Capítulo 5

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Caminé varios pasos en la oscuridad. Levanté mis brazos al frente con las palmas de las manos levantadas por miedo a chocarme con algo. Poco a poco empezó a llegar la luz. Ahora podía caminar con seguridad. Pero ante mí no había nada. Todo era blanco. No había suelo, ni techo, ni paredes, nada de nada. Sólo yo rodeada de una clara inmensidad blanca.

Estaba en medio de la nada y el silencio permitía que sólo se oyera el ruido de mi respiración. De repente, cómo si se tratara de un lienzo en blanco que un artista quisiera pintar, empezó a dibujarse frente a mí lo que parecía que iba a ser un árbol. Primero vi como aparecían unas raíces que crecían hacia abajo, primero pequeñas y poco a poco se fueron alargando más y más haciéndose fuertes y robustas. Seguidamente un gran tronco empezó a crecer hacia arriba, crecía y crecía majestuoso empezando a desplegar a ambos lados extensiones de él mismo formando ramas por todas partes, como si fuera un pulpo estirando sus tentáculos. Podía ver incluso, cómo por el interior del árbol fluía la vida que le estaba dando forma. De las ramas brotaban hojas sin parar, adornando toda la parte superior del árbol, dejándole un aspecto perfectamente frondoso y de un color verde mágico. Entre las ramas y las hojas empezaron a dibujarse lo que parecían ser los frutos. Pude contar sólo hasta diez. Más que frutos eran como diez esferas plateadas que lo adornaban como si de un árbol de navidad se tratase. Las diez esferas brillaban relucientes y parecía como si se moviesen, como si estuvieran vivas. Embelesada ante tanta belleza me pregunté quién había podido dibujar aquella maravilla.

Me pareció ver que entre las ramas algo se movía. Parecía como un animal trepando y descendiendo por ellas. Por el ruido me percaté que bajaba ya por el tronco y al final pude verlo. ¡Era una salamandra!, era preciosa, enorme y de gran colorido. Su piel cambiaba de color todo el rato. Parecía que ningún tono quisiera quedarse fijo en su piel. A veces hasta cinco y seis colores se entremezclaban en él dándole un espectacular brillo. Bajó del árbol y se quedó mirándome con sus ojos saltones. Los abría y cerraba sin parar y hasta los hacía girar de una manera imposible. De repente una enorme roca se dibujó ente nosotros y la salamandra se acomodó en ella quedándose quieta sin dejar de mirarme.

-"Hola Coral"-dijo sin abrir la boca.

¡Caramba, la salamandra estaba comunicándose conmigo!

-Hola- le dije yo articulando palabra ya que no acababa de acostumbrarme a hablar con la mente.

-"Has conseguido llegar hasta aquí, veo que has sido muy valiente y no has sentido temor en ningún momento, no todos lo consiguen"-dijo mientras sacaba una larga lengua para luego enrollarla y volvérsela a guardar.

-Gracias...pero ¿tú quién eres?- le pregunté impresionada todavía de ver sus cambios de color.

-"Soy un ser elemental de fuego. Estoy aquí para ayudarte a que te prepares para lo que ahora vas a ver"-dijo la salamandra.

-¿Un ser elemental de fuego?...ya..., y ¿cómo vas a ayudarme?-pregunté intrigada.

-"Soy un ser de fuego y si algo tengo es energía, así que energía es lo que te puedo ofrecer"-dijo dando una vuelta sobre sí mismo y volviéndose a acomodar en la roca.

Sus ojos ahora estaban bizcos, así que no sé si me estaba mirando o no.

-¿Vives en éste árbol?- le pregunté.

-"No. Yo vivo en un volcán, pero vengo al Árbol de la Vida cuando es requerida mi presencia"-contestó.

-¿El Árbol de la Vida?-me quedé asombrada.

-"Sí Coral, éste es el Árbol de la Vida, el Árbol que todo lo crea, todo lo ve y todo lo sabe. Ha sido dibujado ante ti para que con su poder y mi energía te prepares para descubrir quién eres"-dijo.

Coral y las siete leyes | #Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora