"Me conoces más que cualquiera" |Capítulo 14|

1K 49 15
                                    

   Mario's Point Of View.

La había cagado, la había cagado hasta el fondo. ¿Acaso nunca podía callarme? Hablé sin pensar y ahora no sé donde podría estar metida Lucía, soy un maldito idiota.

Ciertamente todo lo que dije era una real mentira. He matado las ganas con alguien más por culpa de ella, ya sea algo que me diga, algún gesto que me regale, o con el simple hecho de verle es motivo para que me ponga como me tiene. Me tiene tan jodido que duele.

Pero sí es la única.

Y sí es la más bonita, y la palabra bonita le queda bastante pequeña. Es hermosa en todas las formas posibles, es inteligente, es diferente a todas las demás, . Lo contrario a mi, que soy un hijo de puta, idiota, que no sabe callar su boca.

Por muy marica que suene, es la coca-cola del desierto, al menos para mi. Podemos vivir peleando por mi culpa pero ella siempre estará ahí para mi, soportando mis malos actos, mis malas palabras, mis celos —aunque ella no los note— e infinitas cosas. Ella me saca de quicio, pero así me gusta, así la aprecio y así la quiero.

Al salir a la calle todo estaba oscuro salvo algunas casas que los reflectores de los postes le iluminaban. En todas partes había inseguridad y eso era lo que me preocupaba, que a ella le pasara algo. De tan solo pensarlo se me estrujaba el corazón así que me apresuré, buscándole con la vista pero no había algún rastro. Mierda, ¿donde se había metido?

   Lucy's Point Of View.

Estaba completamente sola por la calle y esto me está dando temor, y el frío de Bogotá no me ayuda que digamos. No debí irme de la casa de Mario pero al salir de esa puerta no estaba pensando claramente, ponte en mi lugar, el chico que te trae loca te dice que no eres la única y cosas que no querrías escuchar y muchos menos de esa persona que es la que tanto te interesa. Es decir, sé que no soy única, sé que no soy la más linda pero, hombre, ¿porqué precisamente es Mario Andrés Ruiz Borda el que tiene que aclararlo? ¿Sabes lo mal que me hace sentir eso?

Y ahora bien, gracias a eso me encontraba sola en la calle, exponiendome a cualquier tipo de peligro o hurto, quería llorar. Seguramente Mario estaba encontrándose en su teléfono intentando dormir, tranquilo, valiendole verga lo que dijo, lo que causó en mi y el hecho de que yo me haya ido. En verdad lo odiaba, odio la manera como me tiene, porque no lo tengo para mi, me jode, me caga, me hace tiras la vida saber que es de todas, que no me puede gustar alguien que esté centrado a quién quiere —si es que quiere a alguien— y aunque sé que nunca le gustaré y dirá cosas que me hiere una tras otra, seguramente yo estaré ahí pase lo que pase.

  — Miren qué nos encontramos aquí... —Escuché una voz añeja y me asombré por completo, creyendo que era la única que se encontraba sola. — No grites, cariño —Hizo señas con sus manos. Este hombre era un vagabundo. Mi latido se aceleró por completo y mis nervios aumentaban a medida que los segundos pasaban. 

   — ¿Q-quién eres? —Fruncí el ceño, con mi voz firme, pero no salió como pensaba, estaba tendiendo de un hilo. 

    — Tranquila, muñeca, no te haré nada malo —Seguido a esto rió, burlándose de mi estado y tragué saliva con dificultad. Se tambaleó de un lado a otro ya que seguramente estaba borracho, acercándose a mi traté de moverme pero mi cuerpo no respondía. Necesito a Mario en este mismo instante. — Que linda eres... No deberías estar afuera a estas horas—Esbozó una sonrisa maliciosa. — Necesito un poco de dinero, es todo. —Una lágrima corrió por mi mejilla al ver que estaba cada vez más cerca de mi. No quería esto.

    — Yo-- yo, no tengo dinero —Sollocé con miedo y él frunció su ceño al escuchar mi respuesta.

    — ¿Cómo no tienes dinero? Puta, ¿sales a la calle sin dinero? —Cuestionó, alzando su voz con el ceño fruncido. Mi labio inferior comenzaba a temblar y mis lágrimas no cesaban. — Capas y vienes de una tasca de haber tenido sexo con alguien —Aseguró. Si usted supiera. Metió su mano en uno de sus bolsillos y mis labios se abrieron en una enorme circunferencia al percatar que llevaba una navaja en su mano. Dios mío. Justo ahora podía sentir el corazón en la garganta. — Soy un adicto al alcohol caro, estoy necesitado de pesos ¿entiendes eso, eh? —Asentí con muchos nervios y apreté mis ojos, deseando desaparecer de aquí de una vez por todas. — ¡¡Necesito dinero!! —Gritó con desesperación en sus palabras. Rápidamente me tomó por el cuello me ahorcó, apoyando la cuchilla en mi piel. Tragué grueso. Oh mi Dios.

Aprendiendo a quererte | Mario Ruiz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora