Dos dedos deslizarse por mi mejilla me hicieron darme cuenta que aún estaba viva. Tenía a Geoffrey a mi lado y de seguro permanecía recostada sobre una camilla en el hospital. Era de día, se sentía el canto de los pájaros fuera del lugar. Mi respiración era tranquila y con Geoffrey a mi lado estaba completamente segura.
-¿Estas despierta?-preguntó con voz aterciopelada.
No tenía fuerzas para abrir los ojos y menos, para responder. Permanecí quieta, sin mover un músculo sobre la camilla. Sentí un suspiro de parte de Geoffrey y luego su cabeza se apoyó sobre mi plano abdomen, las caricias no cesaron.
-No puedes dormir por más de catorce horas.-sollozó. Me sentí mal.- Dijeron que estarías bien, por favor, no me contradigas eso.-siguió hablando.- Quiero que te levantes de aquí, que me pelees, que luego nos reconciliemos.-sentí como ya no se apoyaba allí. Me sentí observada.- Despierta, _______.
Luego de pronunciar eso, se quedó completamente callado. Pude sentir como se ponía de pie y abría una puerta para luego cerrarla. No estaba segura de a donde iba, pero no podía dejarme sola. Podría abrir los ojos, pero, mis parpados pesaban más de lo pude imaginarme.
Segundos después, la puerta volvió a abrirse y tras unos pasos, se cerró. Recé por que fuera Geoffrey y así fue, se sentó nuevamente a mi lado y tomó una de mis manos.
-Si de verdad me estas escuchando y no puedes responder, abre los ojos.-apretó mi mano con fuerza.- Levanta una ceja.-casi ordenó.- ¿Puedes hacer algo? Me siento estúpido.
Y no era estúpido, pero no podía alzar una ceja y menos hablarle. Tal vez podía presionar su mano, pero hubiera sido inútil. Si no podía alzar una ceja, menos iba a poder apretar la mano de Geoffrey
-Vamos, ______. Quiero que vayamos a casa, juntos.-siguió hablando.- Necesito que conozcas la casa nueva, que festejemos tu cumple años con toda la gente que te quiere, tenemos que hacer noche de películas y dormir juntos luego de que te asustes.-sentí como su voz se quebraba.- Tienes que estar bien.
Sonaba triste, arrepentido, muy mal para lo que él solía ser. Quería avisarle que podía escucharlo, que estaba escuchando las cosas que él decía, que íbamos a cumplir todo aquello.
Nuevamente apoyó su cabeza sobre mi abdomen.
-Por culpa de un estúpido chico que te ha dado de beber piña colada con cuatro pastillas diferentes, no dejaremos de ser felices juntos, ¿o si?
No pude responder a eso, ¿Ian me había drogado? Porque por lo que sabía, las pastillas dentro del alcohol, era casi como drogarse, no tan así, pero de un modo muy parecido.
-Extraño tu voz.-prosiguió con su sermón melancólico.- Que cursi acaba de sonar eso.-rió amargamente.- Pero lo cierto es que desde que nos casamos, ambos somos cursis.-rió nuevamente y levantó su cabeza. Me estaba observando.- También extraño tus besos, ______.
¿Por qué no se podía poner de pie y plantarme un beso en los labios? Sentía su mirada sobre mí y eso me ponía nerviosa. Mi respiración siguió su curso normal y luego sentí como Geoffrey quitaba la vista de mí para besar nuestras manos entrelazadas.
-Eres lo más importante que tengo.-pronunció con dificultad.- Y sería muy lindo que puedas escucharme. Debo confesarte muchas cosas.-admitió y trago saliva.- Y suena muy tonto hablarle a alguien que no te está escuchando y que tú le dices que quieres confesarle algo lindo.-rió nuevamente. No sonaba feliz.- Lo cierto es que siempre que llego a casa luego del trabajo, pienso que puedo decírtelo, pero tú te acercas con esa sonrisa hermosa y me cuentas sobre el colegio.-suspiró.- Entonces siento que no debo decírtelo porque simplemente arruino tu vida, día a día.
