Rodé sobre la cama sabiendo que estaba en presencia de un nuevo día. Estaba sola en esa habitación y sabía porque no se escuchaba la ducha de fondo.
Acomodé mis manos debajo de las almohadas e intenté volver a dormir. Iba a ser imposible, la claridad ya inundaba la habitación invitándome a salir de la cama. Y justamente fue lo que hice cuando reuní las fuerzas necesarias para ponerme de pie.
El ambiente frío erizo mi piel y frote mis manos dando más calidez a mi cuerpo. No funcionó. Pero una tibia ducha me ayudaría.
Caminé hasta el armario y tomé una toalla, seguido de mi ropa para ese día. Entré al baño y prendí la ducha. Mientras esta se templaba, me despojé de mi pijama.
Cinco minutos más tarde me encontraba secándome el cuerpo con la toalla blanca. Me coloqué en jean desgastado junto con el pulóver beige. Salí del baño y me até las pequeñas botas para luego cepillarme y secarme el cabello. Me maquillé como siempre, sencilla. Y luego me dispuse a pedir el desayuno.
-Muchas gracias.-dije recibiendo mi pedido.- ¿Puede agregarlo a la cuenta de Rojas?-pregunté. Después de todo, él siempre lo pagaba.
-Claro.-dijo mientras anotaba el apellido en una pequeña libretita.- Que disfrute su desayuno.-sonrió antes de retirarse por el extenso corredor.
Me senté en el sillón y encendí el televisor. Puse mi desayuno sobre la mesa y me dispuse a desayunar tranquilamente.
Me concentré en ver "E news" mientras tomaba de el jugo de naranja y comía pequeñas tostadas con mermelada de frambuesa.
Un ruido me hizo sobresaltar y tirar el jugo sobre el sillón. Hice una mueca e insulté por lo bajo mientras volteaba a ver la puerta de la habitación.
-Buen día.-dijo cerrando la puerta con desgano.
-Buen día.-le respondí levantándome del sillón para limpiar lo que había causado.
-¿Qué has hecho?-preguntó cuando se fue a sentar y no pudo por la mancha naranja.
-Abriste la puerta y me asusté.-grité desde el baño. Lo sentí gruñir.- No te quejes, es tu culpa.
-¿La mía?-preguntó tirándose en el sillón más pequeño.
-Si, tu culpa.-dije frotando el sillón con una toalla húmeda por agua.
-Ja, claro, ahora yo tengo la culpa de abrir la puerta y que te asustes estúpidamente mientras derramas el jugo de naranja.-dijo fastidiado.
-Cállate.
-No me callaré cuando tú me lo pidas, voy a callarme cuando a mi se me de la merecida gana.
-Cállate.
-Cállate tú.-gritó.
-No, tú.-le tire la toalla por la cabeza y al quitársela respiró hondo intentando calmar sus nervios.- Yo estaba muy bien hasta que tu llegaste.
-¿Acaso anoche tampoco dormiste?-preguntó tirando la toalla al suelo.
-Si, anoche si dormí porque tú no estabas aquí para violarme.
-Discúlpame pero yo en ningún momento quise violarte.-dijo elevando ambas cejas.- Que tú seas una paranoica no es mi culpa.-añadió con enojo en sus palabras.-Detesto que me trates como un viejo verde.
-Eso es lo que eres.-le dije mientras levantaba los pedazos de vidrio del suelo.
-Primero que todo, no soy viejo y segundo nunca te hice nada que tú no quisieras.
-Si, si me haz hecho.
-¿Cómo que?-preguntó elevando la voz.
-Como por ejemplo, cuando fuimos a la playa y me quede dormida, me tocaste el trasero.-lo acusé con un dedo.- Me has besado sin mi permiso, eso también es algo que yo no he querido.-estaba realmente fastidiada.
-Bueno.-dijo mirándome asesinamente.- Tú me has hecho cosas peores.
-¿A si?-pregunté incrédula.
-Si, mucho peores.
-Oh, ya me imagino Geoffrey.-dije con sarcasmo.- ¿Peor que comprarte en una subasta? ¿Peor que querer violarte? ¿Peor que tocarte? ¿Peor que hacerte la vida imposible?-grité.- Por que eso es lo que tu has hecho en menos de un mes. Todo eso me has hecho pasar, y como si fuera poco luego preguntas por qué te odio tanto.-tomé una tostada y me la metí en la boca para no seguir hablando. Geoffrey se acomodó en el sillón y me miró.
-Tú me has dejado caliente en la cama dos veces.-hizo una mueca. Tragué la tostada para responder.
-Oh, es que eso es peor que todo lo que tu me has hecho.-le dije pisando con fuerza sobre la alfombra.- ¿Por qué simplemente no me dejas en paz?
-Para mí es peor que me hayas dejado con las ganas.
-Bueno, si Geoffrey, sigue con tus estupideces sobre el sexo.-dije quitándome de enfrente de él. Me siguió con la mirada.
-Porque no tengo ganas.-dijo. No comprendí y volteé a verlo.
-¿De que hablas?-pregunté enojada.
