuerpo descaradamente y devoró mis labios una vez más, para luego, bajar y recorrer mi cuerpo dejando un rastro de besos.
Definitivamente iba a ocurrir y yo ya no tenía cordura alguna para detener al hombre que se dedicaba a hacerme sentir todo tipo de placer. Estábamos agitados, Geoffrey sonreía deseosamente mientras acariciaba parte por parte mi bien formado cuerpo.
-Esta vez no van a golpear la puerta, no vas a salir corriendo, tampoco saldras llorando ¿verdad?-dijo mientras me elevaba un poco para desabrochar mi sostén.
-No, Geoffrey. Nadie vendrá, nadie llorará y si, ambos nos correremos, tú solo sigue.-dije. Sonrió y siguió tal cual yo lo había pedido.
Al escuchar mis jadeos, Geoffrey, apartó el sostén de nuestras vistas y lo tiró al suelo junto con toda la ropa que antes habíamos tenido puesta. El pudor había desaparecido, Geoffrey parecía una bestia salvaje en busca de su presa y yo disfrutaba de sus caricias desesperadas. Se dispuso a dejarme totalmente desnuda y no iba a quedarme atrás, coloqué mis manos en su cintura y bajé sus boxers con suma delicadez, él hizo lo mismo con mis bragas y luego bajo su mirada.
-¿Lista?-preguntó entre jadeos.
-Tienes que usar protección.
-Estamos casados.-se quejó mientras su respiración agitada no cesaba.
-No tiene nada que ver, no quiero quedar embarazada, no ahora Geoffrey. Vamos, búscalo.-casi le ordené. Asintió rápidamente con la cabeza y se tiró al suelo.- ¿Qué haces allí?-pregunté sin comprender.
-Lo tengo en el pantalón.-dijo y revisó todos los bolsillos de su jean.- Ha desaparecido ______, no me importa, mañana compramos pastillas.- se subió a la cama.
-Geoffrey.-lo regañé. Volvió a tirarse al suelo y revisó los bolsillos con desesperación.- ¿Está?
-Si, si, si.-dijo y subió nuevamente. Se posiciono entre mis piernas.- Te quiero ______.-dijo mientras abría el pequeño sobre blanco.
-Yo también te quiero Geoffrey
Tal cual lo había prometido, había sido suave y delicado al comienzo. Pero eso no había sido suficiente, mis ojos se llenaban de lágrimas al sentir la presión dentro de mi cuerpo. Geoffrey alzaba las cejas sin saber que hacer. Se detuvo un momento y me explicó que mi cuerpo debía adaptarse al suyo antes de que pudiera seguir, si no, iba a lastimarme y no era lo que quería.
Geoffrey había estado en lo cierto, todo ese dolor de repente se convirtió en placer y excitación. Todo a mí alrededor se esfumó, ahí fue cuando comprendí que en verdad lo amaba más de lo que pensaba. Estaba completamente enamorada y por eso la idea de no hacer bien las cosas a la hora de estar en la cama, me aterraba tanto.
Veía como Geoffrey se enterraba más en mi cuerpo murmurando cosas que no fui capaz de comprender. Estaba feliz, en una nube erótica de deseo y pasión. Geoffrey había sido el único en mi corta vida que había podido hacerme excitar con una sola mirada.
Llegamos al clímax, definitivamente esa era la sensación más placentera que había podido experimentar. Él había sido el que me había llevado hasta allí, seduciéndome poco a poco, ganándose mi confianza para luego entrar en mí por primera vez y definitivamente, acababa de decidir que; no sería la única vez.
Sentía mis parpados tan pesados que se cerraban inconscientemente. Geoffrey sin decir nada, sobre mi pecho, se alejó un poco de mi y abrió la cama. Rodé un poco para meterme entre las sabanas y luego lo hizo él. Tomó mano y me atrajo a él, apoyé mi cabeza sobre su pecho y el rodeó mi cuerpo con un de sus fuertes brazos. Soltó mi mano y estiró el otro brazo para apagar la tenue luz de la lámpara. Quedamos iluminados por las luces de la enorme ciudad y respirando agitadamente, Geoffrey acarició mi cabello. Pronto el cansancio se hizo nuestro amigo y quedamos completamente hundidos en un profundo sueño.
Desperté asustada cuando Geoffrey estornudó. Me sobresalté haciendo que él riera y volviera a atraerme a su cuerpo. Besó mi mejilla. Aún adormilada lo observé. Estábamos, aún, desnudos y abrazados en la cama.
-Buen día.-susurró.
-Buen día.-hablé en un tono muy bajo.
-¿Cómo has dormido?-preguntó acariciando mi espalda desnuda.
-Bien, pero digamos que este despertar no ha sido ni un tanto lindo.-dije. Rió.
-Perdón, no era mi intención asustarte.-dijo. Alcé el rostro para observarlo.
Su cabello estaba revuelto y sus ojos miel tenían una gran intensidad por la mañana. Sonreía mientras hablaba y acariciaba mi espalda.
-Esta bien, estas perdonado.-le dije y sonreí.- Tú, ¿Cómo has dormido?
-De maravilla.-respondió.- ¿Desayunamos en la cama?-preguntó. Asentí con emoción. Rió y dio un corto beso sobre mis labios.
-¿Quieres que vaya yo a pedirlo?
-No, no te muevas.-me dijo y sonrió. Estiró el brazo e intentó tomar el teléfono que se situaba al lado de la lámpara.
-Geoffrey.-dije riendo. Estiró más el brazo y quedó solo a unos centímetros del teléfono. Agitó la mano y luego la dejó caer sobre la cama.- ¿Me quito de encima de ti?-pregunté y reí.
-Solo un rato.-dijo. Reí y me moví tapando mi cuerpo con las sábanas. Geoffrey negó con la cabeza dando a entender que no tenía sentido y luego, tomó el teléfono.- ¿Pido por ti o quieres algo en especial?-preguntó.
-Pide lo que quieras.
-Como digas.-dijo y me tomó de la cintura para acomodarme sobre él.- Dije solo un rato, ¿recuerdas?-me sonrió y besó mis labios.
-Tontito.-dije despeinando más su cabello. Rió y marcó el número para pedir el desayuno
ESTÁS LEYENDO
"La Bella y la Bestia" (Prince Royce & tu)
Teen FictionSINOPSIS: Que feo es cuando la persona que más ama es la persona más fría del mundo, Que feo es que le intentes demostrar tu amor y te saque a patadas de su vida. Que feo es que tú seas la pobre indefensa presa de sus castigos y malas costumbres. Vi...