DÍA 4: LA LLEGADA

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Mis padres y yo terminamos de jugar a las cartas y empezamos a descender lentamente hacia la isla de Lanzarote, mientras bajaba el avión, notaba la sensación de taponamiento en los oídos por la presión y la altura, era de extrañar cruzar nubes, ya que bueno, era verano, por lo tanto se me hacia raro que estuviera nublado, aunque eso no me importaba, porque era y sigo siendo un chico al que le gusta que este todo el día o nublado, con frio, lluvia o que este oscuro simplemente, soy de piel blanca y de ojos azules, me enfada tener que guiñar el ojo por ejemplo cuando me voy a hacer una foto, o cuando hay demasiado sol y te molesta, o este mismo pero mirando un suelo blanco, ese era el que peor llevaba, porque se reflejaba y me hacía mucho daño en los ojos.

Se oía entonces como sacaban el tren de aterrizaje y el sonido que te avisaba de que te tenías que poner el cinturón, la azafata mientras tanto comprobaba y otra avisaba de la llegada, era de extrañar, decía que hacía 30 grados en la isla y estaba lloviendo, desde ese momento se me iluminó la cara y a mi madre recuerdo perfectamente la cara de impresión que tenía, a ella le gusta mucho el sol, pero no en exceso, todo lo que hagas en el que te pases tres pueblos, siempre es malo, siempre recuerdo y actualmente también, que mi padre siempre me repetía y me repite, que los excesos y los extremos siempre son malos, note pases con la mayonesa decía, no te eches tanta sal, es malo para el corazón, a estas frases las llamo ecos, porque aunque me las haya dicho, siempre hay alguna que todavía me la repite, mejor, a ver cuando me entra en la cabeza.

Nada más cruzar la última nube se veía la isla. Y ahí estaba, un "trozo" de tierra la cual estaba repleta de sorpresas, paraísos, expediciones y más. Nos acercábamos más a tierra y en ese momento pensé que me gustaría saber como hacen la maniobra de aterrizaje, debe ser muy difícil, para mi opinión más difícil que el despegue aunque son las dos maniobras más peligrosas y claves de un vuelo.

Y tocamos tierra y aquello pegó tal frenazo que parecía que aquello se hubiera pegado en un chicle gigante que estaba en la pista, tampoco es que fuera una isla tan pequeña pero son pistas enanas.

Salimos del avion y directamente fuimos a recoger el coche que teníamos alquilado antes de realizar el viaje, era un Polo, o al menos eso recuerdo, y nada más salir del aparcamiento, una manta de agua caía como cascadas sobre la luna del coche, aquello era maravilloso, a la vez que para mi madre era mala suerte, ella pensaba que era raro, llegar el primer día y encontrarnos con una lluvia torrencial, para mi opinión, yo, estaba en el paraíso, cogimos el desvío, sin darnos cuenta hacia la capital de la isla, que era Arrecife, el nombre me parecía bonito para una "ciudad" que no merecía mucho la pena ir, aún así está bien, tiene sus cosillas, dimos la vuelta y yo con el mapa iba indicando a mi padre por donde debíamos de ir, mi sentido de la orientación hizo que nunca en el viaje nos hubiéramos perdido, llegamos a una rotonda en medio de la nada y giramos hacia la costa, dejó de llover, "a medias", aún seguía cayendo el típico chiribiri que cuando no te das cuenta al minuto tienes mojada toda la ropa.

Llegamos al hotel al fin, se llamaba Hesperia Lanzarote, un hotel de cinco estrellas en Puerto Calero, aquello era alucinante, había de todo, entramos dentro en la recepción y era enorme y muy bonito. Hubo un "fallo" por parte nuestra cuando llegamos porque la habitación no estaba preparada hasta las dos de la tarde y eran las once, así que decidimos dejar las maletas y nos fuimos a "visitar" un poquillo la isla, exactamente la parte sur-oeste, en el que había un lago, su nombre era Lago Verde, porque tenía ese color, y efectivamente lo tenía, aquello era lo más impresionante que habían visto mis ojos hasta entonces, era como una especie de cala, en el que a la izquierda había un acantilado y abajo a continuación estaba el lago que posteriormente estaba la playa con unas rocas espectaculares, ahí me hice una sesión de fotos, salieron bastante bien, para ser yo, que no soy muy foto génico pero estuvo bien, recuerdo que para ir abajo había que bajar, pero no era la típica escalera o rampa de la que vemos todos en nuestro día a día, sino una rampa de arena fina, la cual el más mínimo error hace que te caigas y nos partamos el pecho, menos mal que íbamos tranquilos y mirando porque si no el tortazo era bastante grande, volvimos arriba después de estar bastante rato ya abajo, y fuimos a desayunar a uno de los bares que había por allí, si no mal recuerdo la localidad se llamaba Femes, o algo parecido.

El caso es que aquello era precioso y desde ese primer instante en mi cabeza dije que espero que el tiempo de nuestra estancia se pase lo más lento posible, debíamos de disfrutar al máximo, sobre todo mis padres que se lo tenían más que merecidos.

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