-De que no tengo ganas de dejarte en paz.-respondió. Esa era la respuesta a mi pregunta hace dos minutos.
-Pégate un tiro bien en el medio de la cabeza. Hazme ese favor.-dije antes de tirarme sobre la cama.
-Porque se que no vivirías ni dos días sin mí.
-¿Ah no?-pregunté sentándome para poder verlo. Me miró e hizo una mueca.- Eso significa que no te matas solo por cuidarme a mi.-dije fingiendo ternura.- No me hagas reír, por favor.-añadí con desprecio.- Ambos sabemos que te amas demasiado como para terminar con tu vida, eres un imbécil sin corazón ni sentimientos.-terminé de decir. Abrió la boca para contestar pero volví a hablar para que no respondiera.- Y no te gastes en decirme bobadas que nunca creeré.
-¿Bobadas?-preguntó incrédulo.- Acá la única que dice bobadas eres tú.-añadió con desprecio.
-Como digas Geoffrey.-dije tirándome hacía atrás para apoyarme sobre la almohada.
-Ya se lo que ocurrirá después.-dijo divertido.- Vas a encerrarte en el baño e intentaras cortarte la muñeca.-hizo una mueca a la cual respondí con un gesto delirante.- O no.-procedió.- Capaz que te iras al baño y luego te pondrás a llorar.-se burló.
-¿Sabes? Puede que me encierre en el baño.-le dije desafiante.- Y tú iras a suplicar por detrás de la puerta "ábreme, ábreme _______"-hice una voz chillona.- O no. Capaz que dirás "ábreme o tiro la puerta".-había sido mi turno de burlarme.
-Cállate.
-Tú no vas a decirme que debo hacer y que no.-dije enojada.
-Si voy a decírtelo.-me desafió.
-Cállate.
-Tú no vas a decirme que debo hacer y que no.-dijo haciéndome burla.
-Eres como un niño de cuatro años.
-Y tú eres como una nena de tres años.
-Y tú de dos.
-Y tú de uno.-dijo tirando la cabeza para un costado.- Ya no vas a ganarme la pelea.
-Y tu eres como un bebé que todavía no esta ni siquiera planeado.-dije estúpidamente.
-¿Escuchaste lo que acabas de decir?-preguntó al borde de la risa.
-¿Y tú te das cuenta por lo que me estas peleando?-pregunté.
-No _____, no se por qué peleamos todos los días, no se como agradarte, como hacerte feliz, no se como hacer para que me quieras por lo menos dar la mano, no se como dormir si no estas en la misma habitación que yo, no se como sobrevivir sin estar cerca de ti, y menos se por qué estamos peleando en este mismo momento.
-No me salgas con cursilería.-dije sin siquiera mirarlo. Me negaba a creer todo eso.
-Pues no es cursilería, te estoy diciendo lo que de verdad es lo que siento.-dijo enojado antes de levantarse del sillón.- Me pone de los pelos que peleemos por simples estupideces como tu jugo sobre el sillón. ¡Es que no tiene sentido!-gritó haciéndome sobresaltar.
Es que simplemente era totalmente incomprensible. Peleas tras peleas y luego pretendía que le crea al momento de ser sincero.
Caminó hacía la cama y se sentó a mi lado. Lo ignoré mientras observaba el techo y algunas partes de la habitación. Con tal de no hablarle, yo estaba bien haciendo otra cosa.
-¿Puedes perdonarme?-preguntó.
-Si, como no.-dije fastidiada. Volteé la cara para no brindarle mis gestos y se acostó a mi lado.- ¿Crees que es tan fácil como venir y pedir perdón?
-Mmm... ¿si?-dudó. Suspiré conteniendo mis ganas de matarlo.- ¿No?-preguntó aún dudando.- No, no.-dijo confiado.
-Bueno, entonces has algo para que me de cuenta que en verdad tu perdón viene del corazón y no porque solo se te ocurre pedirlo.-dije.
-Por lo menos te pedí perdón.-se quejó.- Si no quieres perdonarme entonces no me gastaré el tiempo en pedirte que me perdones.
-Pues ya lo gastaste.-dije.
-No comencemos a pelear de nuevo.
-Okey, entonces no me molestes y vete a tu habitación.-dije enojada.
-¿Mi habitación?-preguntó.- Esta también es mi habitación.
-No, anoche dormiste en otra habitación. Pues entonces quédate en esa, yo quiero estar sola.
-No.-respondió. Me levanté de la cama.- No voy a irme de esta habitación, pues porque yo la pago así que tengo derecho de quedarme aquí cuanto yo quiera.
-Okey, entonces yo me voy.
-¿A dónde iras?-se sentó en la cama.
-No lo se, simplemente me quiero ir. No te quiero en mi camino.
-Imposible.-se burló.
-No es imposible.-le dije molesta.- Tú te duermes, yo me voy.
-Okey, entonces me obligaras a contratar un guarda espaldas para ti.-dijo. Lo fulminé con la mirada.
-No serias capas de gastar dinero en semejante bobada.
-El dinero es lo de menos en mi vida, cariño.-dijo egocéntricamente.