Si hubiera podido abofetearlo por decir semejante estupidez, lo hubiera hecho.
-Sé que no me estás escuchando, pero necesito descargar todo lo que me vengo guardando desde que nos fuimos a México.
¿Qué podría ser para que le diera tantas vueltas?
-Luego de que mi papá te conoció.-comenzó a decir.- Me dijo que no hacía falta que nos casáramos tan jóvenes, que él podía dejarme ver a Geoffrey de todas maneras.-confesó. Suspiró sonoramente.- No podía meterte a un orfanato y pensé en seguir con la farsa. Le dije a mi papá que nos casábamos porque queríamos y no porque él me había dicho. No se opuso y supuse que no debía contarte sobre eso. Lo de haber gastado dinero en esa subasta, no me afectaba en lo más mínimo pero tampoco quería afectar tu vida por siempre. Capaz debí dejarte ir, no lo sé. Hubo un momento en que pensé que podríamos llevarnos bien, luego nos peleábamos y deseaba no haberte conocido, pero luego pensaba que mi vida sería un completo aburrimiento sin ti a mi lado.
Sentí como apretaba más nuestras manos entrelazadas y besó la mía. Una fría lágrima recorrió el dorso de mi mano y sentí como todo mi mundo se venía abajo. Nunca lo había visto llorar, sufrir o preocuparse tanto por alguien.
-Creí que deberíamos casarnos y que más tarde podría darte el divorcio para hacerte feliz. Pensé que eso era lo que querías. Shanelli te amo desde el día de la boda, mis padres dijeron que eras perfecta para ser mi esposa y todos en mi familia estuvieron de acuerdo con eso. No podía darte el divorcio.-prosiguió.- Pensé que era un problema.-añadió.- Pero luego me planteé el echo de cómo me sentiría sin ti.-sollozó.- ¿Sabías que no podría vivir sin ver tu sonrisa día a día?-me preguntó. Sentí como mi corazón daba un vuelco.- Me siento un nene enamorado al decir esto, pero es la verdad.
Se quedó en silencio por unos segundos y tras suspirar tres veces y soplar su nariz hacía adentro, volvió a hablar.
-Luego volví a pensarlo mejor, podría darte el divorcio si tú estabas contenta con eso.-siguió.- Pero por lo menos debíamos llevar seis meses de casados para que eso ocurriera. Llevamos casi uno y ya siento que si te dejo ir, moriré.-se calló y besó mi mejilla. Humedeciendo mi cara volvió a besarme, esta vez, en los labios. Se separó de mi y me limpió las lágrimas que él había dejado caer en mi rostro.- Ya estaba decidido que iba a dejarte luego de seis meses.-siguió contando.- Y luego me entregaste tu cuerpo y más tarde sentí que eras completamente mía. Ya no podía dejarte ir. Volví a planteármelo luego de volver de Francia. Si no quería que sufrieras, te iba a dejar. Sé que es muy confuso, pero es que soy muy indeciso cuando se trata de cosas que de verdad me importan.
Sentía que en cualquier momento desfallecía allí mismo. ¿Dónde había quedado ese frío Geoffrey? Se había esfumado y me encantaba saber que yo había contribuido con eso.
-Y empezaste a estar mal por las noches, no querías decirme que te ocurría y de verdad pensé seriamente que tendríamos un hijo. Siendo así, no iba dejar que te fueras. Pensé que sería un problema, pero luego me lo planteé bien y me encantó la idea de tener un hijo contigo.-estaba segura de que había sonreído.- Te negaste una y mil veces a decirme lo que te ocurría y de verdad me hacías sufrir. Pensé que debía revolver entre tus cosas para saber si estabas embarazada o si se trataba se una simple preocupación adolescente por una estupidez.
No importaba nada, ya no me sentía mal. Quería moverme, abrazarlo, decirle que lo amaba tanto que no dejaría que él me dejara ir. Necesitaba besarlo y asegurarle que estaba bien, que no había por qué sufrir.
