"Dux: Lo deploro por ti; pero has sido llamado para responder a un enemigo de piedra, a un miserable inhumano, incapaz de piedra, cuyo corazón vacío está seco de la más pequeña falta de clemencia".
El mercader de Venecia, William Shakespeare.
Shylock iba de un extremo al otro de la mísera sala, arrastrando su bastón de madera. En el proceso irritaba a Domenico, el nuevo sirviente, puesto que el suelo rechinaba a su paso. Le recordaba el sonido que hacían los cuervos, al apretar algo duro con los picos.
ᅳ¡Esta situación es insostenible! ᅳgritaba, al llegar a cada esquinaᅳ. ¡Cómo odio a Antonio el mercader!
Domenico lo miró con asco, sin que él lo advirtiera. Los pelos largos, grasientos, al punto de que la mugre casi tapaba las canas. La nariz ganchuda, que parecía olisquear las intenciones de las personas que se le acercaban. No le extrañaba que la servidumbre lo hubiera abandonado y dejado a su merced. Nadie lo quería. Todos sabían que el Dux[*] de Venecia se había ablandado gracias a Antonio. Había intercedido a favor de Shylock cuando a éste la situación se le había dado vuelta, ya que el magistrado había decretado que todas las riquezas del judío debían dividirse entre el propio Antonio y el tesoro público.
ᅳ¡Piensa, piensa! ᅳse decía Shylock, casi a los gritos, sin dejar de pasear por la estanciaᅳ. ¿Cómo es posible que habiendo sido tan rico deba conformarme ahora con esta miseria?
Domenico pensó que su jefe vivía en la miseria debido a su tacañería ya que, una vez terminado el juicio, había vuelto a dedicarse a sus actividades de prestamista. De esa manera, se había hecho con los bienes de los desgraciados que no podían pagarle, condenándolos a vivir de limosnas en la calle.
ᅳ¡Cómo odio a Antonio! ᅳvolvió a gritar.
Olvidaba el comportamiento generoso que había tenido con Shylock, cuando fue él mismo el que se colocó en la desgracia. Es más, lo único que le dolía era que su antiguo patrimonio estuviese en otras manos, no le molestaba su conversión obligada al cristianismo. A él le daba igual ser judío o cristiano: si podía seguir prestando ducados a escondidas, perfecto.
ᅳ¡Si hasta por culpa de Antonio mi hija se ha distanciado! ᅳvoceó, sin reparar en la sonrisa irónica de Domenico.
El sirviente creía que la falta de contacto era consecuencia de que la había tratado siempre como un objeto. Como una pieza más para comerciar o utilizar de modo conveniente. En los meses que llevaba a su servicio se había dado cuenta de que los rumores eran ciertos: no sentía amor por nadie, sólo por el oro, los bienes y los ducados. También por la plata, pero menos.
Decían que el día del juicio de Shylock contra Antonio le espetó a éste en la cara, amenazándolo delante de todos:
ᅳMe has llamado perro cuando no tenías razón ninguna para hacerlo; pero puesto que soy un perro, ten cuidado con mis dientes.
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Obsesión vampírica. CUENTOS DE VAMPIROS.
VampireEl atardecer empieza a dar paso a la noche. Los colmillos se afilan antes de caer sobre las víctimas. Te doy la bienvenida a esta recopilación de cuentos sobre vampiros. La idea de hacer esta obra surgió gracias a los Retos del Verano de Wattvampi...