-Oh, como usted diga señor plata fácil.-estaba total y completamente molesta con él.- No me hables.-añadí causando su risa a la cual respondí con un gesto de asco.
-¿Qué pasa si sigo hablando?
-¿Geoffrey te das cuenta lo inmaduro que eres?-pregunté cruzándome de brazos.
-Ah, claro, habló la madura.-me dijo.- Es que eres tan madura que te escaparas, eres tan madura que esperas al chico correcto y eres tan madura que te la pasas haciendo bobadas y viendo televisión.
-¿Y eso que tiene que ver?-le tiré una remera que anteriormente tenía en la mano.
-Deja de arrojar cosas.-me gritó lanzándome la remera de vuelta.- Y tiene mucho que ver porque una persona madura no se escapa para "ser feliz"-hizo comillas con los dedos.- y tiene que ver porque me dices inmaduro a mí y tú ni siquiera has perdido tu virginidad.
-Y aquí vamos de nuevo con el tema sexo.-le grité.- ¿Qué no tienes otra cosa para decir? Es siempre lo mismo.-le tiré la remera de vuelta y la atrapó con ambas manos.- Todo en tu vida es sexo y dinero. ¿Pues sabes que? No quiero ser parte de tu vida, no quiero tener sexo contigo y ni siquiera necesito de tu plata para sobrevivir.
-Dos cosas cariño.-se acercaba peligrosamente a mí.- Primero, vives mojándote cuando estas cerca de mí y eso no me lo discutas.-me señaló con su dedo.- Y segundo, si necesitas de mi plata para vivir, sino ¿dónde dormirías? ¿Dónde vivirías? Responde, vamos.
-Muérete.
-Sigo insistiendo, luego el inmaduro soy yo.-se burló.
-En serio te digo, muérete.-dije de mala gana mientras lo empujaba para que se alejara de mi.
-Okey, cuando tenga la suficiente edad me moriré ahora, no digas pavadas.-me dijo antes de dar media vuelta.
-Y luego pides que no peleemos.-canturreé. Volvió a mirarme.
-No vale la pena intentar no pelear porque te pido perdón y no lo aceptas.-me dijo en un cantito parecido al mío.- Aparte quieres que me muera, ¿Qué mas da?-alzó los hombros en señal de desinterés.
-Okey, si eso es lo que quieres.-dije.
-Eso es lo que tú quieres.-me corrigió.
-¿Lo que yo quiero? Te he dicho miles de veces que no me gusta pelear contigo.-dije enojada.- También he intentado que esto funcione, pero de verdad no haces ni el mínimo esfuerzo.
-¿Yo?-preguntó señalándose.
-Si, tú, Geoffrey ¿ves a alguien más aquí?
-Pues perdona pero no es mi culpa que tú quieras pelear por todo.
-¡Yo no te he dicho nada! Tú empezaste.
-¡Ai Dios!-gritó.- ¡Me vuelves loco! Todo el tiempo me gritas y me fastidias por todo. Aprende a quedarte callada cuando no tienes la razón.
-¿Acaso tú la tienes?-grité.
-Si, yo la tengo.
-No Geoffrey, tú no tienes la razón, esta vez, admite que la tengo yo.
-¿Tú?-siguió gritando.- ¿Tú? Pero por favor _________ a penas tienes dieciséis años y encima ni siquiera has madurado, dime si vas a venir a tener la razón, pero por Dios, que cosas dices.
-Claro, es obvio que señor perfección tiene la razón.
-Tú misma lo has dicho.-dijo bajando su tono de voz.
-Geoffrey me tienes harta, me dan ganas de pegarte cada vez que hablas.
-¡Que lastima pequeña! Así será para siempre, tú y yo juntos, ¿debo repetirlo?
-Ni sueñes que me casare contigo.-grité antes de sentir dos golpes en la puerta.- Y no pienses que esta vez iré yo a abrir la puerta.-seguí gritando.- Te odio con toda mi alma.-le grité antes de entrar al baño.
-Te juro que esto no se termina aquí.-me gritó y pateó la puerta.- ¿Y tú que quieres?-siguió gritando cuando abrió la puerta de entrada.
Me senté en el suelo y pronto las lágrimas cayeron por mis mejillas. Iba a ser imposible vivir cerca suyo cuando ambos nos odiábamos, capas tan solo por unos momentos, pero nos odiábamos a la hora de pelear.
Y yo, siendo tan solo una mujer de solo dieciséis años, nada podía hacer. Solo llorar, como siempre. Sensible como nadie en la tierra, frágil como una muñeca de porcelana cerca de millones de martillos. Mi mirada se nublaba y las ganas de volver a ver a mi familia me carcomían por dentro. No quería estar más sobre la tierra, no si iba a vivir así
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"La Bella y la Bestia" (Prince Royce & tu)
Teen FictionSINOPSIS: Que feo es cuando la persona que más ama es la persona más fría del mundo, Que feo es que le intentes demostrar tu amor y te saque a patadas de su vida. Que feo es que tú seas la pobre indefensa presa de sus castigos y malas costumbres. Vi...