-Y fue cuando me dijiste que me amabas.-dijo en un hilo de voz.- Dios, ¿cómo iba a reaccionar ante esa confesión?-preguntó y rió con remordimiento.- Fui un estúpido y me puse de pie para retírame.-suspiró.- Estaba seguro que te había hecho mucho daño y no me lo perdonaría. Pero no podía decirte que yo pensaba dejarte en cinco meses y que no sabía exactamente que sentía. ¿Crees que pude dormir? Sé que tú tampoco lo hiciste y estaba luchando para no ir a la habitación y abrazarte hasta asfixiarte.-volvió a suspirar.- Sé que fui un estúpido insensible y cuando te lo dije, ese mismo día, sabía que capaz lo que yo sentía no era nada diferente a lo que tú me habías confesado la noche anterior.
¿Entonces me amaba? –me pregunté a mi misma. Sonreí internamente.
-Pero debes comprender que no podía saber que sentía si nunca había sido amado por nadie. Si, hubo dos chicas que me amaron, pero supongo que no fue a mi, si no a mi dinero.-admitió.- Sabía que tú no eras así y era por eso que mis sentimientos hacía ti se desarrollaron de forma tan rápida. Créeme, aún no estoy seguro de que se puede hacer con esto. Te dije que no creo en el amor, pero tú haces que albergue, en mi corazón, una pequeña esperanza de amar y ser amado.-apretó nuestras manos.- Es tan lindo estar a tu lado y estoy seguro que no lo siento solo porque estamos casados.-confesó.- Mi corazón me traiciona bastante seguido.-dijo casi riendo.- Eres tan perfecta y tan no sé, especial, que siento que no puedo estar contigo porque solo sé hacerte mal.
¿Cuántas veces más podía hablar de ese modo tan erróneo?
-Ahora que te veo allí, tan vulnerable, tan indefensa que podría hacerte lo que sea y no puedes decir nada.-lo sentí soltar una risita.- No sería nada que nunca te haya hecho.-rió. Por lo menos, estaba mejor.- Sé que me comporto como un verdadero inútil, pero no soy tan así, no creo que pueda hacerte más daño del que te he hecho y si me amas, no es porque si. Algo bueno debe haber en mí y te juro que no fue la intención enamorarte.-se defendió.- Pero supongo que la tuya tampoco fue enamorarme a mí y sin embargo, lo has hecho.
¿Por qué no podía decir que me amaba? Quería escucharlo pronunciar dos simples palabras "Te amo" y seria feliz de por vida.
-Ya esta, mejor me callo porque no me lleva a nada hablarle a quien no me escucha.-sonaba frustrado.- Necesitaba descargarme y no pagaré un psicólogo para contarle mis problemas amorosos.-rió.- Alguna vez voy a decírtelo.
Se quedó callado por más de veinte minutos y luego me soltó la mano para retirarse. El solo echo de pensar que él no estaba a mi lado, que no podía escuchar su voz, me atormentó. Sentí la cadena del baño ser tirada y mi respiración volvió a la normalidad. No podía seguir postrada en esa cama, debía hacer algo más que respirar. Se sentó de nuevo a mi lado y esta vez, apoyó la cabeza sobre la camilla. Buscó mi mano y la tomó nuevamente.
-Ya, levántate, niña.-murmuró. Reí internamente.- Me estoy aburriendo. ¿Quieres que te cante?-preguntó. Si hubiera podido, asentía.- Recuerdo cuando estábamos en México que yo canté en la ducha y tú por querer escucharme te pegaste a la puerta y cuando yo salí, caíste al suelo.-rió.- Pero cuando te pregunté, me dijiste que te habían dicho que las puertas de México olían a vainilla.-rió nuevamente.- Cada día estoy más convencido de que has llegado a mi vida para hacerme feliz.-de seguro había sonreído.- También recuerdo cuando vimos la película de terror y luego se cortó la luz, ese día te partiste la barbilla.-rió.- Estabas indefensa en el suelo y fue la primera vez que dormimos juntos.-recordó. Estaba completamente feliz de que él recordara todo aquello.
