"Lucy se asustó un poco, pero también la embargó la curiosidad y la emoción. Miró por encima del hombro y allí, entre los oscuros troncos de los árboles pudo ver aún la puerta abierta del armario e incluso vislumbrar la habitación vacía de la que había partido; pues, como era de esperar, había dejado la puerta abierta, ya que sabía que era una soberana tontería encerrarse en un armario".
El león, la bruja y el armario, C.S. Lewis [*].
Ahí estaba, frente a ella: el armario que conducía a otros mundos. ¡Al fin lo encontraba!
Desde que Lady Helen Herbert era niña, siempre se había sentido unida a la leyenda de la vecina mansión Ketterley, próxima a Pembroke Manor aunque más apartada.
Se encontraba escondida en el centro de Inglaterra. El medio de comunicación más cercano era el ferrocarril y la estación de trenes distaba alrededor de diez millas. Ese apartamiento había significado muchos puntos a favor durante la Segunda Guerra Mundial, ya que había servido de refugio, pero ahora era una gran contra. Estuvo años en venta y nadie la quería.
Sin embargo, pese a los obstáculos, el mito era tan poderoso para ella que, cuando alcanzó una buena posición como escritora de novelas eróticas, lo primero que hizo fue comprarla.
ᅳ¿No te basta con haber heredado Pembroke Manor, Helen? ᅳle preguntaban sus amistades, levantando las cejas.
Por supuesto que no le bastaba pero ¿cómo explicárselo a ellos? Ni siquiera sabían que era médium y que podía comunicarse con los espíritus.
Era un secreto que guardaba bajo cientos de llaves: ése había sido el motivo por el que encerraron en el psiquiátrico a la bisabuela Marian, en mil ochocientos ochenta. Ni que fuera tonta como para revelarlo ahora, aún el sexo femenino no ocupaba el lugar que merecía. Si lo hacía perdería su reputación como intelectual, labrada sobre la base de mucho esfuerzo.
Le gustaba pensar que era una pionera en la defensa de los derechos de las mujeres. A través de sus novelas aprendían a valorar sus cuerpos, los deseos guardados de manera más profunda en los corazones y, fundamentalmente, descubrían la necesidad de cambio. Cada vez que sus lectoras le enviaban cartas comentándole que, gracias a sus libros, habían decidido ingresar en la universidad en lugar de buscar un marido de buena posición, Helen se sentía realizada. Por ese motivo la leyenda era tan relevante para ella: porque deseaba con toda el alma seguir la estela de las mujeres Pevensie, otras pioneras.
Helen había conocido las historias de Polly Plummer y Digory Kirke a través de su abuela. Tanto la habían fascinado que hizo todo lo posible por entablar amistad con los hermanos Pevensie: Peter, Susan, Edmund y Lucy. Se hizo amiga en vida y continuaba comunicándose con ellos ahora que estaban muertos.
Era una mujer soltera, independiente y no tenía que rendirle cuentas a nadie. Así que dedicaba todo su tiempo libre, cuando no estaba escribiendo ni recorriendo distintos países promocionando sus libros, a encontrar el acceso a Narnia. Quizá porque los Pevensie siempre le recomendaban que no lo hiciera. Aunque también admitían que, si pudieran retroceder el tiempo, volverían a hacer lo mismo: jamás prescindirían de los años en que habían gobernado aquel mundo, devolviéndole su antiguo brillo. Ella pensaba que no la conocían porque negarle algo implicaba hacerlo más interesante. Se sentía impelida a desvelar el misterio.
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Obsesión vampírica. CUENTOS DE VAMPIROS.
VampireEl atardecer empieza a dar paso a la noche. Los colmillos se afilan antes de caer sobre las víctimas. Te doy la bienvenida a esta recopilación de cuentos sobre vampiros. La idea de hacer esta obra surgió gracias a los Retos del Verano de Wattvampi...