Esos recuerdos se habían aferrado a mi corazón, hacía mucho. Yo lo amaba desde que nos habíamos ido a México pero no podía admitirlo, ni siquiera a mí misma.
-También recuerdo cuando nos tiramos arena en la playa y luego esa ola nos arrastró.-rió.- Estabas enojada porque tiré arena en tu cabello y me correteaste hasta que terminamos mojados a tope y riendo en la arena mojada. ¿Sabes? Esos momentos, por más insignificantes que parezcan, no los cambiaria por nada del mundo. –hizo silencio un momento. Estaba pensando.- También recuerdo cuando tuviste la loca idea de las trenzas con hilos de cera y los tatuajes.-rió.- Estabas muy mal de la cabeza si pensabas que yo podía hacer eso.-volvió a reír.- De todas maneras, me fui del tema. Es que si no me respondes es difícil mantener una conversación entre nosotros, mientras que él único que habla, soy yo.- guardó silencio un segundo.- Creo que me pasaré el día hablando solo.-dijo resignado.- De todas maneras, te había preguntado si querías que te cantara y luego recordé eso, y no sé por qué extraña razón, empecé a hablar nuevamente de eso.-dio rienda suelta a una risa animada.- Mejor me callo.
Y así lo hizo, por solo diez o quince minutos, porque luego comenzó a cantar. Su voz era angelical, amaba eso de él. No entendía por qué razón nunca había cantado para nadie más que para él en la ducha.
-Well, did u know you are an angel? Who forgot how to fly. Did you know that it breaks my heart every time I see you cry.- canto suavemente mientras acariciaba mi mano con tierna delicadeza.- No sé cual es tu canción favorita.-admitió rozando sus dedos por mi mano.- Pero me sabía la que venías cantando en el auto.-susurró.- Quiero que abras los ojos, ______. ¿Puedes escucharme?
¿Cómo le hacía saber que podía escucharlo pero no reaccionar de alguna manera? Me sentí mal por eso. Debía respirar más fuerte o algo para avisarle que lo escuchaba. Debía mover la mano, la ceja, apretar los ojos con fuerza, algo debía hacer.
-No te darán el alta por mucho.-añadió.- Oh, vamos, dame señales de que te encuentras bien.-pidió. No pude hacer nada.- Esta bien, mejor si duermes.-dijo.- Si te levantas y ves que tienes la aguja del suero incrustada en tu muñeca, sé que harás un gran escándalo.
No me había detenido a pensar en cómo estaría físicamente. Debía estar pálida y con mi brazo moretoneado por la aguja del suero. De seguro mi cabello era un completo desastre y mis labios estaban resecos y partidos. Capaz eso no era lo peor. No tenía que pensar solo en eso, Geoffrey no me había dicho nada de mi apariencia, al parecer, no le molestaba estar con un monstruo postrado en una camilla.
Sentí la puerta abrirse y una suave voz habló. ¿Acaso era Angela? No, yo podía reconocerla. Esa voz no se me hacía conocida en lo absoluto. Sentí como Geoffrey se ponía de pie y dejaba de tararear la canción que segundos antes tarareaba. Me soltó la mano y sentí como una mano fría tocaba la aguja intravenosa colocada allí. Me dolió.
-¿Es probable que me esté escuchando?-preguntó Geoffrey
Quien estaba allí, era la enfermera.
-Puede que si.-le dijo ella.- Ya sabes que lo que ha tomado ha sido muy fuerte para su cuerpo.-le avisó.- Está débil y anoche la cedamos, es por eso que no podrá moverse por un par de horas más.
-¿Pero me escucha?-preguntó Justin insistente.
-Ya le dije, puede que si.
-¿Y si no?
-Y si no, no lo escucha.-respondió ella y rió.- Está bien, no tiene por qué hacerse problema.-le aseguró la enfermera. Geoffrey suspiró.- No ha sido nada tan grave. Peor hubiera sido que le dieran una bebida peor y con más pastillas.
-Pero me he llevado el susto del año.-admitió. Sonaba tan tierno.
-Va a recuperarse y dentro de dos días puede llevársela a casa.-le avisó ella. Seguro Geoffrey había sonreído.
-Gracias.
-No hay de que.-le dijo ella.- Cuando despierte, que seguro será por la noche, avise a alguna enfermera de turno.-le aconsejó.- Hay que terminar de hacerle estudios por si las pastillas aún siguen en su sangre.
-Está bien. No tardaré en avisar cuando ella despierte.
En cuanto sentí la puerta cerrarse, escuché los pasos apresurados de Geoffrey y seguido de eso un beso se posó en mi frente. Tomó mi mano y se sentó nuevamente donde estaba antes.
-¿Has escuchado, mi amor? En dos días puedes irte de aquí.-apostaba cualquier cosa sobre el planeta a, que él, estaba sonriendo.
Nuevamente la idea de saber si me amaba o no, me invadió. Quería que me digiera que me amaba, que sentía lo mismo que yo por él. Necesitaba saber que todo iba a estar bien, que estando él conmigo no podría pasarme nada malo.
-¿Quieres que siga hablando o te aburre?-preguntó. Seguramente seguiría hablando.- Está bien, ______.-respondió ofendido. Me reí internamente.- Voy a contarte cómo estoy vestido.-me avisó.- Es que no sé de que hablarte y quiero decirte cómo estoy vestido.-añadió.- En verdad ya lo sabes, tengo lo mismo de ayer por la noche.-rió.- Tú tienes puesto un camisón blanco de abuela.-me dijo y largó una tierna carcajada.- Se podría decir que cuando seas vieja, vas a verte sexy con eso.
Mi esposo estaba notoriamente aburrido y la tristeza se le había esfumado, al igual que la ternura.
-Ya no sé de que hablar. Créeme, se me esta haciendo difícil esto de hablar solo. Es que no puedo seguir el hilo de la conversación.-prosiguió.- ¿Quieres que te cuente un secreto? Bueno, tal vez no quieres, pero voy a contártelo.-rió.- Aunque debes saberlo, es muy obvio.-añadió.- Me vuelves loco.-susurró.- Espero puedas escucharme porque quiero contarte algo, de verdad, importante.-añadió.
¿Podía tal vez decir que me amaba? Me gustaba mucho la idea de que se quedara conmigo y no dejara de hablarme. Me hacía sentirme protegida, segura y amada. Claro que capaz lo último no era cierto, pero así me sentía. Lo sentí suspirar y luego su respiración chocó contra mis labios. Besó cortamente sobre ellos y se separó un poco. Pasó mi mano por mi mejilla y murmuró algo que no pude comprender. Volvió a unir nuestros labios y al separarse, sentí mi mundo completamente lleno de felicidad. Lo había dicho.
-Te amo.-susurró casi inaudible.- Te amo tanto, _____.-murmuró y besó mis labios.- ¿Me escuchas?-preguntó.- Te he dicho que te amo.
Claro que lo escuchaba, sin embargo, no podía decirle que yo también lo amaba. El hecho de que no pudiera profesarle mis sentimientos de igual manera, me desesperaba. Reuní unas pocas fuerzas y apreté su mano.
-¿Me escuchas?-preguntó en un hilo de voz.- ¿Estas despierta, _______?-su tono de voz era animado.- Te amo, ______, te amo mucho.
Era suficiente, no podía seguir recostada con los ojos cerrados y permaneciendo callada, mientras, él, me decía que me amaba y besaba mis labios con suma ternura.
-¿Aún me amas?-preguntó temeroso.
Estaba muy mal de la cabeza, sí pensaba, que yo había dejado de amarlo.
-Hazlo de nuevo, presiona mi mano.-pidió suplicante. A duras penas, moví uno de mis dedos.- Si me estas escuchando.-dijo feliz. Quise sonreír, no pude.- Creo que debo dejarte descansar, podemos hablar cuando se te pase eso de estar casi dormida.-añadió.
Lo sentí quedarse en silencio y tras unos minutos, besó mis labios fugazmente. Sonreí internamente al saber que no me besaba solo por hacerlo, si no, porque quería hacerlo, quería besarme porque le gustaba, porque estaba enamorado de mí.
-¿Te gustaría abrir esos hermosos ojos y decirme que me amas también?-preguntó. Me sentí desfallecer.- Sería algo hermoso, mi amor.-añadió. Se le estaba haciendo costumbre llamarme así y claramente, no lo iba a negar, me encantaba.
La habitación estaba completamente silenciosa. La respiración de Geoffrey era regular, se había quedado dormido, tomando mi mano y brindándole pequeñas caricias. Ahora permanecía recostado, a mi lado, o por lo menos su cabeza y su cuerpo yacía en la silla. Nuestras manos aún entrelazadas y su respiración chocando contra mis dedos.
Claramente era de noche, aún con los ojos cerrados, podías darte cuenta que la habitación estaba casi a oscuras. Geoffrey se removió y siguió durmiendo. Profundice mi respiración y segundos después fui inconciente de todo a mi alrededor.
No estoy segura de a qué hora desperté, pero estaba totalmente conciente de que era de noche. Apreté mis ojos y los abrí con suavidad. Al principio todo se veía borroso, pero segundos más tarde, todo era más claro y visible. Volteé a ver a Geoffrey, quien dormía como yo lo había supuesto. Apoyando la cabeza y los brazos sobre la camilla, mientras que su cuerpo estaba sentado en la incomoda silla negra.
-Geoffrey.-probé como salía mi voz. Horrible y rasposa. Tosí.
Iba a dejarlo dormir, pero no por eso, iba a dejar de tomarle la mano. Observé la habitación y me fijé en cada pequeño detalle. Era una habitación para un solo paciente, no había camilla al lado, solo un pequeño sillón, el cual, Geoffrey parecía rehusarse a usar. Todo estaba bajo la tenue luz de una lámpara a nuestro lado y la pared padecía de un color crema, claro que bajo los efectos de la tenue luz, podía ser un poco distinta por el día. Miré a Geoffrey y se removió un poco, siguió durmiendo. Acaricie el dorso de su mano con mi dedo gordo. Se veía tan lindo, dormido a mi lado. Me incliné un poco para observar la hora en su reloj. Cinco con trece minutos. Era tarde y temprano a la vez. ¿Qué podría hacer? Geoffrey estaba cansado y dejarlo dormir era lo mejor, para él.
-También te amo.-dije por lo bajo y me sentí genial al hacerlo.- Mucho, Rojas
Se removió un poco, nuevamente, y luego suspiró. Reí, había hecho morros mientras dormía. Se veía como un angelito en reposo. Aunque quería despertarlo, no podía hacerlo, estaba muy cansado y sería egoísta de mi parte, no dejarlo dormir. Pero, la enfermera había dicho que debían llamar a una enfermera, en cuanto yo, despertara.
-Geoffrey...-murmuré. Alzó la cabeza y me observó, volvió a tirar la cabeza contra el colchón y segundos más tarde volvió a levantar la cabeza y sonrió perezosamente.- Cuando yo duermo, tú estás despierto y cuando tú duermes, yo estoy despierta.-le dije débilmente y sonreí de la misma manera.
-Dios.-susurró y se estiró para estrecharme en sus brazos.- Dios, ______. El susto que me he llevado.-besó mi frente y comenzó a bajar desesperadamente sus besos hasta llegar a mis labios.- No pienso alejarme de ti, te guste o no, vamos a vivir uno al lado del otro, todo el día.-susurró y me besó.- No vuelvas a asustarme de esa manera porque te juro que no sobrevivo.
-Ya, cálmate.-dije entre tiernas risas. Siguió llenándome de cortos besos en los labios.- Espera, Geoffrey, espera.-reí y se alejó un poco de mi. Sonrió y le devolví el gesto.
-Debo avisar que estás despierta.-me informó.- Y cuando te dejen salir de este hospital, tendrás que presentarme a ese chico que te ha dado la bebida. Espero que tenga su obra social al día, porque va a necesitar un médico.-dijo indignado.
-No vas a hacerle nada.-dije mientras reía por sus comentarios.- Estoy bien, ¿no es lo que importa?
-Claro que si, mi amor.-respondió y me besó nuevamente.- He sido un egoísta, estando feliz porque estas has despertado y no me he preocupado por cómo te sientes.-se regañó a si mismo. Le sonreí.- ¿Te encuentras bien?
-Si.-respondí sinceramente.- Me duele un poco la cabeza y cuando me sacudes de esa manera, siento nauseas. Pero no es nada de que preocuparse.-dije y abrió los ojos con impresión.
-Lo siento.-se disculpó al tiro y me abrazó.- Soy un bruto.-añadió.- Debo llamar a una enfermera. ¿Crees que puedas quedarte sola un momento?
-No llames a nadie.-dije en un quejido. Se sentó y me observó a los ojos.- Podemos llamarla dentro de tres horas, por ahora, no quiero remedios ni inyecciones.
-Tranquila, eso lo han hecho mientras dormías.-me avisó. Bufé.- Estás bien, o por lo menos, eso dijeron.
-Siendo así, puedes llamarle.-accedí. Rió y me besó.- Nos queda una plática pendiente.-avisé. Sonrió.
-¿Entonces si podías escucharme?-preguntó mientras se separaba de mí y caminaba hacía la puerta.
-Claro que podía escucharte.-dije alzando una ceja. Me sonrió.
-Ya vuelvo.-avisó y abrió la puerta.- Sé que se te hará difícil no extrañarme, pero has el intento.-sonrió. Reí.
Su egocentrismo me llevaba a pensar que capaz si creía que solo él existía sobre la tierra. Pero, luego pensaba en que siempre hablaba bien de su familia y que acababa de profesarme su amor. Solo era egocéntrico cuando se trataba de su belleza. Y cualquiera de nosotros sería igual si cargara con tantos kilos de sensualidad extrema y exuberante belleza.
Minutos después, volvió con una rubia vestida de blanco. Ella me sonrió al instante y se sentó en la silla que antes era ocupada por Geoffrey
-Dime, ¿Qué es lo que sientes?
-Aparte de que me duele la cabeza...-expliqué.- me dan pequeños mareos.
-Supongo que es normal.-explicó ella.- Puede que te suceda eso por unos días. La combinación de pastillas en el alcohol, puede provocar graves problemas, para tu suerte, has salido perfecta.-añadió. Le sonreí.- Te hemos puesto suero y podemos quitarlo mañana a primera hora.-siguió hablando. Asentí.- Estamos a lunes y el miércoles pueden darte de alta.-avisó.- Cuando tengas ganas de ir al baño, no dudes en pedir ayuda para entrar y salir. Cuando te quiten el suero, te dará un terrible hambre, no podrás consumir mucho pero cuando se te dé, de comer, tendrás que hacerlo relajada y de a poco.-comenzó con las condiciones para mantenerme bien.- Y lo último, no podrás beber alcohol por mas de dos meses, esa mezcolanza te ha destrozado el estómago.-hizo una mueca y Geoffrey se movió a mi otro lado.- Era solo eso, intenta descansar y si necesitas algo, no dudes en avisar.-se puso de pie.- Que tengan un lindo resto de la noche.-sonrió.
-Gracias.-musitó Groffrey. Le sonreí. La rubia se retiró del lugar y aproveché para hablar.- ¿Desde que parte hasta que parte has escuchado?-me interrumpió.
-Desde que contaste lo de tu padre hasta que dijiste algo que de verdad me gustó mucho escuchar.-le sonreí. Me devolvió el gesto y se inclinó para besarme. Me dejé besar y al separarnos volvió a sonreírme.
-¿Me haces un hueco?-preguntó como un niño.- Quiero dormir contigo.-añadió.
¿Cómo negarse?-me pregunté mientras me movía a un lado de la camilla.
-¿Estas cómoda?-preguntó pasando su brazo por mis hombros.
-Si, claro que si.-me acurruqué entre sus brazos.- No me sueltes.
-Nunca, princesa.-murmuró. Cerré los ojos y aspiré su perfume.- No muevas mucho la mano donde tienes la aguja intravenosa.-me advirtió.- Luego tendrás un súper moretón.
-Está bien.-dije y reí.- No quiero parecer Barney.
-No, gracias.-rió.- Imagina que la gente piense que me gustan los dibujos animados.
-¡Oye! Barney no es un dibujo animado.-me quejé entre risas.
-Lo que sea.-rió y me uní a sus risas.- Es lo mismo, un peluche de un dinosaurio morado que se hace grande.-explicó y reímos.- Hey, extrañaba tu risa.
-Geoffrey...-alargué riendo.- No me he muerto, tampoco estuve en coma, hace un día que no hablábamos.-reí.
-Cuando intento ser tierno, me cortas el mambo.-se quejó.- ¿Quieres que sea un pervertido?-preguntó. Reí.- Hablaba en serio.
-Se como tu quieras ser.-le espeté. Me apretó más a él.- Si quieres ser pervertido, se pervertido, si quieres ser tierno, se tierno, si quieres...-me interrumpió.
-Ya, entendí.-carcajeó.- Creo que debo tener un poco de ambas, ¿Qué dices?
-Si.-asentí.- Pero menos de pervertido, es que a veces te pasas.
-Pero nunca te quejas.-bufó.- Te gusta lo que te hago y punto.
-Okay, como digas.-reí y me sonrojé.
-No has negado que te gusta.-se burló.
-¿Por qué negaría eso?-pregunté.- Estaría mintiendo.
-Me ha gustado eso.-dijo y besó mi cabeza.- ¿Sabes? No voy a darte nunca ningún divorcio.-me avisó.- ¿Has escuchado esa parte?
-Si.-respondí rozando la punta de mi nariz en su camisa.- No pienso decirte que si, en caso que de que quieras dármelo.-admití.
-Gracias, entonces.-murmuró.- Estoy muy bien a tu lado y no pienso separarme de ti.
-Eso es algo que tenemos en común.-le dije y alcé la vista para observarlo a los ojos.
-¿Qué mas tenemos en común?-preguntó. Le sonreí. Sabía a que se refería.
-Una casa.
-¿A parte de eso?-preguntó queriendo llegar a ese punto.
-La cama.
-Vamos, _______.
-No sé a que te refieres.-pronuncie atontada por la intensidad de su mirada.- ¿Tal vez el amor que nos tenemos?
-A eso me refiero.-sonrió y se inclinó para besarme.- Esta no es la mejor posición para besarnos.-dijo luego de reír. Sonreí.
-Entonces...-lo incité a seguir.
-¿Qué quieres que te diga?
-Lo que sientes por mi.-titubeé al hablar. Me sonrió.
-Ya lo sabes, ______.-respondió.
-Quiero oírlo nuevamente.-le espeté. Sonrió.- Quiero que lo repitas.
-Te amo.-susurró y sonreí a la vez que lo decía.- Te amo como nunca amé a nadie, ______ Linderman
ESTÁS LEYENDO
"La Bella y la Bestia" (Prince Royce & tu)
Teen FictionSINOPSIS: Que feo es cuando la persona que más ama es la persona más fría del mundo, Que feo es que le intentes demostrar tu amor y te saque a patadas de su vida. Que feo es que tú seas la pobre indefensa presa de sus castigos y malas costumbres. Vi...